Opinión

Posibles causas del Desastre de Annual (1)

El año 2020 se cumplió el Centenario del Desastre de Annual, en nuestra guerra con Marruecos. Y, creo que nada por aquel funesto "desastre" teníamos que celebrar, debido al indigno y miserable trato que recibieron nuestros soldados españoles por parte de los marroquíes, infligido por sus tropas, y por cuya contienda sólo hay que sentir desprecio, amargura y rabia contenida por tan oprobiosos hechos que condujeron a la vejación, tortura y muerte más atroz de unos 20.0000 militares españoles entre civiles, detenidos, desaparecidos y otras víctimas de aquella locura tan salvaje, en lo que fue una flagrante violación del más elemental Derecho humanitario de guerra.

Ni siquiera murieron los nuestros en una batalla abierta luchando frente a frente, donde el soldado español ha dado siempre pruebas inequívocas de su indómito arrojo y valor, sino que murieron en una emboscada, presos de pánico, sorprendidos por los súbitos acontecimientos que en sólo unas horas se le vinieron encima al verse arrollados por una masa de rifeños que en forma de alud se les descolgaron de las montañas, envolviéndoles inesperadamente cuando ya se retiraban la mayoría, incluso desarmados exhibiendo pañuelos blancos de paz en alto. Y eso, como simple español que soy, me duele en mis propias carnes y hasta me creo en el "deber moral" de denunciarlo aquí.

Entre las muchas y bárbaras atrocidades contra los españoles cometidas y tan horrendos crímenes contra ellos perpetrados, como matarlos vivos a degüellos, decapitándolos, abriéndoles en canal con afiladas dagas, mutilaciones y amputaciones de piernas, brazos y hasta órganos genitales que les cortaban vivos para introducírselos por vía bucal con gran saña, quemándoles vivos, saqueando a los cadáveres tras pasarlos a cuchillo, más numerosos actos inhumanos propios de salvajes y no de gente mínimamente civilizada, más propio de "chusma" sin dignidad ni decoro de no saber vencer con honor y magnanimidad, no consiguieron otra cosa que mancharse de deshonra y deshonor.

En aquella derrota intervinieron una serie de factores muy variados que, habiéndose cobrado tantos miles de vidas españolas, creo que lo que sí se hace de todo punto necesario es analizar, no sólo por prestigiosos militares y estrategas que ya antes lo han hecho, sino también por escritores civiles, incluso inexpertos en la materia – como es mi caso - para que, al menos, sean sacadas a la luz de forma objetiva, imparcial y totalmente independientes algunas de las causas de aquella fatídica derrota. Y, también, es bueno que las nuevas generaciones de españoles lo sepan, por si ello puede servir de lección para todos y para que nunca más vuelva a darse una catástrofe humana de tal magnitud.

Veamos, en primer lugar, algunos de los errores que pudo cometer el que fuera Comandante General de Melilla, Manuel Fernández Silvestre. Y, al efecto, hay que comenzar diciendo en justicia que dicho general era un militar prestigioso, valiente, gallardo, bravo y audaz, que hasta entonces había luchado de forma invicta y heroica en Cuba y en el Protectorado español en Marruecos, habiendo prestado excelentes servicios a España antes del Desastre. Era un jefe aureolado por los éxitos de sus campañas anteriores en Larache, todo un patriota, con valor más que acreditado y muy digno profesional de la milicia, de noble enardecimiento, que siempre elegía para él el sitio de mayor responsabilidad y peligro; de trato afable y de corazón muy cercano a los problemas de sus subordinados.

Lo que no obsta para reconocer que, quizá llevado por su ímpetu y arrojo impulsivos, en Annual, pudo cometer involuntariamente numerosos errores que también es bueno poner de relieve para que de ello puedan extraerse enseñanzas, sobre todo, en el sentido de que todo superior que en el Ejército tenga bajo su mando la posibilidad de llevar al combate a tantas personas y medios, ha de ser en todo momento lo suficientemente reflexivo, sereno, ponderado, responsable, prudente y sensato en la toma de decisiones como para no adoptarlas con ligereza ni altivez, sin antes sopesar el alcance de sus órdenes y contar con las debidas garantías de que no se va a poner inútilmente en peligro la suerte de tantas vidas humanas. Como decía con salero tífico sevillano un soldado cuando yo hice la mili: "Un hombre, no se cría en una maceta. Les cuesta mucho a sus padres sacarlo adelante".

