El último salto a la valla trajo consigo muchas reacciones de políticos sin otra cualidad que el carácter inflamable de sus ideas.
Vox llenó espacios con gente que aplaudió a rabiar las palabras de un político descerebrado y falto de visión de una realidad que le sobrepasa y que difícilmente controlará algún día. El político de Vox aprovechó la oportunidad que se le brindó para abrir la espita de su lanzallamas en casi todas las direcciones, fijando su fuego en aquellos de confesión musulmana, a los que odia por sistema desde su más profundo sentimiento, simplemente porque le son diferentes, como también lo son los 600 migrantes que saltaron y todos aquellos que por raza, color o religión se aparecen como “los otros” y, por tanto, inaceptables.
Ceuta tiene mala suerte con sus políticos, ya sean propios o extraños, pues ninguno de los que han venido después del salto han mostrado virtudes diplomáticas y sí una enorme capacidad para aumentar tensiones y la zozobra que produce la falta de bálsamo político.
Rivera mostró lo que ya sabe, que no es otra cosa que hablar, pues su idea de inmigración ordenada y controlada es como no decir nada.
El líder de Cs, que apostó por “más medios a los agentes de la Guardia Civil” no explicó en qué consistía su idea, aunque fácil es concluir que lo que propone es proveerles de material antidisturbios para que apaleen a todo aquel que se atreva a saltar y lo consiga.
A la Guardia Civil hay que protegerla de otro modo, no disponiéndolos a luchas cuerpo a cuerpo, así como que tampoco hace ninguna gracia ver a los agentes de la Benemérita apaleando a quienes saltan, una idea de imagen que podría dar la vuelta al mundo presentando a España como país incivilizado y falto de recursos para solucionar sus problemas.
A la Guardia Civil hay que protegerla con medidas políticas y, especialmente, de carácter diplomático, incidiendo en la cooperación con Marruecos y buscando soluciones para que los saltos no se produzcan para así evitar exponer la integridad física de los agentes.
El de Vox aboga por muros infranqueables y el de Cs por porras y contención física. Menos mal que ante tanta desvirtud apareció el ministro Marlaska diciendo que no procedía proveer a los agentes con material antidisturbios.
Son políticos sin escuela diplomática. Políticos al uso, de interior, sin visión internacional y sin ese poso reflexivo que tanto hace falta a la hora de valorar situaciones de carácter fronterizo.
Otro político belicoso y ciego ante la realidad es Casado. Su visita y triste paseo hasta las inmediaciones de la línea fronteriza dejó a la vista un político carente de ideas para un problema tan grave, sin más aportación que un ‘Plan Marshall para África’, como si eso fuese tan fácil de aplicar.
Casado, siguiendo la línea del PP local, afirmó que defendería las fronteras de Ceuta como si en ello fuese la vida de España, una afirmación legitima a la vez que innecesaria, ya que son cuestiones que se valen por si mismas y que no necesitan reafirmación, pues lo que es evidente no hay porque relativilizarlo, sin embargo, Casado no hizo eso, si no conceder a su propio tono un carácter belicista que no favorece a la situación de crispación que se vive en la ciudad.
Casado demostró esa falta de diplomacia en punto tan sensible como es Ceuta, tal vez influenciado por esa contaminación que inocula el PP ceutí a todos sus dirigentes nacionales cuando pisan la ciudad, convencido de que las arengas que tengan como fin reclamar la españolidad de la ciudad se constituyen como un elemento diferenciador ante sus rivales políticos, para así otorgarse y acaparar el mérito y, en consecuencia, los beneficios que ello produce.
Por otro lado, el episodio del presidente de la Ciudad en la frontera no deja indiferente a nadie.
Después de 20 años es ahora cuando decide acercarse hasta la cancela marroquí, todo ello en un gesto de inconsciente valentía, tal vez alimentado por el deseo de trasladar a Casado una situación de dominio de clima controlado.
Un gesto, el del presidente, improvisado, valiente e inconsciente a la vez, y que chocó con esa política de tipo circunspecta que aplica Marruecos respecto a Ceuta.
Cuando la visita del ministro Díaz a la frontera y su foto con un agente de aduanas marroquí, los dos estrechándose la mano y con una amplia sonrisa, evidenció cordialidad, sin embargo, hay que preguntarse dónde está aquel agente que estrechó la mano de Díaz con esa sonrisa plena en complicidad.
En definitiva, las visitas peninsulares y el gesto del presidente, lo único que evidencian es una inconsciencia de grandes dimensiones, un comportamiento que hace mucho daño a una ciudad que vive en caliente y que necesita de políticos serenos y con cualidades diplomáticas, aunque sean de carácter básico, dejando a un lado actuaciones políticas que no tienen en cuenta el entorno en el que se producen.
(*) Agencia para la Cooperación Transfronteriza Ceuta (ACTC)
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