Popeye

El comercio de hoy día como el de hace más de sesenta años tienen la misma base de razonamiento. Me explico. El comerciante tiene un producto que ha de vender. Si es de ámbito local, nacional o internacional el comerciante se ingenia su estrategia. Hoy día los productos a comerciar tienen más medio de difusión que hace sesenta años.Están los medios de comunicación tales como la prensa, revistas, radio, televisión,  internet...
Pues bien, hace sesenta años una empresa comercial tenía un stock de un producto tal como la espinaca. La espinaca fortalece los músculos humanos. La espinaca había que venderla. En ese preciso momento aparece en imaginación la figura de Popeye. Popeye es un marinero pequeño, de faz más bien feota que guapetón. Esta fue la idea de aquel comerciante que tenía en unas grandes edificaciones almacenadas verdaderas montañas de  la susodicha espinaca en conserva.
Tenía ya la figura del Popeye legendario. Había que ponerle cara. Y la cara resultó ser la de un vecino de nuestra simple Ceuta. La cara con la que casualmente me tropecé hace solamente unos días es la del ceutí Juan Ortiz Salas, vecino actualmente de la barriada Juan Carlos I, erradicado del Patio Centenero, en el año 1978, siendo alcalde Alfonso Sotelo Azorín.
El ceutí Juan Ortiz Salas, cuando joven, actualmente tiene los ochenta y tantos años, solía ir a la lonja de pescadores. Siempre con la ayuda que prestaba a los subastadores, estos a su vez le recompensaban con algún pescadillo, que nuestro Juan Ortiz Salas agradecía con la mejor sonrisa que podía dibujar en su de por sí feota cara: barbilla respingona, nariz aguileña, ojos pequeños de mirada penetrante... Cara que impactó a unos observadores extranjeros que imprimieron en una cámara fotográfica más tarde en el desaparecido Patio Centenero.
Con este rostro, fuera de lo común, el ceutí Juan Ortiz, muy conocido y querido en Juan Carlos I y en toda Ceuta, puso la cara que le faltaba a un personaje de la serie de dibujos animados, llevada al cine por los hermanos Marx (1930 a 1947). Este relato da a entender que no sólo los guapotes son populares. Los feos también son populares, como este caso.