Los vecinos del Príncipe, en Ceuta,se mueven entre el hartazgo de verse criminalizados (por culpa de ese particular hábito social de meter a todos en el mismo saco) y el miedo a que en cualquier momento se produzca una desgracia. Se teme por los niños, pero también por los ancianos. Se teme por su integridad, porque ya disparan a las nueve de la noche como lo hacen de madrugada cuando hay quien sale de su casa para acudir al trabajo. El domingo pasado, los gritos de los niños que huían corriendo por el antiguo Poblado Legionario inquietaron a unos padres que se vieron sorprendidos por la más de media docena de disparos al aire que llegaron a escucharse. La Policía Nacional subió a la barriada, no hubo denuncias, tampoco detenidos. Fue el último incidente, digamos, mediático. O mejor dicho, el penúltimo porque esta oleada de actos vandálicos parece no tener fin. Para quienes viven en la barriada supone otra demostración más de hasta dónde se ha llegado en esa pérdida de la seguridad colectiva. Por eso están hartos y reclaman la misma seguridad que en otras zonas de Ceuta porque ellos no son culpables de vivir en este barrio, hogar en muchos casos de generaciones enteras que han echado sus raíces y que no tienen por qué dejar el lugar donde todos se han criado.
Abdelkamil Mohamed, ‘Kamal’, presidente de la asociación vecinal, considera que los residentes del barrio están viendo los resultados de la acción policial, por lo que traslada su felicitación al CNP por las actuaciones desarrolladas. Pero lo hace con un matiz: “Hace falta mantener esa presencia policial porque cuando se relaja, sigue habiendo disparos”, explica en declaraciones a El Faro de Ceuta. “También hace falta implicarse en educación y formación para que los jóvenes tengan salidas”, añade.
La Policía encuadra todos los disparos que se están produciendo en la guerra entre bandas asentadas en el propio Príncipe y en Los Rosales por el control de la droga. Bandas que intentaban demostrar su fuerza quemando coches, contenedores y que ahora tiran de arma para hacer daño. Y lo más grave: muchas de esas armas están en manos de menores y jóvenes.
Los operativos llevados a cabo por la Policía Nacional solo en el Príncipe se han saldado con cinco detenidos, todos ellos ya en prisión provisional por su presunta relación con dos episodios de disparos diferenciados en el tiempo. La investigación no termina aquí. Celosa con su trabajo, la Policía no informa pero tampoco asegura que vayan a parar. Al revés, se va a continuar adentrando no solo en el Príncipe, sino también en los otros puntos donde se han producido incidentes que eran más que una simple algarada callejera, ya que venía a suponer una demostración de fuerza. Los Rosales, Claudio Vázquez, Poblado de Regulares... Allí se han producido peleas con armas blancas, se han efectuado disparos y se han recrudecido las amenazas. Determinadas esquinas han vuelto a ser tomadas para el control de la venta de droga y pastillas de todo tipo.
Policía y Justicia hacen su trabajo coordinado. Se entra en las casas con mandamiento judicial, se presenta ante su señoría indicios de lo que está pasando para obtener las órdenes que conlleven a los registros en busca de armas. Y en esa línea se trabaja con lo que se ve y lo que no: con las unidades de la Jefatura, los GOES, la UPR y la UIP visibles, pero también con agentes de paisano coordinados entre sí para ir frenando las escaladas de violencia.
La obsesión es una: dar con las armas. Y no es algo nuevo. Este medio ha publicado ya varios operativos desplegados por el CNP y por la Guardia Civil siempre en los mismos lugares de la barriada, en donde consideran que se esconde el armamento que hay en Ceuta. Nunca han conseguido dar con él, a pesar de conocer su existencia por las informaciones obtenidas en el marco de investigaciones desarrolladas. Que haya armas deriva en este tipo de sucesos.
Mientras tanto, las asociaciones de vecinos siguen con su trabajo de recogida de firmas por todas las barriadas. Los vecinos de los distintos núcleos se están animando a depositar la rúbrica que verifica su petición: que la periferia disponga de sedes fijas de la Policía Nacional, una en la antigua comisaría de Los Rosales, otra en el fuerte del Príncipe.
La recogida de firmas persigue eso, disponer del número necesario para presentarlo ante Interior como reflejo de que en los barrios se quiere tener el mismo derecho que en el centro, ver a la misma cantidad de Policía y disponer de unas sedes en donde siempre haya agentes fijos. Tenerlas no significa que cesarán los delitos, pero sí que se dispondrá de esa presencia que garantiza una reacción rápida y que, al menos de forma subjetiva, impone mayor sensación de seguridad.
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