A mi modesto juicio, el primer error imputable a Silvestre es haber iniciado una ofensiva general en profundidad de forma prematura e insuficientemente planificada, sin contar con unas fuerzas suficientemente preparadas y sin los medios adecuados que le hubieran permitido asegurar el éxito desde el principio hasta el final, pues si bien es cierto que toda operación ofensiva conlleva la asunción de riesgos por muy bien programada y planificada que esté, no lo es menos que él había tomado posesión en Melilla el 14-02-1920, y ya ese mismo día planteó al Alto Comisario, general Berenguer, planes para iniciar un avance que extendiera su acción sobre un área que alcanzara desde Melilla hasta Annual. Es decir, nada más saber que iba a ser nombrado, ardía ya en deseos incontrolados de iniciar las operaciones, sin sopesar las consecuencias.

Reunió a prisa y corriendo 7.368 hombres y comenzó a avanzar el 7-05-1920. A menos de tres meses de su llegada, ya había dado comienzo a tan importante como arriesgada operación, empezando por Dar Azuqaj, para proseguir, sin solución de continuidad, hacia Tamasmit, Arrayén, Afsó, Dar Drius, Zamia de Abd el Kader, Abbda, Ain Kert, Azur, Hamuda, Tizi Sarguas, Azib de Midar, Ison Larsen, Bu Afora, Ben tieb, Beni Ulixech, Kadur Naamar, Monte Mauro, Beni Said Yebel Hudia, Abarrán, Igueribe, Sidi Dris; habiendo avanzado hasta 130 km hasta Buy Meyán y Annual. Lo que se cree que supuso una temeraria penetración, con una dispersión de las fuerzas en un cordón de unas 144 posiciones y fortines casi completamente aislados entre sí, que formaban una media luna que partía del Sur de Melilla y llegaba hasta Sidi Dris, al Oeste.

Esas posiciones o blocaos habían sido construidos en puntos altos, sin agua, con insuficiencia de víveres, en terreno escabroso y lugares aislados que hacían muy difícil la llegada de convoyes incluso utilizando acémilas de carga, habiendo alargado demasiado sus líneas de abastecimiento, con exiguas posibilidades de comunicación entre sí y con condiciones de vida muy difíciles. Mas, excepto los oficiales y suboficiales que eran entonces los profesionales de las Fuerzas Armadas, la tropa estaba formada en su gran mayoría por soldados de reemplazo obligatorio, a los que les tocaba por sorteo hacer la "mili" en África por su quinta, porque sus padres no disponían de medios económicos necesarios para pagar la llamada "cuota" eximente del servicio, frente a los que sí podían pagarla, para que tan vergonzoso dinero pudiera librar a los ricos de ir a la guerra, eximiéndose también del riesgo de morir en ella. Esa creo que fue una enorme injusticia del Ejército de entonces. La guerra deben hacerla todos los españoles útiles que resultaran aptos, y no poner de "carne de cañón" sólo a los que sus padres no podían salvarles de ir a ella por su injusta pobreza de nacimiento u origen.

Buena parte de aquellos soldados eran entonces analfabetos, ni siquiera habían terminado la instrucción militar, llevaban sirviendo sobre un mes, mal adiestrados en las armas, sin experiencia alguna, debiendo manejar fusiles viejos, obsoletos y en mal estado, como el Máuser modelos 1893 y 1895, que yo mismo en 1958 manejé, tenían escasos conocimientos del armamento y material que debían manejar y mal pertrechados; muchos de ellos adquirían enfermedades típicas de África (tifus, paludismo, malaria), sometidos a un clima de mucho calor de día e intenso frío de noche, con numerosísimas bajas médicas, mal calzados con abarcas y alpargatas de esparto, mal alimentados, mal pagados, con una Artillería desfasada que procedía de la campaña de 1909; en el campo de batalla se necesitaban ametralladoras y morteros, disponiendo de sólo tres ambulancias y 20 camiones; necesitándose otra clase de material más eficaz para el combate.

