Opinión

El preso de Ceuta que pudo ser Rey de Sudamérica

El 13-07-2018 escribí un artículo sobre Juan Bautista Condorcanqui, alias: Túpac Amaru Inca, preso en Ceuta que pudo ser rey de Sudamérica. Y, habiendo ahora investigado más amplios datos documentados, los expongo para su conocimiento en Ceuta.

Juan Bautista, era el hijo menor de Miguel Condorcanqui, alias: Felipe Túpac Amaru. Había sido éste un potentado terrateniente con numerosas riquezas, dedicado al arrierismo (explotación del transporte y comercio al por mayor con arrieros). Tenía una gran recua de 350 mulas e inmuebles; pertenecía a la alta nobleza inca como sucesor directo, por quinta generación, de Túpac Amaru I, fallecido en 1572, último emperador peruano que en el siglo XVI fue destronado por el conquistador extremeño Francisco Pizarro.

Miguel estaba unido en concubinato con la criolla Ventura Monjarrás. Tuvo dos hijos. El primero, José Gabriel Condorcanqui Monjarrás, un activista revolucionario contra España, que pretendía restaurar aquel viejo imperio inca. Y el hijo menor, nuestro protagonista de hoy, Juan Bautista Condoncarquí Noguera, ambos medio hermanos por parte de padre, pero de madres diferentes. Al fallecer el padre en 1750, heredaron todas sus riquezas, incluidas las 350 mulas de carga, de cuya explotación solía encargarse Juan Bautista.

La familia Condorcanqui vivía en la provincia de Tinta (Perú). Allí llegó un recaudador de tributos español, Antonio de Arriaga, a cobrar los impuestos legales a potentados terratenientes y prósperos comerciantes, sobre beneficios obtenidos en el transporte del comercio y extracción de minerales. Los grandes oligarcas incas se negaron a pagarlos, encabezados por el hermano mayor, José Gabriel, quien preparó una emboscada al recaudador Arriaga, apresándolo y ahorcándolo el 4-11-1780 en la plaza pública del pueblo. El día 10, siguiente, José Gabriel arengó a la población, reunió 25.000 revolucionarios que se rebelaron contra España, autoproclamándose él Túpac Amaru II, sucesor de aquel Túpac Amaru I del siglo XVI.

Unos 19.000 españoles sofocaron la rebelión inca, detuvieron a Túpac Amaru II, lo encarcelaron y juzgaron, siendo condenado a muerte, que fue ejecutada públicamente días después en la plaza de Cuzco, igual que él y sus revolucionarios habían hecho antes con el recaudador Arriaga. Junto con el cabecilla, José Gabriel, también detuvieron a unos 80 familiares, entre ellos, su esposa Micaela Bastida y sus hijos Fernando e Hipólito, éste de 16 años, siendo la mayoría duramente reprimidos y otros deportados a España.

El hermano menor, Juan Bautista, casado con Susana Aguirre, española, nacido en 1747 en Tungasuca, población de Tinta, hay historiadores que opinan que no participó en el levantamiento, pero otros aseguran que sí, auxiliando directamente a su medio hermano José Gabriel. Él mismo declaró en el juicio que sólo había “colaborado”. Juan Bautista, fue por ello detenido en el pueblo de Surimana, el 23-11-1783, por la confidencia de varias mujeres. Él y su familia fueron encarcelados en Cuzco, Lima, El Callao y también en el Castillo de San Juan de Ulúa (Méjico) durante varios años; para después ser deportarlo a España el 1-03-1785.

Salió de Lima en el buque El Peruano el 13-04-1784, siendo luego transbordado en alta mar a la fragata española La Peruana, mandada por el capitán José Córdoba y, finalmente, un buque de Río de Janeiro lo llevó hasta Cádiz, permaneciendo encerrado tres años en el castillo de San Sebastián. Durante el viaje a España, fallecieron su madre, su esposa, un tío muy anciano de 125 años, Bartolomé Túpac Amaru, y un sobrino, debido a los malos temporales soportados en descubierta, por falta de espacio en cubierta.

