Nossair tiene una familia que le acoge en su domicilio desde el mes de febrero y el respaldo de los más de 100.000 ciudadanos que han avalado su causa estampando una firma de forma presencial o a través de change.org, pero si un agente de Policía le pidiera hoy el carnet de identidad al toparse con él en alguna calle podría acabar al otro lado de la frontera.
Come y duerme junto a quienes quieren ser sus padres y hermanos de forma legal, pero en su cartera no hay documento alguno que atestigüe que puede permanecer en suelo español.
En ese paradójico limbo legal se encuentra el joven marroquí desde que rebasó la barrera de la mayoría de edad y la Administración le advirtió de que no habría más prórrogas a su permiso de residencia hasta que no presentara un contrato de trabajo en vigor. La fecha límite era el 9 de agosto, la misma en la que expiraba su permiso, y desde entonces ha cumplido ya más de dos semanas en una preocupante alegalidad. La batalla iniciada por su madre de acogida, Mar Ruedas, y el resto de su nueva familia se tradujo en la entrega, a finales de julio, de la documentación necesaria ante Extranjería para lograr que Nossair –que permaneció tres años en el centro de menores ‘La Esperanza’ tras huir de un entorno desfavorable en su Marruecos natal– permanezca a su lado. Junto a los papeles exigidos, también presentaron las más de 100.000 firmas de apoyo recopiladas.
“Hemos solicitado la petición de arraigo y la renovación del permiso de residencia, pero todavía no sabemos nada. Es una situación casi peor porque antes al menos podías luchar, pero ahora solo queda dejar pasar los días y esperar una respuesta”, asume Mar en declaraciones a El Faro. Confía en que tras el parón administrativo de agosto “con septiembre todo vuelva a tomar su ritmo y nos digan algo”. Hasta entonces, confiesa que Nossair contempla su extraña situación “con inquietud”, como el resto de la familia, algo para lo que solo encuentra la receta de la “paciencia”. Pese a todo, Mar asegura que está “tranquila, porque no quiero que me vea de otra forma y porque confiamos en que todo esto sirva de algo”.
Nossair convive bajo el techo de su familia de acogida desde principios de año cuando el marido de Mar le conoció en una competición deportiva. Desde entonces luchan para que la Administración le permita permanecer en Ceuta incluso testificando ante notario que se harán cargo de todos los gastos económicos que conlleve su manutención. “Hemos hecho todo lo que podíamos y estamos preparados para lo que pase. Si la respuesta es negativa no me voy a quedar parada. Haremos ruido. A estas alturas, fíjate...”, avanza su nueva madre.
El escollo de una matrícula o de una visita al médico
Nossair pretende iniciar en apenas unos días el primer curso de ESO en el centro de educación para adultos ‘Edrissis’, ya que los estudios que cursó en Marruecos no son convalidados en España. Entre la documentación requerido para formalizar la matrícula figura su identificación o permiso de residencia, que está caducado. “Esperamos que no tenga problemas, pero...”, confía Mar. Los obstáculos burocráticos se multiplican y como ejemplo su familia cita el de la Seguridad Social. “Imagino que si enferma le atenderían, pero si mañana le ocurre algo tendría problemas incluso para ir al médico aunque justifiquemos que vive con nosotros desde hace meses”, subraya como testimonio de los escollos diarios.