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Presos cubanos en Ceuta

Algunos países hispanoamericanos están salpicados con el nombre de Ceuta. Ya el amigo Pepe Gutiérrez Álvarez y su hija Rocío nos ilustraron en su día con dos magníficos tomos de su libro titulado “Ceuta en América (I y II)”, una encomiable obra de investigación, de la que estoy agradecido que en su día me obsequiaran con uno de sus ejemplares que versa sobre los nombres de Ceuta en Venezuela, Méjico y Cuba. Lo mismo que otro investigador ceutí, Francisco Sánchez Montoya, ha escrito en numerosas ocasiones y de forma muy eficiente sobre los presos cubanos que permanecieron en el antiguo penal de Ceuta. Y esto último creo que es el motivo por el que la historia de aquel penal de Ceuta está llena de nombres de cubanos, lo mismo que en Cuba existen poblaciones y lugares que se llaman Ceuta, como las Ceuta en la provincia cubana de Holguín; Ceuta cubana, en la provincia de Santa Clara; Ceuta, en el departamento cubano de Cundinamarca; Asociación Deportiva Ceuta, equipo cubano de fútbol, etc. Y como he localizado un Registro oficial de presos cubanos que fallecieron en Ceuta, mi modesta aportación de hoy la voy a dedicar a ellos. Dicho Registro es bastante interesante, y recoge 596 presos cubanos fallecidos en Ceuta y casi todos enterrados en el cementerio de Santa Catalina de la ciudad, de los que figuran sus nombres, apellidos, nombres y procedencia de sus padres, profesión, fecha de fallecimiento, etc. en el período de tiempo comprendido entre el 4-07-1859 hasta el 30-08-1911, fechas de comienzo y cierre del que fuera antiguo presidio del Hacho en Ceuta. Llama la atención el elevado número de fallecimientos en Ceuta,  dado que salen a una media de 52 muertes al año, un 11,46%, la mayoría de ellos por enfermedades pulmonares graves, como tuberculosis, tisis y otras infecciosas.
Hay que tener en cuenta que no todos venían a Ceuta, otros fueron deportados a diversos penales, como Melilla, Cádiz, Islas Chafarinas, Valencia, Alcalá, Cartagena y Canarias; pero el principal punto de confinamiento era Ceuta, debido a sus condiciones orográficas, ya que está rodeada toda por mar, excepto por el brazo de tierra o istmo, pero en el que está construido el foso; era entonces una ciudad bastante amurallada, con muchos cuarteles y guardias que hacían muy difícil su evasión. Había tres clases de deportados desde Cuba a Ceuta. De un lado, estaban los delincuentes comunes por delitos graves cometidos en Cuba, como asesinato, homicidio, robo, asalto, de los que había 25, por secuestros 13, por falsificaciones de dinero y documentos 8, por violación 3, por incendio 3, etc; de ellos, 129 estaban condenados a 30 años de prisión; por homicidio se les imponía 20 años, por violación 12 años; no había ninguno con pena inferior a 10 años. Todos estaban sometidos a un régimen carcelario muy severo, recluidos en galeras individuales e incomunicados, los más peligrosos estaban encadenados, a otros se les ponían el castigo de tener que hacer trabajos forzados, etc. A su vez, entre los presos políticos los había de tres clases: Los de la llamada Guerra Grande, que duró desde 1868 a 1878. Los  de la denominada Guerra de la Independencia, que duró desde 1895 hasta 1898. Entre ambas modalidades estaban los prisioneros de guerra, que sufrían un régimen carcelario más severo, similar al de los delincuentes comunes por la comisión de hechos graves con armas.  Y luego  estaban los que no tuvieran manchadas sus manos de sangre, simplemente que eran adversarios políticos que, cuando más, habían defendido la independencia de Cuba de España, o bien alentando, instigando o llamando a la lucha contra los españoles.