Después, el 27-06-1788 lo embarcaron en un buque cargado de sal a Ceuta, saliendo desde la isla de León (Cádiz), pasando por Santi Petri-Chiclana. Llegaron a Ceuta cuatro días después, el 1-07-1788. El día 16, el capitán del barco lo presentó al Gobernador, Conde de las Lomas, no como preso, sino desterrado, quien ordenó que lo alojaran en alguna casa particular. Lo albergaron con un platero ceutí que Juan Bautista refiere actuaba en connivencia con el Gobernador. Pidió y obtuvo vivir solo, debiendo presentarse a las autoridades dos días a la semana. En Ceuta conoció el 1-06-1813 al religioso agustino Marcos Durán Martel, sudamericano, también desterrado por motivos políticos; le ofreció su casa y vivieron como hermanos, habiéndole salvado la vida, porque Juan Bautista enfermó gravemente y el amigo lo cuidó y trabajó para él, tratándole con mucha ternura.

La situación de los presos en Ceuta cambió radicalmente con el golpe de estado de Riego en 1820 (su gobierno duró el Trienio Liberal,1820-1823). Fue nombrado ministro de aquel gobierno Agustín Argüelles, también preso político en Ceuta, condenado a servir forzoso ocho años en el Regimiento Fijo de Ceuta como soldado raso; pero enfermó y pasó a confinado, pasando directamente de preso a ministro de aquel gobierno. Era llamado “El divino”, por su brillante elocuencia oratoria. Él y el sacerdote extremeño, Diego Muñoz Torrero, fueron los “padres” y “alma mater” de la Constitución de 1812. De éste, se decía que “sus palabras eran más poderosas contra sus oponentes políticos que mil bayonetas”.

Argüelles, ya como ministro, influyó decisivamente para que los presos políticos fueran puestos en libertad, abonándoles diez reales de vellón a cada uno para poderse marchar a su casa. Pero a Juan Bautista, tardarían en dejarlo en libertad casi tres años, porque el auditor ceutí, Antonio García, cuestionó en su contra que no dependía de Madrid, sino del Consejo de Indias. Pasó en Ceuta desterrado 35 años, hasta 1823 (40, sumados los años preso en Perú y Cádiz). Juan Bautista escribió a Argüelles protestando de que lo retuvieran, y éste ordenó su inmediata libertad.


Pero tuvo la desgracia de caer rodando por una escalera, rompiéndose un brazo. Su amigo del alma, Durán Martel, le buscó un cirujano que lo hospitalizó, tardando en restablecerse cuatro meses; además, renunció a su libertad para cuidar y atender a Juan Bautista, pese a que éste no quería que se quedara por el perjuicio que iba a ocasionarle. Por fin, ambos pasaron a Algeciras, entrando furtivamente en Gibraltar, buscando ser embarcados para América por un americano, Demetrio O´Dalí, que les prometió pasajes, engañándoles luego miserablemente.

Necesitaban dinero y recurrieron a otro desterrado político, Francisco Isnardi, célebre médico desterrado a Ceuta porque firmó la proclamación de la independencia de Venezuela, muy bien situado en la ciudad, al que Juan Bautista apoderó para que le cobrara los atrasos que le debían, aunque éste dijo no haber recibido nada, acusándole aquel de haberse quedado con sus atrasos.

A través del Gobernador de Ceuta, solicitó de nuevo ayuda a Argüelles, que le envió la licencia definitiva para quedar libre. Ambos marcharon para Cádiz, donde un juez dispuso que le abonaran, retroactivamente, los diez reales diarios. Que se le debían. Volvieron a Gibraltar, suplicando al capitán Ague del buque de vela Retrive, dedicado al comercio de esclavos, con salida prevista para América, que los embarcara para Buenos Aires, al que tuvieron que pagar 200 pesos, más 5 libras de tabaco. Embarcaron el 3-07-1822, aunque el buque luego salió el 3-08--1822. A los diez días, Juan Bautista sufrió un desvanecimiento grave a bordo (tenía ya 84 años). El amigo logró reanimarlo, llegando a Buenos Aires tras 70 días de dura navegación.

Ambos solicitaron ayuda al gobierno argentino del general Belgrano, con la intermediación previa de otro preso africano que había estado detenido en Ceuta, Juan Baustirta Azopardo. Belgrano les concedió una pensión de 30 escudos mensuales, casa y comida, pero condicionando todo a que escribiera sus memorias relatando todos los padecimientos que había sufrido desde su detención hasta su regreso, que debía entregar al propio Belgrano, pues pretendía utilizarlas contra España como estrategia de liberación. Efectivamente, escribió su relato muy hostil de 39 páginas, titulado: “El dilatado cautiverio bajo el gobierno español, de Juan Bautista Túpac Amaru”. Una copia del mismo, obra en mi poder.

