La historia de la denominada MAU (Milicia Aérea Universitaria), es digna de un libro y, me atrevo a decir, que ni en dos cabe el brillante historial de sus hombres y sus hechos. Nació en el Aeródromo de Villafría (Burgos) en 1949, obra del laureado aviador Carlos Martínez Vara del Rey Córdoba Benavente. De allí salieron miles de pilotos, muchos quedarían en el Ejército del Aire y la mayor parte volaron después en compañías aéreas como Iberia, Aviaco, Spantax y otras más. Hasta 1972 pasaron 22 promociones por esta Milicia Aérea Universitaria y 4.732 alféreces-alumnos y sargentos.
Antonio Sánchez Barranco, alférez-piloto de Complemento había nacido en Melilla en 1933, y tras los estudios elementales, realizó los de perito industrial en Stanford (Inglaterra), y su afición por el vuelo le llevó a solicitar el ingreso en las Milicias Universitarias.
Del espíritu de aquella Milicia Aérea, según uno de los que pasaron por las Milicias Universitarias, el general Jesús López Medel afirma en su libro "La Milicia Universitaria-Alféreces para la Paz": “el espíritu y la misión de formación de los oficiales de Complemento del Aire, es el mismo que el de Tierra, aunque el ambiente es más académico que campamental. La selección era fuerte, si no se superaban las pruebas de vuelo, se pasaba a tropas y el período de prácticas era de ocho meses”.
Por la célebre MAU pasaron algunos que serían brillantes letrados y de otras carreras universitarias, además de relevantes figuras de la política, por citar algunos de ellos: Íñigo Cavero Lataillade, Alfonso de Borbón Dampierre, Rodrigo Rato, Juan Manuel Reol Tejada y Adolfo Díaz Ambrona, entre otros. El que fue alma y corazón de la MAU, el general Carlos Martínez Vara del Rey, laureado individual y Medalla Militar, fue un aviador en el que se condensaban dos valores únicos: el heroísmo y el amor a España. Gracias a su entusiasmo hace años se creó la Fundación Vara del Rey de la Milicia Aérea Universitaria, con figura jurídica, la cual agrupa a la MAU, la MNU (Milicia Naval Universitaria) y las del Ejército de Tierra. Dicha fundación es propietaria de un aeródromo en Corral de Ayllón (Segovia), en donde se realizan cursos de vuelo sin motor y con motor gratuitos para los miembros de esta fundación.
El alférez Antonio Sánchez Barranco, como muchos de aquellos jóvenes oficiales de Complemento pilotos, una vez conseguido el título de piloto, anhelaban la aventura, y ésta era en el Ejército del Aire; el destino en una unidad de caza y bombardeo. Así vio cumplido su sueño, siendo destinado a un grupo de aviones ‘Heinkel’ en la Base Aérea de Gando, destacando que estos aviones ‘Heinkel’ en la Campaña de Ifni-Sáhara tuvieron una brillante actuación, volando un total de 573 horas, y su actuación la avala las palabras de un alto jefe del Ejército de Tierra que al finalizar la campaña dijo: “los aviones del Ejército del Aire han sido las bayonetas de nuestro Ejército”.
En los territorios del África Occidental española desde 1956 se venían sucediendo una serie continuada de incidentes, atacando los puestos españoles, cortando las comunicaciones telefónicas y algunas deserciones de soldados nativos, todo ello consecuencia de los constantes planes de agitación del ‘Istiqal’, tolerado o con la vista gorda de los gobernantes de Marruecos. A partir de 1957 se recrudecerían estos hechos con más frecuencia, hasta llegar a ser asesinados un oficial nativo de Tiradores y otros soldados más, entre ellos el cabo Angel Jiménez, natural de Ciudad Real, asesinado por cuatro policías indígenas por oponerse a que izasen en el puesto de Sidi Inno la bandera marroquí.
El 10 de agosto de 1957, una patrulla compuesta por ocho soldados españoles y dos nativos, cuando reparaban el tendido telefónico de Id-Aissa, fueron agredidos con piedras y posteriormente con fuego de ametralladoras por rebeldes que se habían infiltrado en territorio español. Consecuencia de ello murió un nativo y otro desaparecido posiblemente desertó a Marruecos. Ante este incalificable hecho de agresión armada, aquel gran soldado, el general-gobernador Mariano Gómez-Zamalloa ordena que por la aviación se efectúe un bombardeo sobre el enemigo en dicho enclave.
A las 15:35 del 11 de agosto de 1957, el avión ‘Heinkel’ BR-21-279 de la 29 Agrupación del Ejército del Aire de Gando, calienta motores en el aeródromo de Sidi Ifni, con su tripulación compuesta por el capitán-piloto Alberto Antón Ordóñez, alférez-piloto de Complemento Antonio Sánchez Barranco, sargento mecánico Manuel Mauro Alvarez, sargento radio, Jaime Moreno Amores y el sargento armero, Ángel Maniega Herrero.
Dicha tripulación espera a un pasajero perfecto conocedor del territorio que iba a señalar los objetivos, el comandante de Infantería jefe del Grupo de Policía, José Alvarez-Chas de Berben, un hombre que conocía detalladamente no sólo el territorio, sino también a sus nativos y sus costumbres, un gran soldado que tenía el valor acreditado en España y en las estepas rusas en la División Azul.
Finalmente despegó el ‘Heinkel’ con siete bombas de 50 kg, siendo la hora arriba indicada, pero llegarían al lugar de la operación oscureciendo. Además, ya en el aire recibieron una contraorden de que no se bombardease, sino que fuese un reconocimiento. Cuando iban a llegar al lugar señalado, debido a que estaba oscureciendo, comunicó que no localizaban el poblado, y comunicó a la torre de control que regresaba y daba su posición al pasar sobre Tagagra, y que se dirigía al mar para arrojar las bombas antes del aterrizaje.
Desde la torre de control se le oyó pasar y alejarse para iniciar la maniobra de perforación de una capa de nubes que cubría en su totalidad la zona costera a unos 400 metros de altura.
A las 20:30 el ‘Heinkel’ comunica a la torre de control del aeródromo de Sidi Ifni que se encontraba sobre el mar e iniciaba el descenso. Aquí fue cuando se perdió todo contacto con dicho avión. Al pasar varias horas y no responder a las llamadas, se alertó la búsqueda con aviones ‘Junkers’ y ‘Grunan’ de Salvamento, rastreando el mar sin encontrar rastro alguno del avión y sus tripulantes, por lo que se dio por desaparecido, y consecuencia fue que a partir de dicho día se les dio como “desaparecidos en acción de guerra” y a los territorios, “zona de operaciones”.
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