Proclamas de Prim como español y catalán

Si Prim levantara la cabeza y viera Cataluña es el título de un escrito reciente de Antonio Guerra Caballero en el que recuerda la arenga que el general lanzó a sus soldados en la llanura costera de los Castillejos en situación en que más apurado se encaraba el enfrentamiento.

Arenga exaltada de patriotismo y acogida sin dilación por los Húsares de la Princesa y por el contingente de voluntarios catalanes, que solo un mes antes habían acudido al llamamiento difundido en la capital barcelonesa para intervenir, y lo hicieron con apenas instrucción militar, en la guerra de Africa.
Sabida es la repercusión inmediata y enorme que corrió por la nación, con espontáneas manifestaciones multitudinarias e ingeniosas inspiraciones sumadas al entusiasmo popular, como la del compositor Gerónimo Giménez que, en honor a aquellos bravos soldados, creó la marcha "Los Voluntarios" que sigue viva y muy frecuente en los desfiles del Ejército.
Es imaginable, como señala el autor citado, la sorpresa y disgusto que recibiría Prim si levantara la cabeza. Incluso podemos añadir que llegaría a la estupefacción si redescubriera la vieja intención independentista de algunos políticos catalanes del momento, pues por lo visto no es ocurrencia única y contumaz del Arturo Mas de nuestros días.
Efectivamente, el intento parcial de separación viene de lejos. De una lejanía vivida por Prim y en la que éste manifestó de manera pública, repetida y resueltamente su más firme oposición, sin menoscabo de su innata condición catalana. Un apunte biográfico cuenta que al asistir a una recepción no oficial, después de una intervención en el Senado, al llegar a la casa del anfitrión, la señora acudió a felicitarle por la brillantez de sus intervenciones en la Cámara Alta. "Lástima –le dijo- de ese su terrible deje catalán", a lo que Prim respondió con amabilidad y firmeza: "Señora, el disgusto sería mío si al hablar públicamente en Reus me notaran deje castellano".
Más enfatizó su sentimiento de español en ocasión parlamentaria surgida en diciembre de 1858, con las siguientes palabras: "Mis abuelos fueron todos españoles. En las armas, en la iglesia, en el foro se distinguieron por su patriotismo. Puedo por lo tanto decir que me tengo por español de pura raza, no solo porque nací en España y mis ascendientes fueron españoles, sino por la educación española que he recibido y por el amor instintivo que tengo a este país. Y tanto es así que los males de mi Patria me hacen daño como los males míos. Si alguna vez ha podido haber en ella algo que mancillase su honra, me he creído yo también mancillado, como si fuese cuestión de mi propia familia".
Por otra parte es muy coincidente con la actualidad la actitud de una considerable mayoría de la población catalana ante el viejo deseo de separación. Ya a finales de 1836, la incipiente burguesía industrial y comercial barcelonesa advertía de los peligros de una hipotética proclamación republicana en Cataluña. A tal respecto, una circular de la Comisión de Fábricas dirigida a los obreros, fechada en 23 de diciembre del indicado año, decía textualmente:
"Esos agentes que pretenden turbar la tranquilidad pública valiéndose de vosotros, os hablarán de república, de hacer a Cataluña independiente, separándola del Gobierno de S.M. la Reina que habéis jurado defender. Ellos os prometerán un bienestar dichoso, un aumento de salario por vuestros jornales, seguridad de trabajo y aún cosas mayores; pues como no han de cumplir nada de lo que prometen, les importará muy poco el prometeros para hacer que caigáis en el lazo que os preparan. Sabed, pues, que si llegase el caso, lo que por otra parte no es posible, de que esos díscolos consiguiesen su intento de declarar a Cataluña independiente, en el momento mismo os veríais sumergidos en la indigencia, y no os quedaría otro recurso que mendigar de puerta en puerta vuestro pan o de expatriaros de Barcelona y del Principado. La primera providencia que tomaría el Gobierno sería prohibir la venta de nuestras manufacturas en todas las demás provincias del reino, pues serían miradas y declaradas de contrabando. En este concepto todas las fábricas catalanas tendrían que cerrarse, y el poco trabajo que a costa de sacrificios mantienen los fabricantes con esperanzas fundadas de aumentarlo quedaría perdido totalmente."
El manifiesto quedó clarividente, rotundo. Como fueron siempre las palabras de Prim, y que pueden servir aquí, como ejemplo final, las que empleó para encararse a grupos disconformes con él, dos décadas antes de su intervención en Africa. Ocurrió en una visita a su ciudad natal. Iba a caballo y, colérico y despechado, se levantó sobre los estribos diciendo:
"Aquí mismo, en este mismo sitio en el que injustamente me recrimináis, me levantareis un monumento que inmortalizará mi memoria". Y allí mismo, justo en la plaza de las Monjas, hoy de Prim, en su ciudad natal de Reus, se yergue una estatua ecuestre, desafiante, majestuosa, que inmortaliza la memoria del héroe de los Castillejos.