Categorías: Opinión

Política, educación y programas

Las elecciones autonómicas se acercan. Poco a poco hemos ido conociendo a los integrantes de las listas electorales con las que se presentan los distintos partidos políticos que concurren a la cita electoral del próximo mes de mayo.

Suponemos que una vez completado este proceso empezaremos a conocer los contenidos de los programas políticos. Ambos asuntos son importantes y están interrelacionados. Si importante es conocer cuáles son los planes que quieren acometer cada de uno de los partidos políticos, no lo es menos saber si los integrantes de las listas están preparados para llevarlos a la práctica y conseguir los objetivos que se proponen.
De los programas que vamos conociendo algunos resultan auténticas quimeras. En un contexto de crisis económica prometer grandes inversiones, la creación de todo tipo de organismos públicos, planes de empleos de lo más variados, ayudas económicas para casi todo y servicios municipalizados, junto a una bajada general de impuestos locales, es un brindis al sol. ¿De dónde van a sacar el dinero necesario para sus proyectos? ¿De Europa? ¿Del Estado central? Sin una memoria económica creíble estos anuncios no dejan de ser mera propaganda electoral. Miren si no dónde han quedado los grandes proyectos a los que se comprometió el partido que ha gobernado la Ciudad Autónoma en la última legislatura. ¿Se acuerdan? Decían que era un contrato entre ellos y la ciudadanía. Y ahora las cláusulas del contrato no aparecen ni en su página web. Resulta imposible encontrar el programa electoral del PP para las autonómicas del 2011.
No recuerdo quién lo dijo, pero hace algunos años decía un periodista de nuestro país que los políticos se dirigen a los ciudadanos como si fuéramos una panda de imbéciles e ignorantes. No vamos a negar que estos últimos abundan en el territorio español, pero, por fortuna, no son la mayoría. Cualquier ciudadano a estas alturas sabe, o debería saber, que los retos a los que se enfrenta nuestro país en conjunto, y cada ciudad en particular, no pueden superarse si no se cuenta con un diagnóstico claro y preciso de nuestra realidad medioambiental, económica y social. Yendo a lo concreto. Ceuta se enfrenta a importantes retos como la sobrepoblación, el agotamiento del capital natural, la drástica transformación del territorio, las construcciones ilegales, los problemas de movilidad, el despilfarro de los recursos básicos (agua, energía y suelo), la ineficaz, improvisada y desastrosa gestión de los residuos, pésimos resultados en indicadores sociales, económicos y ambientales, así como una alta exposición a los riesgos ambientales globales (cambio climático, pico del petróleo, etc..). En estas condiciones la capacidad de generar empleo y satisfacer necesidades básicas como una vivienda son escasas. Todo ello contribuye a generar un ambiente social complejo y crispado. La frustración que provoca no poder gozar de unas condiciones mínimas de vida pronto se transforma en ira y odio contenido. Un odio que, perversamente gestionado, sirve tanto para reclutar fanáticos como para, de una manera más sutil, movilizar al electorado.
Ceuta lleva tiempo atrapada en una espiral involutiva. Al mismo tiempo que hemos transformado nuestro escaso territorio nos hemos transformado los propios ceutíes. Y al revés también. Según hemos ido cambiando los ceutíes hemos cambiado a Ceuta. Es un proceso recursivo y autogenerativo del que es difícil salir. Solo la voluntad y el esfuerzo desinteresado es capaz de romper este círculo infernal. La clave, desde nuestro punto de vista, se encuentra en el cuadrante del pensamiento elevado y su traducción en la acción cívica. El cambio más importante que debemos adoptar en Ceuta no es la construcción de un vial en tal zona, la construcción de un centro social en otra o la reforma de los mercados, sino una profunda reorientación de nuestros ideales sociales, económicos y políticos. Es urgente desprenderse de las ideologías políticas o religiosas que impiden o limitan la libertad a la hora de la búsqueda de la verdad y coartan la autoexpresión creativa. Esta última depende, en buena parte, del conocimiento y apropiación de los símbolos comunes como son nuestros bienes culturales y naturales. Como decía Mumford "no hay pobreza peor que la de ser excluido por ignorancia, por insensibilidad o por falta de dominio del