Categorías: Sucesos y Seguridad

Presión en la valla tras el pase de otros dos inmigrantes

Patrullas de la Guardia Civil localizaban en la madrugada de ayer a dos subsaharianos en las cercanías del Serrallo. La pareja presentaba algunas heridas producidas por los cortes sufridos en una nueva burla migratoria al millonario sistema de vigilancia que bordea los más de ocho kilómetros de vallado. Poco tardó la Benemérita en comprobar que los dos subsaharianos habían conseguido entrar superando el entramado de rejas que separa Ceuta de Marruecos, sin que las alertas hubieran saltado ni las patrullas, por tanto, se hubieran movilizado. Se detectó una de las puertas existentes en la valla que está forzada, aunque no se ha podido saber si la misma la forzaron estos inmigrantes u otros con anterioridad.
Ahora la pareja descansa en el CETI, en cuya enfermería, ayer tarde, eran curados de las heridas resumidas en roces y cortes producidos por la hilera de cuchillos que dan forma a las concertinas. Unos elementos disuasorios que siguen presentes en el vallado, a pesar de que en el año 2005 los eurodiputados que visitaron Ceuta y Melilla tras el llamado ‘asalto a la valla’ recomendaron que las mismas fueran eliminadas. ¿La razón? Fueron las causantes de los muchos cortes que sufrieron los más de 200 heridos que dejó aquella dramática madrugada del 29 de septiembre. Años más tarde provocarían incluso la muerte de un subsahariano, que murió desangrado al quedar atrapado en su intento por llegar a Ceuta.
Esas mismas concertinas son las que han causado las heridas de los tres inmigrantes que han conseguido entrar esta semana por la misma vía. En Melilla, al contrario, las órdenes se cumplieron y las concertinas fueron sustituidas por las llamadas sirgas, unos cables de acero que forman un laberinto que, se supone, impiden que el sin papeles avance hacia territorio español. Según Interior es la mejor orografía del terreno melillense la que ha permitido una obra que en Ceuta sería prácticamente inviable de acometer.
El Instituto Armado no quiere hablar de presión y sitúa todas estas entradas en ‘los mínimos’ fallos que pueden darse en un sistema completamente blindado. Los asentamientos de sin papeles existentes al otro lado de la frontera, en Beliones, y las vidas que se está cobrando la vía marítima son motivos suficientes como para intentar reabrir los saltos por las vallas. A esto se añade la mayor vigilancia existente en la playa durante todo el día, lo que obliga a los subsaharianos a tener que realizar las entradas a nado de madrugada con lo que aumenta considerablemente el riesgo, de ahí que opten por intentar esa entrada por alguno de los puntos ‘más débiles’ del vallado. Las últimas entradas que se han producido las ha detectado la Benemérita a posteriori, es decir, localizando a los sin papeles ya en la ciudad, lejos del entorno fronterizo, quedando como única posibilidad su traslado al centro de estancia temporal de inmigrantes del Jaral. Los protagonistas de este último salto son un guineano de 27 años y un marfileño de la misma edad. Mohamaoud y Mahama consiguieron entrar tras el tercer intento de saltar la valla, ya que en los anteriores fueron detectados aproximándose y escaparon antes de su detención, escapándose de nuevo al monte. Así hasta la pasada madrugada. La lluvia les ayudó, les sirvió de camuflaje y, vestidos completamente de negro, consiguieron su meta.
Ya en el CETI se recuperan de un periplo en el que han dejado sus ahorros, consiguiendo superar la última etapa, la del bosque, en la que la falta de alimento, la tensión, y las amenazas de los agentes marroquíes son constantes. Mohamaoud y Mahama pagaron a las mafias hasta llegar a Ceuta, atravesando la frontera entre Mali y Argelia para alcanzar la de  Uxda, adentrándose en Marruecos. Dos meses han tardado en alcanzar su objetivo, convirtiéndose en unos privilegiados en comparación con quienes han invertido gran parte de sus vidas en llegar a la meta.

Dramática situación en los campamentos de Beliones

Alrededor de sesenta personas pueblan ya, de nuevo, los campamentos de Beliones. Ocultos y distribuidos según nacionalidades intentan aprovechar los momentos de suerte para entrar en Ceuta. Cualquier escapada se ha convertido en un camino de riesgo. Por mar, resulta complicado burlar la vigilancia. Por la valla, se topan con la peligrosidad de los cuchillos y la detención que puede llevar a cabo la Benemérita con la posterior entrega a Marruecos, si hay entendimiento entre ambas fuerzas. Aún así lo intentan, sobre todo porque subsistir al otro lado resulta complicado. Las oenegés denuncian la falta de alimentos y hablan incluso de muertes entre aquellos que no aguantan más. Lo asedios de Marruecos, harto denunciados, siguen.

