La reforma de la enseñanza universitaria sigue imparable. Aunque después de algún que otro “rifirrafe” con los rectores de las universidades, parece que el ministro Wert acepta discutir parte de los recortes. Sobre todo en lo que afecta al tiempo de dedicación docente de los profesores con menos actividad investigadora. El incremento de tasas a los estudiantes es innegociable. Es decir, como siempre, los más débiles pagarán. Los más fuertes (léase profesores que llevan sin dar un “palo al agua” durante años), ….. ¡ya veremos!. Es la política del “divide y vencerás”, o la del “palo y la zanahoria”.
Desde que se publicó el Decreto de la discordia, la Conferencia de Rectores (CRUE) ha hecho algunos comunicados. También otros estamentos académicos. Todos rechazan la reforma, tanto en el fondo, como en su forma de elaboración. Los más beligerantes han llegado a decir que en su Universidad no sobra nadie. Pero inmediatamente han venido las “aclaraciones”. Si hay que despedir, se comenzará por los profesores asociados, que ya disponen de otro trabajo principal, nos dicen. Argumento “impecable” y aparentemente “bienintencionado”, en las circunstancias actuales, si no fuera porque deja sin resolver la premisa principal de la que se partía para oponerse a los recortes del ministerio, a saber, la necesidad de preservar la calidad de la enseñanza y la investigación.
Leía hace unas semanas un reportaje periodístico en el que, bajo una foto del ex ministro Miguel Sebastián impartiendo una clase en la Complutense, se explicaba lo bien valorados que estaban entre los alumnos, y entre las empresas, aquellos profesores que habían desempeñado altos puestos en la Administración, o en las grandes Compañías. Sus conocimientos prácticos y aplicados eran uno de sus principales activos en las aulas universitarias. Sobre todo en un modelo como el actual en el que se persigue una enseñanza por competencias. En situación parecida se encuentran los profesores asociados, que ejercen su docencia de forma simultánea al desempeño de una actividad profesional. Que a un alumno le explique Econometría alguien que a diario tiene que desarrollar modelos predictivos para el Ministerio de Economía, por ejemplo, o que le instruya sobre Dirección de Recursos Humanos un profesional que habitualmente resuelve o asesora sobre cuestiones de personal, entiendo que es un plus de garantía de calidad docente.
Quizás éste fue el espíritu de la legislación universitaria cuando definió la figura del profesor asociado como la del “especialista de reconocida competencia que ejerce su docencia proporcionando sus conocimientos y experiencia”. En definitiva es la misma filosofía de las empresas denominadas “spin off”, que buscan realizar una transferencia del conocimiento y la investigación desde el ámbito universitario a la sociedad. Sin embargo, creo que se cometió un error en cuanto a su regulación jurídica contractual, pues la misma se hizo de carácter temporal (trimestral, semestral o anual), renovable por iguales períodos, en lugar de permanente, aunque a tiempo parcial. De esta forma, la provisionalidad y la precariedad en los salarios ha sido la regla general en este sector. También ha habido una “relajación”, en algunos casos, a la hora de valorar adecuadamente lo que es un “especialista de reconocida competencia”. Esto ha favorecido un uso fraudulento y espurio de la figura en muchas ocasiones.
Aunque entre los profesores asociados hay profesionales de todo tipo (y otros que no lo son tanto), lo cierto es que la mayoría de los que ejercen su docencia e investigación bajo esta figura, no lo hacen por el ridículo sueldo que se les paga. En muchos casos lo que hay detrás es una gran vocación y un permanente deseo de superación. Sería un tremendo perjuicio para el sistema educativo que se prescindiera de ellos por un desgraciado error de cálculo y por una patológica ceguera política. Incluso dentro de la crisis financiera, hay algunas soluciones para conseguir que estos profesionales pudieran seguir vinculados a la Universidad, que es lo que la mayoría desea.
Una de ellas sería permitirles optar por reducir en su ocupación principal el mismo número de horas que dedican a la Universidad (con las correspondientes reducciones salariales). Es decir, se trataría de poder convertir sus dos trabajos actuales en dos trabajos a tiempo parcial (por ejemplo, 5 horas en la ocupación principal y 3 en la docente). Claro, esto debería hacerse garantizando que entre las dos ocupaciones se percibiera, al menos, el mismo salario de la actividad principal. También que la situación se pudiese hacer reversible en caso de que el implicado decidiera dejar de ejercer la actividad docente. Y por supuesto, dándole estabilidad jurídica al contrato que se firmara con la Universidad, para así poder beneficiarse, entre otros derechos, del de la promoción. ¿Por qué un profesor asociado no puede llegar a ser Titular o Catedrático de Universidad, si consigue la correspondiente acreditación oficial?. Actualmente ya hay catedráticos a los que se les ha concedido la docencia a tiempo parcial. Sería lo mismo, pero conseguido a través de un camino alternativo, aunque igual de lícito.
¿Quién se beneficiaría con este cambio?. En primer lugar, el sistema universitario, pues podría seguir contando con estos profesionales. En segundo lugar, los propios afectados, que ganarían en estabilidad y calidad de vida, aunque perdieran algo de sueldo. Así seguirían vinculados a la Universidad, que es lo que muchos pretenden. Y quien más beneficios obtendría sería el propio sistema económico, pues los costes de estos profesionales se repartirían entre dos instituciones, sirviendo el ahorro económico agregado para ayudar a superar las dificultades presupuestarias, pero sin despedir a nadie. Más flexibilidad imposible.
Hay otras soluciones. Por el momento dejo escrita ésta. Pero si propuestas de este tipo no se aceptan y, en su lugar, se procede al despido masivo e indiscriminado de los profesores asociados, sin que nadie haga nada por evitarlo, que no se dude que esto será el preludio de recortes aún más drásticos en el futuro. O nos salvamos todos, o todos estaremos en peligro.
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