Cuando comenzaban las negociaciones entre el Partido Socialista y Unidas Podemos para la formación de un gobierno progresista y de izquierdas, recibimos un documento muy importante titulado “España avanza: Propuesta Abierta de Cooperación para un Gobierno Social, Feminista, Ecologista, Europeísta y Progresista”. Se trataba de la propuesta del Partido Socialista para la negociación. Lo leí con detenimiento. Lo comparé con lo que decía Unidas Podemos en los mismos puntos. No encontré diferencias de calado que hicieran peligrar la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. Por eso, pese a las noticias de los medios, yo fui optimista hasta el último segundo. Mi decepción, nuestra decepción colectiva, llegó cuando vimos en la televisión a un Pablo Iglesias balbuceante, con ojeras (quizás por ser consciente de las consecuencias de lo que iba a hacer), “renunciar” al Ministerio de Trabajo a cambio de las “políticas activas de empleo”, tal y como decía que le había recomendado pedir un “importante representante del Partido Socialista, con mucha autoridad moral en el partido”. Es lo que reveló en su discurso. Quedó retratado. Comprendí entonces, que una persona que no es capaz de asumir sus propuestas y tiene que usar a otras como supuestas responsables de lo que pide, carece de la madurez suficiente para poder situarse al frente de un país. Los que nos dedicamos a la enseñanza vemos a diario situaciones de este tipo en muchos jóvenes.
Pese a que estaba claro cuál iba a ser el resultado final, aguantamos estoicamente el recuento (nunca hemos estado tanto tiempo seguido viendo la televisión), con la secreta esperanza de que, finalmente, volviera la sensatez y todo se quedara en un susto. Pero no fue así. Por segunda vez, el que hasta ahora había sido, al menos para mí, una persona a la que había admirado, Pablo Iglesias, rechazaba que Pedro Sánchez pudiera formar gobierno en España. No supe encajar el golpe. Durante todo el día me refugié en casa, con los míos, pero con un carácter irascible. Todo me parecía mal. No era capaz de razonar. Respondía a todos con malas ganas y peores formas. Incluso a mi nieta, mi princesita, no le atendí como era necesario. Y hasta le di alguna respuesta inconveniente en algún momento. Ella me lo recriminó con elegancia. Me arrepiento. Opté por dejar pasar el tiempo y dormir todo lo que pude.
Cuando escribía este artículo, ya estaba más tranquilo. He leído bastantes crónicas. Algunas muy inquietantes, por ser de medios muy progresistas, que acusan al Partido Socialista de la debacle. Que nos hablan de cordón sanitario a la izquierda que representa Podemos y de mentiras de Pedro Sánchez y Adriana Lastra. Los que me conocen, saben que procuro documentarme antes de escribir. En el presente caso, el seguimiento que he hecho del proceso de negociación ha sido más concienzudo aún. Me niego a aceptar que sea el Partido Socialista el que no quería negociar. Sinceramente, aunque me cueste digerirlo, creo que más bien se trata de lo contrario, a saber, de la incapacidad de los representantes de Podemos para llegar a un acuerdo aceptable. De mucho afán de protagonismo y de demasiadas ambiciones personales de poder. En la Rioja también se ha visto algo parecido. Es como lo pienso y siento. Aunque, si se me convence de lo contrario, estoy dispuesto a cambiar.
Repasando las propuestas del Partido Socialista para un gobierno de cooperación, veo que están muy bien articuladas. Por un lado, se deja sentado que ha sido el partido más votado. Sumando los votos del Partido Socialista y los de Podemos, los primeros representan las dos terceras partes (tres cuartas partes si hablamos del número de escaños). Por tanto, un hipotético gobierno de coalición debe respetar estos porcentajes.
