Opinión

Política, naturaleza y espiritualidad

Las elecciones políticas para elegir a los representantes políticos que llevarán las riendas de la Ciudad Autónoma durante los próximos años están próximas. Deseamos lo mejor a todos los partidos políticos que se presentan a estos nuevos comicios democráticos. También debemos ser críticos con las realidades temporales que observamos, intentando llevar nuestro humilde mensaje de cambio interior y esperanza para el futuro de Ceuta. La trascendencia a nuestros apegos, miedos y tendencias más bajas son todos aspectos claves para convertirnos en renovados seres humanos proyectados hacia el progreso espiritual. Este viaje hacia nuestro interior es de gran atrevimiento y valentía, pues si lo llevamos a cabo correctamente, de la mano del espíritu de Dios, nos hará ver la fealdad de aquello que escondemos a nuestra conciencia y nos posibilitará una verdadera oportunidad para la renovación espiritual. Todos portamos heridas de nuestra historia vital que ocultamos con gran maestría en un depósito secreto. Estas supuestas defensas, en realidad minan nuestra resistencia y nos proporcionan perjuicios y máscaras que ocultan nuestro dolor mostrando rostros falsos de nosotros mismos. Y obviamente todo esto influye decisivamente en la manera de afrontar los inevitables problemas y por supuesto como nos comportamos con las cuestiones sociales y políticas. Por eso, quiero indicar que la falta de luminosidad espiritual y el caminar entre tinieblas sin saberlo, son los grandes problemas de nuestro mundo que afectan directamente tanto a los seres humanos como a la naturaleza más frágil y hermosa que está indefensa ante nuestra agresiones. La falta de amor y caridad es justo la principal ceguera espiritual.


Desafortunadamente volvemos a observar los defectos crónicos que afectan a la política ceutí y asistimos con tristeza al repetitivo espectáculo político representado en la Asamblea de Ceuta. Todos somos responsables silenciosos o ruidosos, según los casos, de esta equivocada forma de afrontar la discusión y el debate político, y es una evidencia patente que llevamos el espíritu de división allá donde existe una discusión; indudablemente la discordia está entronizada en nuestro mundo y todo indica que los desajustes socioeconómicos, el desarrollismo consumista y el gran sufrimiento tanto de humanos como de ecosistemas, de las especies animales y vegetales, y la desafección por el patrimonio cultural y natural, seguirá su curso inexorable hasta el final de los tiempos. El espectáculo político está bien nutrido de vanidades y soberbias diversas, y para gran desgracia nuestra, somos idólatras de la competencia y la desafección que nos enferman notablemente, alejándonos de la verdadera cooperación en pro del bien común. Las múltiples imperfecciones propias de nuestra naturaleza, y el culto a la autoafirmación personal, se suelen camuflar de ideales legítimos para alcanzar objetivos personalistas amparados en un supuesto bien general. Si de verdad se persiguiera el beneficio común nos escucharíamos todos, los unos a los otros, y los más moderados, encauzarían a aquellos de personalidad impulsiva y vehemente hacia los horizontes de moderación adecuados para alcanzar la saludable concordia. Cuando una persona está alcanzando el equilibrio espiritual en su vida, y tiene una luz creciendo en su interior, siempre busca el consenso y jamás persigue perpetuarse en un puesto político que, por su propia naturaleza, debe ser rotativo en función de las votaciones democráticas.

El verdadero demócrata en el mentado equilibrio, no puede establecerse en un puesto de poder de forma permanente, aunque se lo pidan sus adeptos y llegar a enfermar de poder o de idolatría así mismo por sentirse imprescindible. Puede que incluso hasta fenezca en el despacho oficial, pues llega la hora para todos, y debemos partir a rendir cuentas en un tribunal mucho más alto.