A estos últimos se les aplicaba un régimen bastante más benevolente. Comenzaron a venir en 1895, en una primera tanda de 57 para quitarlos del medio y alejarlos de Cuba al objeto de que no instigaran o alentaran a la revolución. Tenían el estatus de “respetable”, en el sentido de que se les permitía en principio andar libre por la ciudad y “toda ocupación o distracción lícitas, mientras no se hiciera de ellas un uso perjudicial y no hubiera peligro para la seguridad y la convivencia”. Si bien, debían permanecer recluidos en la prisión del Hacho desde el crepúsculo, cuando se disparaba el segundo cañonazo hasta por la mañana, según horario que regulaba el Comandante General de la plaza, siendo todos recontados al llegar al cuartel por la noche. No obstante, luego se endureció su régimen de vida, a partir de que en Chafarinas se fugaron los deportados a aquella isla, Justo García y Manuel Plaza. Entonces quedaron recluidos en el Hacho, nombrándose turnos diarios de salida por cada ocho individuos, con lo que todos cumplían ciclos de cuatro jornadas enclaustrados. Un informe del Comandante General, tras que los presos el 1-09-1897 formularan una reclamación al Ministerio de la Gobernación, decía: “A principio se permitía bajar a la población a todos ellos desde el cañonazo de la mañana al de la tarde, pero por sus repetidos escándalos y afición a la bebida, tuve necesidad de ir imponiendo como correctivo la prohibición de bajar a la plaza de los incorregibles”. El escrito de protesta estaba encabezado por los deportados Miguel Ferrer Picabía, Alfredo Bethencourt, José Ebra y Tomás G. del Rosario (Archivo Histórico Nacional, legajo 238).
Entre los presos que vinieron deportados a Ceuta, figuraban relevantes políticos que lucharon por la independencia cubana, y personas que gozaban de cierta posición social. Normalmente, ni siquiera habían sido juzgados ni condenados por ninguna sentencia firme, sino que se les detenía y deportaba por vía gubernativa, por el sólo hecho de ser sospechosos de ser cabecillas de los insurgentes, de financiar la insurgencia o simplemente por simpatizar con la revolución; por citar sólo a varios: Juan Gualberto Gómez Ferrer, hijo libre de esclavos cubanos, compañero de lucha del líder de la independencia cubana, José Martí, que como éste llegó a ocupar relevantes puestos en la Isla; Juan Bautista Tupac-Amaru, descendiente del que fuera último emperador inca;  Alfredo Zayas, que fuera presidente de Cuba, etc. Sólo revolucionarios cubanos de la independencia vinieron unos 700, más luego no dejaron de ser enviados otros a lo largo de todo el período que el antiguo presidio ceutí permaneció abierto, que en la época que tuvo más reclusos llegó a albergar más de 3000. El caso es que, como señala Emilio Barrientos Cazalla, residente en Ceuta y autor del Registro que cito, obtenido en 2009, “al igual que en Cuba descansan restos de numerosos españoles que allí dieron su vida en defensa de su patria: España; otros – los cubanos - defendían el nacimiento de la suya propia: Cuba”. Unos y otros – esto ya lo digo yo – lucharon por una noble causa, estuvieran o no acertados o equivocados.
Los primeros presos que llegaron a Ceuta en 1895, lo hacían vía Santander como primer puerto marítimo de escala, donde desembarcaban numerosas expediciones; después por vía marítima salían hacia Cádiz, y luego desde el puerto gaditano a pié hasta el de Algeciras. Aquí embarcaban en un pequeño vapor en el que apenas cabían, bajo la estrecha vigilancia de oficiales y soldados. Navegaban a velocidad de ocho millas por hora hasta llegar a Ceuta. La mayoría ocupaban las galeras del Hacho; otros los llevaban al Cuartel Principal (Las Heras), a Las Balsas y talleres. Los había que trabajaron en la instalación de baterías; éstos en 1897 finalizaron las obras de las baterías del Pintor y de Santa Clara. También trabajaron en la ampliación del cuartel del Revellín, en la prolongación del muelle, en las obras de defensa de Benzú, y en canteras, talleres, hornos de cal, acarreo de agua, o de barreneros.
