Esta pandemia tiene sus claroscuros. Saca a relucir comportamientos dignos de elogio, como el apoyo a ciertos sectores fundamentales de nuestra sociedad que permiten que esta siga funcionando. Los balcones, los mensajes, los aplausos: todos símbolos. Las mascarillas, una realidad que ha venido para quedarse.
A poco que uno se fije, la mayoría las lleva puestas. Mal o bien, pero las lleva. Lo preocupante de todo este asunto es lo que no se ve a simple vista. La hipocresía social de bascular de un lado a otro según vengan dadas. Ahora, Salvador Illa felicita a Ceuta por su “comportamiento ejemplar”. Todos nos felicitamos. Ahora, Javier Guerrero advierte de que el ministro de Sanidad le avisa de que podríamos volver al punto de partida: la fase 0. Es entonces cuando todos criticamos (no sin razón) a un grupo de personas por irse de cumpleaños, los linchamos por las redes sociales y les señalamos. Ellos son los culpables de que no podamos volver a la normalidad.
Pero uno sale a la calle y puede contar en un paseo de cinco minutos todas las infracciones sanitarias que salen a relucir: personas andando sin mascarilla o con esta mal colocada; distanciamiento social nulo de grupos de personas; terrazas a rebosar; contacto físico… Innumerables y agotadores recuentos diarios de lo que no hacemos bien. Granito a granito para acabar creando una montaña.
Lo preocupante, decía, es lo que no se ve. Todo el mundo sabe lo que está bien en estos momentos, y también lo que está mal. Pero a la hora de ponerlo en práctica, la ética cojea. Como es solo una cerveza, como es solo un café, como es solo… pero las infracciones se convierten en rutina, y como no me afectan porque no tengo el virus, me olvido.
Por eso tiene que salir la máxima autoridad sanitaria municipal a abroncar a la población como si fuera una clase de niños que lo único que quieren hacer es divertirse sin pensar en las consecuencias de sus actos. Y las redes sociales arden. Sorprende e indigna cuando las mismas personas que han estado viviendo estos últimos días como si todo hubiera pasado ahora dan lecciones de ética y humildad.
No sé qué es más importante a partir de este rebrote: si concienciar sobre ponerse las mascarillas o sobre quitarse las vendas.
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