Al Partido islamista marroquí de Justicia y Desarrollo (PJD) parece perseguirle su obsesión por la poligamia: cinco de sus ministros en el actual gobierno y el pasado son o han tratado de ser polígamos, pero las cosas se les han puesto más difíciles en 2018.
El último caso conocido lo acaba de desvelar el diario digital alyaoum24.com, considerado cercano al PJD, que relata cómo un ministro del partido -no dice cuál es- ha tratado de formalizar un segundo matrimonio pero se ha encontrado con la radical negativa de su esposa.
Dice el rotativo que el ministro (en sus cincuenta y pico) enfermó el pasado mes de Ramadán y necesitó cuidados domiciliarios de una kinesoterapeuta treintañera, de la que se enamoró. Le pidió matrimonio y ella aceptó, pero no podrán casarse.
La ley marroquí es clara: la poligamia solo se admite si la primera esposa da su consentimiento expreso, una condición impuesta en 2004 y que redujo drásticamente los "matrimonios múltiples"
En 2013, último año con estadísticas disponibles, se contabilizaron solo 787 casos, es decir, un 0,26 % del total de casamientos en el país.
Pero más allá de lo que diga la ley y hasta el islam -pues el Corán admite que el marido despose hasta cuatro mujeres "siempre que les dé el mismo trato"-, la cuestión es polémica también en el seno de la sociedad marroquí.
En 2015, un ministro casado del PJD se enamoró de una colega de su mismo partido que se sentaba con él en el Consejo de Gobierno y le pidió matrimonio, previo permiso de su primera esposa, que se sometió a la humillación de acompañar al marido a la pedida de mano de la novia.
El escándalo despertado entonces ante organizaciones feministas y partidos políticos laicos fue contrarrestado por un discurso firme del PJD: sus ministros no hacían sino cumplir con la ley y la religión, y además nadie tenía derecho a inmiscuirse en su vida privada. Los dos ministros se casaron y en el primer reajuste ministerial fueron sustituidos.
Lo sucedido en 2018 demuestra, por un lado, que hay una esposa que no transige con las pretensiones de su marido islamista, pero políticamente tiene otra lectura: el PJD ya no es lo que era, ni se atreve ahora a defender a sus ministros o a implicarse en controversias de orden moral.
El partido estaba entonces en el apogeo de su vida política: el rey le había encargado a su secretario general, Abdelilah Benkirán, la formación de un gobierno en el que el partido contó con varios ministerios de peso, y sus ministros no dudaban en "mojarse" constantemente en los debates morales y sociales. Incluso si hacía falta defender la poligamia.
Hoy "el partido ya no tiene uñas ni dientes", como lo define un periodista local: "No hace falta atacarlo, pues para el sistema se ha convertido en 'uno de los nuestros'".
Efectivamente, el gobierno actual también está presidido por un islamista, Saadedín Otmani, un hombre muy distinto a Benkirán que tiene por divisa el "no sabe no contesta". Los ministros del partido, además, han perdido todos los ministerios de peso y su voz es apenas audible en esta coyuntura.
Si el PJD llegó al gobierno fue porque el rey Mohamed VI así lo quiso. Entre sus condiciones no escritas estaba no contestar las grandes líneas de la política económica, de las relaciones exteriores o de la gestión de la religión musulmana.Le quedaba al partido, eso sí, el ámbito de las libertades individuales y de la moral, en el que se empleó a fondo.
Hoy en día, el partido guarda silencio también en los temas que definieron su ADN históricamente. La institucionalización del islamismo ya es total.
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