lenguaje de los símbolos significativos de la propia cultura; esas formas de sordera o ceguera social constituyen verdaderas formas de muerte para la personalidad humana". Desde este conocimiento y sensibilidad ante los símbolos comunes de todos los ceutíes es posible diseñar nuevos proyectos capaces de elevarnos hacia el mundo del arte y la cultura, creando a su paso riqueza y empleo para los ceutíes. Este el camino que tomaron los países noruegos cuando tomaron conciencia de su escasez de recursos naturales, algo que también sucede en Ceuta. Decidieron entonces apostar por la educación, como bien explicaba en su último artículo el también colaborador de este medio Kunal Chabaldas. No fue una apuesta solo de los políticos, sino del conjunto de la sociedad. El resultado es el de unos países con los mayores índices de participación cívica, de consumo cultural y creatividad artística, científica y empresarial.
Buscando una cita de I. Kant para completar este artículo abro el libro "Ser quien eres. Ensayos para una educación democrática" del insigne filósofo Emilio Lledó y leo el siguiente párrafo: "uno de los grandes problemas de nuestro país, mucho más grande que otros que tienen un amplio espacio informativo, es el problema de la educación, cuya acertada solución sería, sin duda, solución, también, para otros males que nos atenazan". Acto seguido encuentro la idea de Kant que estaba buscando: "el hombre no es otra cosa sino lo que la educación hace de él". La pregunta clave es, por tanto, qué clase de hombre y de mujer estamos haciendo con la educación que se ofrece en este país y en esta ciudad. ¿Sirve la educación actual para la formación de ciudadanos sensibles, éticos, críticos, cultos y creativos? La respuesta es no. No mientras tengamos a nuestros niños y jóvenes enclaustrados y alejados de la naturaleza. La educación que necesitamos para superar los retos del siglo XXI tiene que ser integral, de manera que incluya la educación de los sentidos, de las experiencias y de las emociones. Un tipo de educación para la que Ceuta ofrece unas condiciones inmejorables: clima agradable durante todo el año, numerosos y variados recursos naturales y culturales, diversidad cultural, equipamientos culturales y educativos, en algunos casos de primer nivel como la nueva Biblioteca del Estado o el Campus Universitario, profesionales de la educación motivados e innovadores, etc...Tan sólo hace falta amplitud de miras, profundidad en el pensamiento y valentía para llevar las ideas innovadoras a la práctica. Ceuta podría convertirse en una referencia en el campo de la innovación educativa y de la educación alternativa, integradora y holística.
Empezamos hablando de la campaña electoral, por el camino hemos hablado de la educación holística y vamos a terminar haciéndolo sobre la cita electoral del próximo mes de mayo. Desde nuestro punto de vista, particular sin lugar a dudas, cuatro son los elementos básicos que deberían contener los programas políticos de los partidos que se presentan en Ceuta: Primero. Un análisis veraz y riguroso de la realidad ambiental, económica y social de Ceuta, realizado en colaboración con las entidades sociales, culturales y ambientales más representativas de la ciudad (algunos partidos lo han hecho. Otros nunca). Segundo. Un proyecto educativo integral que comprenda la educación de los sentidos, de los sentimientos y de las experiencias. Tercero. Una reformulación de los ideales religiosos, sociales, económicos y políticos que permitan la libre búsqueda de la verdad y el pleno despliegue de la imaginación puesta al servicio del diseño de proyectos empresariales innovadores y creativos vinculados a Ceuta y sus recursos naturales y culturales. Y cuarto. La realización de los ideales superiores de la Bondad, la Verdad y la Belleza; las ideas y la imaginación, -concretados en proyectos cívicos viables y serios-, a través de la ethopolitica y la acción cívica, la educación, la cultura y el arte. El objetivo final no puede ser otro que la renovación de nuestro pensamiento, la reeducación de nuestra mente y restauración de nuestros recursos naturales de manera que permita a todos los ceutíes la posibilidad de gozar de una vida plena, rica y digna. Nuestro deber cívico colectivo es transmitir esta Ciudad mejor y más hermosa de lo que nos fue transmitida a nosotros.

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