“Esta vez era mi última oportunidad”

Era su última oportunidad. Y la aprovechó. Matar Dabo conseguía esta semana entrar en Ceuta saltando la valla. Herido, exhausto y asustado se lo encontró la Guardia Civil cerca de la ITV. Ahora descansa en el CETI en donde le curan las heridas que presenta en sus piernas, manos, costado y, las más delicadas, en sus pies. Atrás queda una historia de auténtica lucha marcada por varias expulsiones, otras tantas detenciones e intentos a la desesperada por conseguir pasar a Ceuta. Porque ese pasar tiene un significado: el poder empezar una vida nueva.
Matar, que este agosto cumplirá 19 años, abandonó Senegal a los 16, escapando de una escuela coránica en la que le había dejado su madre porque no tenía posibilidades económicas para criarle. Más que escuela aquello era un centro de trabajo en el que los niños terminaban explotados. De aquel centro escapó con 11 años, pero su madre, casada con otro hombre, no podía acogerle en un hogar en el que no se le trataba como a un hijo, en el que si sucedía algo él tenía la culpa, en el que nadie se ocupaba de sus necesidades. Y fue así, sin conocer padre y sin hogar, como Matar, adolescente, empezó un periplo con un único objetivo: escapar. No es que quisiera llegar a Europa. Al menos en principio. Lo que quería era huir, emprender una vida diferente.
Aprendió el oficio de albañil y así pasó por Mauritania, Mali, Argelia y Marruecos. En el camino se quedaron episodios complicados: el encuentro en plena frontera argelina con rebeldes o el trayecto en un todoterreno en el que llegaban a viajar hasta 40 personas, así como la compra de un pasaporte maliense para permanecer en Argelia sin problemas.  Este joven, que abandonó su país en 2009, basaba su vida en trabajar, ganar dinero y seguir adelante escribiendo un capítulo más de su historia. Pero hubo etapas en las que no pudo trabajar para no ser detectado por los agentes y se veía obligado a rebuscar entre contenedores para comer. Viaje en tren de mercancías -oculto entre los engarces de los vagones-, en autobús o por el monte, Matar probó todas las vías hasta llegar a un Marruecos en el que se le abrieron las vías para llegar a Europa.
Hasta en cuatro ocasiones intentó entrar en Ceuta. Dos a nado, y las dos fue detenido y trasladado a Uxda, la frontera entre Marruecos y Argelia en la que los marroquíes te acosan con perros y los argelinos con fusiles. Matar Dabo escapaba una y otra vez. Volvía a esconderse en los montes de Beliones, cogiendo comida para alimentarse durante algunos días e intentando burlar el asedio de los agentes marroquíes. En uno de sus intentos por cruzar a nado tuvo que escapar de los agentes trepando una montaña, descalzo y casi desnudo, escondiéndose de una detención segura que tenía un único significado: la devolución a la frontera de Uxda. Un pastor le dio de comer y le dio algo de ropa, lo básico para volver a ocultarse en los bosques y buscar, esta vez, otra manera de entrar en Ceuta. ¿La alternativa?: la valla.  Hasta en dos ocasiones intentó el salto. La primera siguiendo un ‘plan de choque’ con un amigo. Él saltaría primero abriéndole camino a su compatriota. Tapando su cabeza con una capucha simulaba ser uno de los gendarmes que vigila la valla y así, en un despiste, consiguió saltar. Sufrió graves heridas, sobre todo en las piernas, pero fue sorprendido por la Guardia Civil que lo expulsó, a través de la valla, de nuevo a Marruecos, entregándole a los agentes.
Le esperaba una expulsión segura, pero se apiadaron de él y lo liberar. Se curó de sus heridas en Castillejos. Allí se las cosieron sin anestesia, deprisa, para que no fuera localizado por la Policía. Cansado, débil y asustado regresó al bosque buscando a la desesperada un nuevo salto. El último, su última posibilidad. “Esa noche llovía mucho, no podía subir por la valla muy rápido porque me dolían las heridas. Con la ayuda de Dios lo logré”, señala.

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