La hegemonía política del PP en Ceuta se está convirtiendo en un problema de gran calado que amenaza con dejar secuelas irreversibles. Más allá de un legítimo e incuestionable derecho a imponer su criterio sobre las principales decisiones en el ámbito de la vida pública (consecuencia de su amplio apoyo popular), tan prolongado periodo de un omnímodo (y abusivo) ejercicio del poder, está logrando inocular en el cuerpo social su venenosa concepción de cómo vertebrar la convivencia. El sectarismo, la segregación y la jerarquización, se instituyen como los principios rectores de la vida social. Justo lo contrario de lo que requiere una Ciudad en construcción (como la nuestra), sumida en una inquietante crisis de identidad.
Ceuta necesita abrir espacios de entendimiento. La brecha generacional sobre la visión de Ceuta; el insondable abismo entre culturas y la profunda fractura socioeconómica; nos obligan a desarrollar un vasto proceso de diálogo para definir y consolidar las señas de identidad de la Ceuta del siglo veintiuno incorporando todas las miradas y perspectivas, en un proceso de síntesis valiente, sincero y generoso.
Y sin embargo, el PP se obstina en dinamitar todos los canales de comunicación. En un fatídico error histórico, ha interpretado su (reiterada) mayoría electoral como una “patrimonialización de la verdad”. De este modo, el noble concepto del consenso, tan útil para tejer redes sólidas y duraderas, ha sido suplantado por el engañoso de la adhesión, siempre efímero y fuente de resentimiento. El PP, imbuido de una infinita soberbia, ha llegado a la conclusión de que nadie tiene nada que aportar. Su concepto de Ceuta es único, monolítico y hermético. Todo lo demás son nimiedades prescindibles. En consecuencia, cualquier foro de debate o participación ciudadana se convierte en una pérdida de tiempo. Es mejor disolverlos (así sucedió, por ejemplo con el Consejo de la Juventud, el Consejo Económico y Social o la Mesa por la Economía). Todo intento de promover el debate sobre asuntos de cierta trascendencia es rechazado (como la elaboración de un Proyecto Educativo de Ciudad), intencionada y sibilinamente frustrado (como la aprobación de una Ordenanza del Fomento de la Convivencia), o sencillamente olvidado (como el Plan Estratégico para la reactivación económica).
Este sectarismo, practicado de manera contumaz y continuada, ha ido construyendo una verdad oficial, absolutamente distorsionada. El PP ha puesto en marcha una potente maquinaria propagandística cuya finalidad es trasladar la idea de que “su” Ceuta es la Ceuta de todos. Lo hemos podido comprobar recientemente con motivo de la celebración del Día de Ceuta (incluido un vergonzoso discurso de partido y una endogámica entrega de medallas) y en la concesión del Premio Convivencia (devenido en un acto de partido). El PP, que trata a la ciudadanía como si fuera menor de edad, se declara a favor de la interculturalidad; y lo demuestra organizando una degustación gastronómica (no se si se puede superar tal nivel de patetismo). Dice que cuenta con todos los partidos políticos, y les asigna en los actos oficiales un papel de vulgares palmeros, obligados por protocolo a legitimar desde un silencio inexplicablemente cómplice un mitin de la ideología más reaccionaria.
El PP está convencido de que puede perpetuar este modelo. Ente otros motivos, porque piensa (los hechos le han reforzado esta convicción) que es capaz de abortar cualquier brote de disidencia. Para ellos, en Ceuta, todo es susceptible de ser comprado. Moviendo habilidosamente los hilos desde las administraciones públicas, se pueden gestionar las prebendas, privilegios y componendas suficientes para neutralizar toda contestación.
El problema es que esta estrategia de la ocultación, aunque tenga éxito (que lo tiene) y sea útil a corto plazo para sus intereses, no cambia la realidad. Fuera de los focos, en la sordidez de lo invisible, sigue fluyendo, de manera desordenada, imprevisible y por momentos convulsa, todo un vendaval de sentimientos y actitudes, que nadie quiere saber en qué pueden cristalizar. Aunque Lo harán.
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