Para los que trabajaban, a las 05:00 de la mañana sonaba el cañonazo desde la batería de la Puntilla llamándolos al trabajo.  A toda prisa, sin apenas tener tiempo para asearse, cuando había agua, se arreglaba cada uno en su galera para estar listos a las 05:30, hora del recuento matinal. Hiciera o no buen tiempo, al toque de corneta salían todos al patio, se contaban en la puerta, y terminado el recuento volvían a entrar en las galeras por breves instantes. Desayunaban con un pedazo de pan y una taza de té o café muy claro, y salían a los patios para ser distribuidos por secciones, desfilando las distintas cuadrillas cada cual en su lugar de trabajo. A las 11:00, se daba el descanso del mediodía para tomar el rancho del almuerzo y a las 13:00 se emprendía la sesión de tarde en la misma forma, hasta las 17:00, que volvían para el Hacho, cuya cuesta entre los ceutíes, recibió el nombre de "El calvario de los cubanos". Su único consuelo era que todos sus sufrimientos los hacían por Cuba. Terminada la guerra tres años después, consiguieron la libertad. En la ciudad se vivieron los cantos de lamentos de estos hombres que lucharon para liberar su país, según escribieron: "Llenos de intensa alegría, por nuestra libertad…”, que cantaban a coro.
Entre los deportados se encontraba el prestigioso médico oculista cubano Dr. Montalvo; una mañana recibió en el Hacho la visita de un militar de alta graduación, le comentó que tenía a su hija enferma de la vista, que había nacido con problemas en la visión, y habiendo tenido noticia de su prestigio como oculista le requería sus servicios. El Dr. Montalvo, no lo dudó, trasladándose al Hospital Central (actual plaza de los Reyes) donde la intervino. Una difícil operación seguida de un cuidadoso tratamiento, hizo brillar la luz en aquellos ojos que habían nacido apagados. El Dr. Montalvo, continuó durante varios meses tratando a la pequeña, teniendo la suerte de vivir en la ciudad sin tener que estar en prisión. Luego, consiguió numerosas mejoras para sus compañeros cubanos que también fueron atendidos en el hospital. Su desinterés hizo que operara a otros compañeros de prisión que necesitaban de sus servicios.
Ampliando la investigación, me ha llamado la atención el hecho de que uno de estos presos, que se cita en la página 264 del libro: “Un siglo de España: Centenario 1898-1998”, de las Cortes de Castilla-La Mancha. Edición de la Universidad, en colaboración con la Universidad de La Habana. Cuenca 1998, coordinado por José G. Cayuela Fernández, pues en una petición que formula en 1873 a las autoridades españolas el preso cubano José Aguilera Cruz, dice lo siguiente: “En prisión durante cuatro años, ha contraído una seria enfermedad debido a las penurias que ha tenido que sufrir, a las malas condiciones higiénicas en las que se ha encontrado y se encuentra, y a innumerables causas morales. De acuerdo con la opinión médica, sólo podría curarse de sus dolencias si abandonase la prisión y se marchase a España…”. Y como respuesta a aquella solicitud, posteriormente fue trasladado al presidio de Valencia. Este preso, tenía 44 años de edad, había perdido a dos hermanos que fueron ejecutados y sus haciendas incendiadas en Cuba por los insurgentes cubanos. Y este hombre había nacido en Holguín (Cuba), precisamente al lado de otro lugar que lleva el nombre de Ceuta, denominado “Ceuta (Baguano)”, una especie de caserío formado por sólo 63 habitantes. ¿Guardará alguna relación el nombre de esta Ceuta cubana con el hecho de que dicho preso estuviera encarcelado en el Hacho de Ceuta?. Habría que saber en qué fecha fue fundado dicho poblado, por si podía guardar relación con el mismo.

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