En febrero de 1921 el alto comisario, Berenguer, envió varios informes al ministro de la Guerra, Vizconde de Eza, detallándole las insuficiencias en los suministros, que siguieron sin llegar. Según declaraciones del teniente coronel de Estado Mayor, Dávila, a mediados de junio de 1921, "Melilla no tenía medios para continuar desarrollando operaciones, sino sólo para actuar a la defensiva". Y si bien éste no fue un error de Silvestre, sino de los políticos y del Gobierno de entonces que no facilitaron los medios y se perdían en el Congreso con inútiles y estériles descalificaciones, insultos y oposición férrea y sistemática siempre que de facilitar medios al Ejército se tratara, pero sí recaía sobre Silvestre el deber, la grave responsabilidad, de no llevar a sus tropas, por su propia iniciativa, a una ofensiva generalizada con medios tan precarios en un territorio tan difícil.

En principio, todo iba fenomenal, se avanzaba y conquistaban cabilas y posiciones cada día más, apenas tenían bajas porque los rifeños casi no oponían resistencia, también a ellos les cogió en principio desprevenidos y fue una operación relámpago a modo de paseo militar. Y mientras todo iba bien, Silvestre era tenido como un héroe y gran estratega, que parecía que en tiempo récord iba a pacificar toda la zona Oriental del Protectorado. Él mismo se vanagloriaba con arrogancia y pretenciosidad, pretendiendo ser el estratega más lúcido y más rápido en la conquista del territorio que en la Zona Occidental en la que Berenguer estaba volcado.

Según el teniente coronel Dávila, jefe de Sección de campaña, la toma de Abarrán se debió más bien a un pique con Berenguer, ya que hizo el siguiente comentario: "Así como el general Berenguer tiene a un Castro-Girona que le ha regalado Xauen, yo tengo en la Policía un comandante de huevos (coronel Morales) y quiero explotarlos, y él me va a dar Aberrán (Dávila Jalón en "Una vida al servicio de España, General Fidel Dávila Arrondo 1878-1962", página 463). Y eso es lo que se cree que nunca debe hacer un jefe militar mínimamente responsable, llevar a sus hombres a exponerlos en el combate simplemente para entrar en pugna o competición temeraria con sus compañeros de armas.

Y, aunque él, encumbrado con sus notables avances, no viera con la necesaria clarividencia los peligros a los que exponía a sus hombres, al menos debieron hacerle recapacitar los numerosos avisos y serias advertencias que en tal sentido recibió tanto de su superior, general Berenguer, como de sus propios subordinados, que reiteradamente le pusieron sobre aviso del riesgo que corría si continuaba la ofensiva. Así, el 19-07-1920, el coronel Gabriel Morales, jefe de la Policía Indígena que conocía perfectamente el terreno, ya le avisó del peligro de continuar avanzando hacia el Oeste dejando en la retaguardia a los de Beni Said, diciéndole en un informe: "No puede darse un paso más hacia el Oeste dejando a la espalda un enemigo fuerte con elevada moral que en un momento dado podría crearnos un conflicto, ya que el límite Oriental de la cabila no dista más de 30 kilómetros de Melilla".

Y Berenguer le exigió conocer de las operaciones, y en dos ocasiones le recriminó que no le hubiera informado de alguna de ellas, a pesar de que le dio libertad de planteamiento en la estrategia a seguir, siempre que no se saliera de sus instrucciones. Por su parte, Antonio Got, profesor que visitó Alhucemas con el coronel Morales, avisó a Silvestre que Abd El-Krim le había dicho que los españoles no debían cruzar el río Amerkán, porque si lo hacían, los de la tribu Temsaman y los Beni Tuzín irían a la guerra. Y, sin embargo, como estaba obcecado con seguir avanzando, el 1-06-1921 mandó al comandante Jesús Villar, de la Policía Indígena, a establecer una posición en Temsaman, en el monte Abarrán, cruzando dicho río, a sabiendas también de que la montaña era sagrada para los musulmanes.

(Continuará próximo lunes).

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