Aquellos que en la brega política utilizan sus convicciones religiosas, ideas obsesivas o fanatismo para imponerlas a los demás o arrojarlas contra otros, son también grandes defraudadores y se comportan como falsos profetas; ni siquiera el bien se puede imponer pues hay que convencer, acompañar, argumentar, tolerar y ceder constantemente. Nadie hay más denostado ante la divinidad que aquel que escandaliza creando discordia injustificada, reparte ignorancia, y se erige en juez de todos los demás imponiéndolo todo, aunque le parezca objetivamente bueno; la falta de amor por todos, tanto por los que me gustan, como por aquellos que no me gustan es un grave pecado que arrastramos como una pesada cadena. El mundo solo será transformado por el poder supremo y solo Él puede cambiar el corazón humano si le damos oportunidad de abrirnos a su suaves y calmados consejos. La intransigencia no proviene del amor y la paz sino que es hija de la maldad y el caos. El que se aparta del amor y fomenta el odio se adentra en las tinieblas y comienza a descender. En esta vida temporal solo tenemos dos caminos, el ascendente que desarrolla el espíritu de luz o el descendente que solo hace progresar a la oscuridad interior. El que fomenta el bien, la justicia y la verdad a pesar de sus defectos es un valiente pero el que solo busca su progreso personal, el egoísmo y persigue sus obsesiones intransigentes es un cobarde y reo del mal.


En Ceuta, los discursos intransigentes vengan de la bancada que vengan son execrables, la situación política es delicada y diversa, se encuentra muy tensionada por la propia actitud colectiva de los partidos políticos. Nosotros siempre hemos defendido el entendimiento entre todo el arco político representado en la asamblea para llevar a cabo lo mejor para el presente de nuestra ciudad, sin hipotecar su medio natural ni el escaso territorio del que disponemos. Ciertamente, volvemos a constatar el escaso interés real por las cuestiones de naturaleza entre los partidos políticos, obsesionados solamente con sus caladeros de votos para reeditar resultados o incluso incrementarlos en los próximos comicios. La desafección entre los votantes es creciente y el desinterés por los resultados también; la abstención crece.

Una de las razones es sin duda el marcado sentido individualista de la vida y como consecuencia directa la falta de compromiso con el bien común. Hay demasiados temas pendientes sobre la protección y conservación de nuestro patrimonio natural que no se terminan de abordar mientras van pasando las legislaturas como losas. En política hay verdaderos fariseos que dicen preocuparse y, muy al contrario, solo se interesan por la estabilidad de su propio partido, o de la mejor forma de combatir al rival político en una “legítima lucha” sin fin. Tantas veces hemos repetido este discurso que no sabemos por dónde empezar en relación a todo lo que queda por abordar. Por citar algunas cuestiones de gran interés: las descargas de salmuera de nuestra desaladora continúan sin control en Ceuta a pesar de nuestras múltiples denuncias y requerimientos en sede de la Empresa Municipal del Agua y de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir. La EDAR de Ceuta vierte al LIC sin que se realice un mínimo control sobre el ecosistema marino; los espacios protegidos de la Red Natura 2000 están sin ordenación ni la vigilancia pertinente; la protección efectiva del Monte Hacho y su ordenación como parque cultural y natural están completamente olvidados; de la misma forma la Sirena de Punta Almina abandonada a su suerte a pesar de ser rehabilitadas por fondos públicos; la reforestación de nuestros montes sigue siendo una asignatura pendiente; en estas legislaturas no se ha fomentado el entendimiento y el diálogo para buscar soluciones ambientales entre todos fruto de una falta de liderazgo político y del estilo de gobernanza impuesto el despacho presidencial; la Agenda 21 de Ceuta y su plan de acción aprobados por la asamblea yacen el cajón del olvido; seguimos sin un plan de residuos que disminuya la factura del traslado de la basura a la península y sin una política que proteja nuestro medio litoral y forestal de las descargas de basuras y escombros; continúan intermitentemente los arboricidios hacia determinados ejemplares de nuestras maltrechas zonas verdes; las descargas de aguas fecales son una realidad que marca la salubridad de algunos hábitats marinos y un foco permanente de insalubridad para todos, etc.

La lista podría continuar pero realmente no deseamos ofrecer una imagen catastrofista sino hacer reaccionar a los mismos partidos que no se han preocupado por estas cuestiones y por muchas otras que hemos callado en estas líneas. No querríamos terminar sin enviar un mensaje de esperanza porque hay personas sensibles a todos estos temas, también en los partidos políticos, sin embargo, nada se conseguirá sin un verdadero cambio interior que nos abra a la trascendencia y a sentir un verdadero amor por nuestros semejantes y por todo lo que nos rodea. Un bien precioso que nos ha sido prestado para su cuidado y sabia gestión.

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