Si se lee dicho relato, indudablemente, los 40 años de cautiverio sufrido fueron excesivamente desproporcionados y de una crueldad inhumana innecesaria, fruto del tiempo en que los hechos acontecieron, con el previo ahorcamiento público del recaudador Arriaga, que fue el detonante de la posterior independencia de aquellas colonias; más la captura y muerte de su medio hermano José Gabriel y sus familiares, desde el punto de vista de los sentimientos humanos heridos de Juan Bautista por sus sufrimientos padecidos y la pérdida de su familia, podría ser hasta comprensible que se vengara luego en Buenos Aires de España con aquel relato tan acusatorio. Con sólo leerlo, pocos no se conmoverían.

Pero, desde la valoración jurídica de los hechos en él denunciados, no cabe sino calificarlo como documento irrelevante y nulo de pleno derecho, ya que las acusaciones en él vertidas por Juan Bautista lo fueron en el calor de la ira y del resentimiento, de manera que, aun cuando algunas fueran ciertas, estaban “contaminadas” de parcialidad subjetiva, al haber sido escritas a sabiendas de que le fueron “compradas” por Belgrano para presentarlas como víctima de la dominación española y así aprovecharan a sus intereses políticos y a los propios personales de Juan Bautista, a cambio de acogimiento, vivienda, comida y pensión. Los hechos así denunciados, pierden credibilidad y solidez probatoria, al adolecer de falta de imparcialidad objetiva, tanto por parte de Belgrano como de Juan Bautista.

El 6-07-1816, se había inaugurado un congreso en Tucumán, que tenía como objetivo debatir sobre una propuesta de Belgrano para implantar en toda Sudamérica una monarquía constitucional y crear lo que sería la Gran Nación Sudamericana, que comprendería desde el río Mississippí hasta la Tierra de Fuego argentina. Al proyecto se adhirieron, José San Martín, libertador de Argentina, Chile y Perú; también Martín Miguel Güeme, que libró la guerra Guacha, más otros, incluyendo Ecuador, Bolivia, Uruguay, Paraguay, pudiéndose también adherir Venezuela y Colombia.

Previamente, Belgrano y otros pensaron designar a algún príncipe de Portugal o España. Luego, desistieron de Portugal porque la monarquía lusitana del rey don Juan no iba a estar a la altura de la relevancia que exigiría quien dirigiese la Gran Nación Sudamericana. Después, sondearon la posibilidad en España, y casi estuvieron de acuerdo en nombrar al hijo menor del rey Carlos IV, el infante Francisco de Paula; pero se opuso el gobierno español, porque todavía tenía esperanzas de poder reconducir su autoridad en las colonias y también porque se oponía el entonces príncipe heredero, futuro rey Fernando VII.

Acordaron por aclamación designar al sucesor directo del último emperador de Perú que, tras la muerte de José Gabriel, la sucesión correspondía recaer en Juan Bautista, alias Túpac Amaru Inca. Aunque luego el proyecto tampoco prosperó, porque no hubo acuerdo de los congresistas respecto a que la capitalidad de la nueva Gran Nación estuviera residenciada en Cuzco, lo que a los congresistas argentinos y de otros territorios les parecía una aberración; ello hizo que el Congreso desistiera del candidato, a pesar de que era persona muy culta e idónea que se educó con los jesuitas.

El proyecto de Belgrano se vio definitivamente malogrado con la muerte de Juan Bautista el 2-09-1827 en Buenos Aires, con 88 años. Lo enterraron en una fosa común en el cementerio bonaerense de La Recoleta, donde recientemente identificaron sus restos y un acta de enterramiento común en la que figura su nombre. Argentina lo honró en 2008, incoando el Expediente: 4920-D-2008, para erigirle un monolito en Cuzco con tierra llevada de Buenos Aires.

Descansen eternamente en paz aquellos españoles y americanos que sufrieron y murieron por la que entendieron que era su noble y justa causa. La de los españoles: la gran gesta del descubrimiento, colonización y evangelización, con tan extensa obra social de España en América, llevando su cultura y el encuentro civilizador. La de los americanos: Defender su territorio luchando por su legítima independencia y libertad. Los españoles descubrieron un nuevo mundo sólo por ellos logrado; y los americanos pudieron abrir sus ojos y expandirse hacia otro mundo, el occidental, que desconocían, mezclándose la sangre hispano-americana con el mestizaje, para que españoles y americanos de aquellas 20 naciones podamos hoy tratarnos como hermanos.

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