Es la tragedia que no cesa. La que vuelve a sacudir nuestras conciencias. Son Ilham y Souad. Conocer sus nombres nos ayuda a empatizar algo más con sus historias. Saber que una deja tres hijos, que ambas se doblaban sus espaldas para pasar bultos y ganar algo de dinero, que tenían que soportar una entrada indigna cuando ‘tocaba’ el turno de mujeres no hace sino aumentar el dolor que, en mayor o menor grado, se puede tener.
Hay quien ante esta tragedia ni sufre ni padece. La frontera y lo que en ella pasa es como si no nos afectara en nada. Sufrimos por muertes visionadas en películas, por tragedias de telenovela y no por lo que sucede en la puerta de entrada a nuestra ciudad.
Ilham y Souad son nombres de mujeres. De trabajadoras que se veían obligadas a hacer esa labor que a nadie gusta. Porque no creo que atraiga eso de hacer cola desde primera hora de la tarde para esperar el momento de pasar. Ponerse hasta pañales para no perder el turno, soportar vejaciones, golpes, robos... pueden añadir lo que ustedes quieran.
Aunque rellenara esta columna de calificativos habría quien seguiría sin sufrir, seguiría pensando que ‘ellas se lo buscan’ o manifestara aquello de ‘¿qué tiene que ver esto con nosotros si ha pasado en el otro país?’. Dios mío. ¿Llegará alguna vez la dignidad en su sentido pleno a nuestras vidas? No lo creo, vamos de mal en peor.
No se puede mirar hacia otro lado, ¿sufren más por el drama de una telenovela?
Son seis las mujeres que oficialmente han muerto ya en un año. ¡Es una burrada para que esto pase ante nuestras miradas y corazones como algo normal! No cuento las heridas, ni las golpeadas, ni las atacadas, ni las hundidas y vejadas como mujer... Ni sé cuántas son las que han soportado la carga de bultos como si fueran animales, golpeadas a porrazos, sometidas a chantajes.
Antes que estas muertes hubo otras en la época del Biutz, ¿las recuerdan? Murieron a golpes, hundidas, aplastadas... Representan lo más inhumano que podamos asimilar.
Hoy no puede ser un día más, otra jornada cualquiera. Hoy no puede pasar esta tragedia delante de nuestras narices. Hoy la clase política debe hablar. Hoy los gobiernos español y marroquí deben sentarse para aclarar conceptos, ideas y reconocer, antes que nada, que estos negocios indignos no pueden ser permitidos por más tiempo.
A ellas les llorarán sus familias, sobre ellas se escribirán cuatro crónicas, las enterrarán y las olvidarán hasta otra desgracia, hasta una nueva aberración. Pero ustedes solo piensen por un momento que solo una línea les separa de todo esto.
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