Categorías: Opinión

Por una democracia real para los ciudadanos

Estamos en elecciones. Y aunque parece una obviedad reivindicar una democracia real para los ciudadanos, no lo es. El denominado “Movimiento 15-M” lo está haciendo. Lo que, según algunos, se está pidiendo es “reanimar la democracia”. Sin embargo, otros piensan, no ocultando su enfado, que muchos de los que se han sumado ahora a los jóvenes en la Puerta del Sol de Madrid, quizás no lucharon cuando debieron hacerlo. Algunos, incluso, creen que todo es un montaje de Rubalcaba para quitarle votos al Partido Popular, pues esto recuerda mucho las famosas concentraciones frente a las sedes de dicho partido hace casi ocho años. Y nuestro Ministro del Interior, que sabe como nadie usar la opinión pública en su beneficio, nos decía en la televisión que la policía actuaría con suma prudencia y proporcionalidad, y que la ciudadanía no debía alarmarse porque dichas manifestaciones estaban siendo absolutamente pacíficas (las manifestaciones de los parados de Ceuta también eran pacíficas y sin embargo, su delegado en Ceuta las prohibió, con la ayuda de Vivas, que remató la faena multándolos por hacer ruido en la ciudad más ruidosa de España). Y casi todos los comprenden. Menos los jueces, que por un voto de diferencia han decidido que son ilegales dichas concentraciones. Una curiosidad, después de que otros Jueces hayan admitido a Bildu en las elecciones. Pero esto es lo que hay.
También los movimientos de los ciudadanos de los países árabes eran cosa de islamistas, primero, de agentes extranjeros, después, de elementos desestabilizadores y traidores, más adelante. Todo ello depende del prisma desde el que se mire. Lo cierto es que, gracias a las redes sociales, fundamentalmente, miles de jóvenes sin futuro, han dado al traste con dictaduras de décadas. Y aunque parecía que a nosotros no nos llegaría, pues, en teoría nosotros somos el “mundo civilizado” y ellos los que se tienen que democratizar, resulta que aquí, el futuro de nuestros jóvenes es el mismo. “Juventud sin futuro, sin casa, sin curro, sin pensión y sin miedo”, como reza en sus camisetas. Porque lo que ocurre en el mundo es que en muchos países no hay democracia, pero en los que la hay no es real. Mandan los que tienen el dinero y el poder. Como siempre. Y cuando algunos se rebelan contra lo políticamente correcto, cuando pretenden hacer política, a pesar de las elecciones, o incluso al margen de ellas, es el sistema el que intenta expulsarlos.
Por ejemplo, las grandes empresas españolas ganaron en 2010 un 4,3% más que en 2009, pero el 1,8% de los trabajadores de esas compañías perdieron su puesto de trabajo. Es el caso de Telefónica, que obtuvo en ese año 10.167 millones de euros de beneficios, y en 2011 anuncia una reducción de plantilla del 20%, lo que supone la pérdida del puesto de trabajo a 5.800 empleados.  Mientras tanto, los altos ejecutivos de estas firmas ganaban una media de 6 millones de euros al año. Uno de ellos, Daniel Maté, ha saltado a los medios por haberse situado en el número cuatro de los más ricos de España. La razón es la salida a bolsa de su empresa, Glencore, el mayor intermediario de materias primas del mundo. Esta empresa, radicada en Suiza, hace un par de semanas reveló al banco UBS, según el Financial Time, que había hecho una gigantesca apuesta especulativa sobre el incremento de los precios del trigo y del maíz en las primeras fases de la sequía rusa del pasado verano. Esto fue el origen del repunte de precios de estas materias, con posterioridad a la crisis financiera internacional, que ha llevado el hambre y la ruina a millones de pobres de todo el mundo. Esta es la cuestión. Hay un tremendo déficit de ética y de responsabilidad social en las empresas, que está socavando los cimientos de las democracias occidentales.
Por todo ello, me creo más a esa juventud sin futuro, que a todos los políticos que se movilizan para pedirnos el voto cada cuatro años, pero que nos reclaman silencio y resignación el resto del tiempo. Pero, a pesar de ello, ejerceré mi derecho al voto. Sin dar ningún cheque en blanco a nadie. Sin pensar que con ese derecho ya me tengo que callar durante cuatro años. Ejerciendo la oposición como ciudadano frente a todo aquello que hagan los que manden, que entienda que nos perjudica. Participando activamente en todos aquellos actos que tengan que ver con el ejercicio real de la política. Expresando mi opinión frente a todo aquello que suponga un aprovechamiento particular de la cosa pública para intereses espurios. Por eso me voy a sumar a los que han hecho de la igualdad el lema de su campaña. A los que han prometido seguir peleando por Ceuta, incluso aunque no obtengan representación en la Asamblea. A los que entienden la política como un compromiso con ellos mismos y con los ciudadanos. A los que son felices, porque saben lo que quieren y actúan conforme a sus principios. Estos son los míos y a los que voy a votar.

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