Opinión

Algo más preocupante que robar en el super, por Jorge Uriel Gómez

Que rápido nos dejamos cegar con el escarnio ajeno. El in fraganti de Cifuentes, el asalto al Mercadona del diputado de Podemos Cañamero, los miles de millones de los EREs andaluces, o cualquier otra sinverguenzada con la que nos regalan continuamente la clase política más baja que ha conocido la democracia, no es nada comparado con lo que está pasando en el seno de nuestra sociedad globalizada. Poco se puede esperar de una sociedad en la que matar a los niños en el seno de sus madres, no sólo no es delito, sino que se ha convertido en un derecho.

De facto, poco tiempo ha pasado de este supuesto derecho a ampliarlo con la eutanasia a los mayores, donde hemos recorrido velozmente el camino que va de reconocerles el sacrificio hecho por la sociedad y la familia, a pedirles que se mueran para no convertirse en un estorbo económico y social; incluso hay destacados líderes de Podemos que los culpabilizan de todos los males de la democracia y piden su desaparición; justo lo contrario al raciocinio: en lugar de contar con la sabiduría de la experiencia, se la desecha como a la basura.

Y que decir de la eugenesia filonazi, en la que miles de niños aquejados de Síndrome de Down son asesinados y otros con otras afecciones que bajo el eufemismo de selección artificial, se les niega el derecho a la vida.

¿Qué diferencia hay, en términos de barbarie, entre matar a un sordo o un ciego o una persona con Síndrome de Down en el vientre de sus madres, lugar que debería ser el más sagrado del mundo; a asesinar a un judío en los campos de concentración nazi de la II GM? Hemos llegado al penúltimo escalón de la ceguera, de la brutalidad más absoluta, del marxismo más feroz y destructivo que ha conocido la humanidad: el Estado se ha arrogado el derecho sobre la vida y la muerte de los ciudadanos.

El caso del bebé Alfie, donde un juez inglés ha dictado sentencia de muerte contra el infante, obligando a quitarle toda ayuda médica para su supervivencia y negándole la salida del país hacia el hospital del Vaticano Gesu Bambino, pese a la petición desesperada de los padres para salvarle la vida. Es el fracaso más absoluto como sociedad que está cometiendo la vieja Europa al sucumbir a los efluvios de la necrofilia ideológica de lo políticamente correcto. En Inglaterra tú puedes volar a Holanda para cometer “suicidio asistido”, pero no a Italia para salvar tu vida.

Alfie Evans está siendo asesinado con lentitud para ahorrarse una cama en el hospital, evitar el riesgo de que se evidencie un error médico diagnóstico, y para dejar claro que tu vida pertenece al Estado. Alfie está contestando a esto negándose a morir minutos después como le diagnosticaron inicialmente. Cuando escribo esto ya lleva días sin nutrirse y sin asistencia médica. Con su negativa a obedecer a los anti-médicos y morirse de inmediato, Dios, a través de ese niño nos está dando una lección a la humanidad.

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