Principia un nuevo año, y como todo aquello que se renueva y comienza, nos trae la esperanza de algo nuevo, de algo intenso y profundo que nos golpeé en nuestro interior, como golpea el agua los puentes en la crecida de los ríos camino del mar... Ha amanecido sin apenas darnos cuenta, los rayos tibios del sol de invierno, como manos de luz penetran silencios tras la persiana de la alcoba, y compite en una batalla desigual con la luz de la mariposa que chisporrotea en el aceite de su pequeño recipiente contra las estampas religiosas y las entrañables fotografías familiares. Todo es sosiego, penumbra, misterio, dicho en este nuevo día primero que apenas tiene unas horas de andadura...
¿Qué no deparara el año? ¿Acaso se cumplirán nuestros deseos? ¿Acaso el buen sentido de las cosas prevalecerá sobre la estulticia? ¿Acaso llegaremos a sentir el dolor ajeno como nuestro? ¿Acaso navegará nuestro “vaixell” en las aguas procelosas de la vida arrumbando a la soñada Ítaca? ¿Acaso nos marcharemos silbando aquella canción de juventud: «Me'n vaig a peu, el camí fa pujada i a les vores hi ha florsse...»*, donde el camino se perdía entre las altas montañas del paisaje? ¿Acaso sentiremos la nostalgia del pretérito con más deseo que la incertidumbre del mañana? O, ¿acaso llegará la poesía al alma de las cosas, y nos sentiremos integrados en la totalidad del cosmos como seres que buscan fundirse en la naturaleza de Dios?
La verdad, no sabemos que nos deparará el nuevo año ni cuáles serán sus ignotos designios; sin embargo, la vida continuará inexorable palpitando en cada gota de rocío que el frescor deje en cada corola de cada flor en cada mañana. La vida no se parará, no; porque la vida aparecerá cada atardecer cuando el horizonte arda en llamaradas desde el rojo hasta el cárdeno agonizante. La vida no cesará en su pulso cautivo del giro de los astros cuando en la noche se enciendan de plata los primeros luceros. La vida alargará el tiempo más allá de las horas cuando su voz, la voz pura de la creación grite en los valles la existencia de nuevas almas que arañan la tierra en su desnudez... La vida no tendrá fin ni límite ni frontera, porque la vida se renueva en cada pérdida en mil veces mil... La vida somos tú y yo en cada instante de cada eternidad... La vida permanece en cada sueño y en cada deseo que un día pretérito, presente o futuro se hizo luz en mi alma y en la tuya sin término...
Principia un nuevo año, y como todo aquello que se renueva y comienza, nos trae la esperanza de algo nuevo que haya de consolidarse en la brevedad de nuestros actos primigenios. Principia un nuevo año en la irrealidad de nuestros pensamientos, como si el fantasma de las cosas no deseadas huyera por las angostas y escarpadas torrenteras hasta extinguirse; y, dejara paso a un mundo donde el ansia por unos sueños inalcanzables fuera posible: más allá de nuestros desengaños y nuestros miedos atávicos; más allá de la razón y de las prisiones del alma; más allá de todo acto inimaginable, donde el ave Fénix renazca de sus cenizas portando en su iniciático vuelo, el supremo bien de la libertad donde el alma humana conquiste la esencia perdurable de las cosas...
(*) «Me'n vaig a peu, el camí fa pujada i a les vores hi ha florsse...»*, ”: Canción llena de lirismo de Joan Manuel Serrat que canta al amor que queda en el recuerdo de unas casas de tejados encarnados y unas flores que bordean el camino... “Me voy a pie, el camino hace cuesta (sube) y en los bordes hay flores...