“Siempre he creído más en la espontaneidad de la ciudadanía que en las recetas cerradas de los grandes partidos. También tengo claro que pretender hacer la revolución social desde dentro de las instituciones es una pura quimera”
Por otro lado, se reconoce que se debe gobernar bajo los valores del socialismo, para así atender con eficacia las necesidades de una amplia mayoría social que sigue sufriendo las consecuencias de la crisis. Se necesita, por tanto, avanzar en justicia social, justicia fiscal, distribución equitativa de la carga fiscal y aumento de los recursos públicos para garantizar los derechos básicos. Estos principios, que pueden parecer retóricos, no lo son en absoluto y representan una diferencia nítida con la derecha y extrema derecha que nos está gobernando ya en Andalucía, pero que también lo hará en Madrid y Murcia, y, si nadie lo impide, en La Rioja.
Para llevar a cabo lo anterior, se fijan unas prioridades en torno a 5 ejes. Un empleo digno y unas pensiones justas, sería el primero. Esto significa recuperar los derechos de los trabajadores y los pensionistas. También subir el salario mínimo, dialogar con los agentes sociales, reunir a la Comisión del Pacto de Toledo y redactar un nuevo Estatuto de los Trabajadores. Queda por concretar la reversión de la reforma laboral de los conservadores. Aquí es donde deberían sestar Podemos y los sindicatos presionando a un gobierno de izquierdas.
La igualdad efectiva, sería el segundo gran eje. Aquí se habla de igualdad efectiva de género, de violencia de género (no de violencia intrafamiliar como dice la propaganda de los machistas de ultraderecha), de pobreza infantil, de sistema público de sanidad, y de servicios sociales y atención a la dependencia, o de viviendas asequibles. Estas áreas eran las que fundamentalmente se ofrecían a Podemos. Para mí, son las áreas más importantes de los modernos sistemas de bienestar. Y donde se puede practicar mejor la solidaridad y el reparto de la riqueza. Es la parte que más ayuda a distinguir a una sociedad avanzada de derechos, como proclama la izquierda, de una sociedad basada en la práctica de la caridad, que se reservaría al Estado, pero con estos servicios privatizados, como pretende la derecha. Manifestar que el ejercicio de estas responsabilidades de gobierno son meramente funciones decorativas, demuestra una ignorancia que insulta a la inteligencia. Lo digo con dolor, pues he sido un votante de Podemos desde su creación.
La transición ecológica de nuestra económica es el tercer eje. Para mí el más importante y urgente. Hay muchísimo recorrido en este eje y mucho margen para crear empleo de calidad y bienestar social. El gobierno de Pedro Sánchez lo había enfocado bastante bien, uniendo las competencias de energía y medio ambiente.
La revolución tecnológica y la transición digital, es el cuarto eje, que también es bastante trasversal. Atender la llamada cuarta revolución industrial es esencial para mantener nuestra posición como país en el mundo.
España en las instituciones europeas, sería el quinto eje, que supone una reorientación de la globalización, el fortalecimiento de las instituciones europeas y de la Europa federal y el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030.
He sido hasta hace poco votante y seguidor de Podemos. Siempre he creído más en la espontaneidad de la ciudadanía, que en las recetas cerradas de los grandes partidos. También tengo claro que pretender hacer la revolución social desde dentro de las instituciones es una pura quimera. Nunca el capitalismo se va a dejar destruir desde dentro de su propio sistema. Pero, aun siendo consciente de esto, considero que hay mucho margen para mejorar la vida de las gentes desde las instituciones. Y si se hace desde postulados de izquierdas, mucho mejor. No haber conseguido formar gobierno para mejorar la vida de las gentes es algo imperdonable. Que cada uno haga su propio análisis.
Sigo creyendo que el acuerdo es posible. Y me sigue pareciendo que la propuesta del Partido Socialista es una propuesta seria y creíble. En esto me separo y distancio de mis amigos de Podemos y de los medios y analistas más progresistas que suelo leer. Lo hago desde mi independencia y procurando ser lo más objetivo posible. Puedo estar equivocado. Pero quiero que se conozca mi sincera opinión, por si pudiera servir de ayuda.
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