Política y sirios

VOX inició ayer una recogida de firmas para instar a las autoridades a que desalojen a los sirios de la plaza de los Reyes. Mucho ha tardado un partido político en elegir la opción más descerebrada posible de abordar esta situación. La verdad es que hacía tiempo que esperaba una salida así. Es, de hecho, la que reclama un sector de la sociedad.

¿Qué hacemos pues? ¿Le cantamos eso de que se vayan, se vayan, se vayan?, ¿mandamos al Ejército a que arrebaten a los padres sus hijos?, ¿nos cargamos las leyes internacionales, el estatuto del refugiado, la protección al inmigrante... y todas esas cosas que deben ser ‘paridas’ de turno? No sé. Quizá es que esa sea la solución tan fácil y sencilla que ven algunos de los que se rasgan las vestiduras porque una ‘panda’ de sirios les han arrebatado la plaza donde juegan sus hijos.
A los asuntos de envergadura como el que representan los sirios hay que responder con posicionamientos inteligentes. Es al menos lo que debería esperarse ya no solo de la población en general sino, más aún, de un partido político que aspira a tener una representación o ser incluso una alternativa al abanico actual existente.
¿Recogemos firmas para que los desalojen de la plaza y los lleven al CETI? Esta sería una solución infantil. Primero, que el CETI no es un centro de internamiento en el que podamos tener a los inmigrantes (ojo, que son también personas por si a alguien se le ha olvidado) encerrados bajo llave. Segundo, que estamos hablando de un colectivo de refugiados, escapados de una guerra y componentes de unidades familiares con gran cantidad de niños pequeños para los que el actual centro no está preparado. Pretender equiparar la figura de un refugiado, de quien pide protección internacional con cualquier otro inmigrante es una auténtica temeridad además de esconder una asombrosa falta de conocimiento.
Nadie ha defendido que la postura de los sirios haya sido la correcta. La ocupación de la plaza no era la salida que debían haber tomado. Pero quedarse en exclusiva con esa parte de la historia sería un equívoco, porque estamos hablando de unas familias que llevan más de seis meses en la ciudad, que han pedido protección y que se han topado con una maraña burocrática más que cuestionable que les ha convertido en unos invisibles, unas estatuas más de la plaza... y eso, sinceramente, sí que nos debería avergonzar.