Más de 5 meses después, el Ministerio del Interior sigue sin actualizar las estadísticas referidas a las entradas de miles de marroquíes en lo que ha quedado reducido al concepto de crisis de mayo. Pero aquello sabemos que fue mucho más que una crisis, aunque con el reduccionismo con el que acostumbramos a normalizar las cosas optamos por pasar página.
Los balances oficiales de enero a octubre siguen enumerando cada quince días las entradas de inmigrantes, reseñando cada vez el asterisco que alude a que todavía no se ha incluido lo ocurrido en esos días en la ciudad. Dos jornadas sin fronteras en las que se temió lo peor porque aquellas entradas constantes no cesaban ni nadie se atrevía a colocar el final.
Interior sabe los datos perfectamente. Nadie se cree que a estas alturas desconozcan lo sucedido, lo saben desde el primer momento, pero prefieren participar de un juego de oscurantismo y maquillaje impropio de un Ministerio que alardea de su transparencia. Con Ceuta no cumple con tal fin y arrastra mes a mes la falta de un ejercicio que vendría simplemente a ratificar los datos oficiosos -que fueron más de 13.000 las personas que cruzaron- y a no seguir alimentando el mal juego de las falsedades.
Ofrecer estadísticas incompletas es mentir. Así, sin más. No hay que emplear un lenguaje políticamente correcto para resumir lo que está haciendo la cartera bajo las directrices de Marlaska. Hoy por hoy esos balances que pretenden recoger un resumen de la migración no son más que burdas presentaciones de oficina que dejan en muy mal lugar al propio Ministerio, al gobierno que lo sostiene y a las políticas que aplican. Lo que pasó en Ceuta sigue siendo una realidad virtual. Mal vamos.