Opinión

La Guerra de Ifni-Sáhara 1957/58: El precio de una medalla militar, por Antonio Herrero Andreu

“El 23 de noviembre, al quedar los puestos cercados por el enemigo, el mando ordena que una sección al mando de un teniente se traslade a liberar el puesto de Telata”

Para la concesión de la ‘Medalla Militar Individua’ se tiene que reunir una serie de hechos relevantes, que una vez reunidos por el Mando concluyen con la concesión, bien sea individual o colectiva. Desgraciadamente muchos no le pueden lucir sobre su pecho por haber caído en acción de guerra. Otros a los que le sobraban méritos, por esa máquina de la “burocracia”, sus expedientes para el juicio contradictorio se quedaron durmiendo en un cajón como así dijo la gloria de las letras por más señas soldado de Infantería de Marina, “Cosas veredes Sancho”.

Una sección de valientes soldados

El 23 de noviembre, al quedar los puestos cercados por el enemigo, el mando ordena que una sección al mando de un teniente se traslade a liberar el puesto de Telata, cercado por el enemigo y con varios muertos y heridos. Se ofrecen voluntarios encabezados por el teniente Antonio Ortiz de Zarate y Sánchez de Movellan, el sargento Moncada Pujol, dos cabos 1º y varios soldados paracaidistas, el capitán-médico José Freixas Otto y el brigada practicante Manrique, así como los conductores de dos camiones, un Jeep Comando y la ambulancia.

Antes de partir esta sección, llegan el general gobernador Mariano Gómez Zamalloa y el entonces comandante jefe de la II Bandera Paracaidista Tomas Pallas Sierra, diciéndoles que unos compañeros suyos están sitiados, sus vidas corren peligro y la única salvación depende de nosotros.

Las caras de aquellos jóvenes paracaidistas reflejaban por una parte incertidumbre y nerviosismo, pero sobrepasando lo anterior destacaba la emoción de saber que de ellos dependía la vida de sus compañeros sitiados, no dudando en arriesgar sus vidas por salvar la de sus compañeros, y de ello puede dar fe tras las palabras del comandante Pallas, las que expresó el teniente Antonio Ortiz de Zarate que así arengó a sus paracaidistas y a sus mandos: “Entraré en Telata o en el cielo”.

Del teniente Ortiz de Zarate poco se puede añadir a lo publicado en muchos reportajes y artículos, pero conviene destacar la opinión del que fue su capitán Juan Sánchez Duque que así escribió: “El teniente Ortiz de Zarate era un militar de cuerpo y alma. A los 11 años se formaba en la cabecera de su cama les órdenes militares y el momento más grande su vida fue el día que juró la bandera en la Academia General Militar”.

Tras su salida como teniente de la Academia General Militar solicita voluntario a la Legión, siendo destinado al IV Tercio ‘Alejandro Farnesio’ en Villa Sanjurjo, y de aquí al crearse la Agrupación de Banderas Paracaidistas y tras realizar el correspondiente curso, se incorpora a su unidad la II Bandera Paracaidista a la 7ª Compañía, la que tendría el alto honor de haber saltado el primer salto paracaidista en acción de guerra. El teniente Ortiz de Zarate era uno de esos hombres que se hace querer y respetar. Sus paracaidistas le adoraban porque no solo era su teniente, era para ellos un padre que siempre se preocupaba por todas sus necesidades.

Un caso emocionante de la hermandad militar

El teniente Ortiz de Zarate aquella madrugada del mes de noviembre de 1957 partía de Sidi Ifni con su sección compuesta por 37 paracaidistas divididos en tres grupos de combate, cuatro conductores, un capitán médico y un brigada ATS. Todos eran conscientes de la difícil situación para liberar el Puesto Telata, pero a su vez ilusionados por saber que iban a liberar a unos compañeros sitiados por el enemigo.

Un hecho que a mi emocionó es el relato de mi gran amigo José María Contijoch, entonces soldado de policía. Aquella madrugada se despedía de su amigo, como él le llamaba, ‘Conti’. Al despedirse, el cabo Eugenio Freile Hidalgo, que salía en una misión de guerra, como iban a llegar tarde le dijo que le diría al cocinero que le guardase la cena. Como si lo presintiese, le dijo ‘Conti’: “Creo que no podré cenar pues tengo el presentimiento que no regresaré”. Efectivamente, cayó junto a otros compañeros del batallón ‘Soria 9’.

El recorrido de Sidi Ifni a Telata eran unos 30 km aproximadamente. En dicho trayecto la columna del Teniente Ortiz de Zarate, se encontró con la carretera cortada con piedras y troncos. Una vez despejada, continuaron la marcha, pero un poco más adelante apareció de nuevo la carretera cortada, y aquí es donde son atacados por fuego de fusilería, ametralladora y morteros. También es aquí donde sufren las primeras bajas de muertos y heridos, organizándose la sección en defensa de los puestos que tenían asignados, todos ellos con un espíritu admirable, olvidando todas las fatigas, enfrentándose a un enemigo superior en hombres y con mucho mejor armamento que el obsoleto de los paracaidistas. A pesar de ello, lucharon sin desmayo como así lo avaló con su pluma un periodista que cubrió la información desde primera línea de fuego: “El cerco enemigo duró nueve días. Resistieron sin agua y tenían que suplir el agua con hojas de chumberas. ¡Terrible pero esto era la guerra! El teniente Ortiz de Zarate se multiplicaba para atender toda nuestra seguridad. Hacía lo que un padre con sus hijos. Un verdadero ejemplo. Lloramos como niños ante aquel cuerpo inerte, con la seguridad que ni lo abandonamos ni los arrebataron”. Isaias Cardasco Martin, caballero legionario paracaidista. 7ª Compañía. II Bandera. (Fernando Ors. Periodista. ‘El Alcázar’. 10 de diciembre 1957).

Cuando un disparo segó la vida del teniente Ortiz de Zarate, los paracaidistas alrededor de su cadáver lloraban como niños. Había muerto no solo el jefe, algo más, el padre que cautivaba a todos sus hombres por su gran humanidad y cariño a sus paracaidistas.

El día 2 de diciembre, el paracaidista Vicente Llobell Ferrero empezó gritar: “¡Ya están aquí los nuestros!”. Un tiro del enemigo le atravesó la ingle. Efectivamente, una columna de tiradores y de la Legión, se abrazaban con lágrimas en los ojos ante aquel puñado de héroes. Recogían los muertos y heridos y se trasladaban a liberar el puesto de Telata.

El texto de este periodista es más que elocuente: “Un teniente joven de 25 años resistió heroicamente junto a sus paracaidistas. Lucharon con un alto grado de sacrificio. El general Zamalloa sobre su féretro impone la Medalla Militar Individual”. (Ernesto Salcedo Vilches. ‘El Español’. 21 de diciembre 1957).

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