El autor del pregón de Navidad deleitó a los asistentes con una mirada a las fiestas tal y como se vivían hace décadas y no dejó en el tintero a personajes y situaciones que están en la memoria de los ceutíes
Pepe Jordán, el pregonero de la Navidad, echó la vista atrás para recordar cómo se vivían las fiestas en la ciudad décadas atrás. Fue un pregón donde no faltaron las alusiones a su infancia y a aquellos protagonistas que han perdurado en la memoria de los ceutíes.
“Como no recordar aquel enorme tenderete de zambombas y panderetas, triángulos y bombos que el Cateto montaba en la Plaza de los Reyes, tradición que más tarde mantuvo la familia Comino. Muy cerca de ellos, en la puerta del cine Apolo, nuestro querido Paco el Gordo nos vendía los cartuchos de madroños, que con las garrapiñadas de Panol en el Paseo de las Palmeras y las castañas asadas del Cañailla era señal de que se acercaba la Navidad”.
En esta mirada al pasado no podía faltar una tradición que aún se mantiene con fuerza en nuestros días.
“Te mandaban por carta participaciones de Navidad. Comprar un décimo para el Gordo era difícil, así que se compartían entre familiares y amigos”.
Y cómo no, Jordán realizaba una mención obligada a los tradicionales bocados navideños.
“El turrón blando y el duro eran los únicos que teníamos. Época del polvorón de toda la vida, junto a los pestiños y roscos que las abuelas habían hecho días previos, amasando en ese lebrillo que solo aparecía esos días y donde cada casa era un bullicio. Todos los niños metíamos las manos, incluso en el aceite hirviendo, para probarlo y siempre acabábamos con un Fuera, vete a la calle”.
Paseos por las veladas tras la cena o la comida de Navidad, la Misa del Gallo o los villancicos acompañados de las bebidas que más se estilaban en la época. Y una mirada más hacia la Nochevieja con las tradicionales uvas, la fiesta en el Casino Militar a la que acudían los jóvenes o los nervios previos al día de Reyes.
Jordán realizó este viaje desde el pasado hasta el salón de actos del Palacio Autonómico, recuerdos tan solo interrumpidos por los villancicos del Coro de Juan XXIII y que finalizaban con una interpretación del ‘Cascanueces’ de Tchaikovsky a cargo de las alumnas del ballet de Rosa Founaud.