Categorías: Sucesos y Seguridad

Policía y Guardia Civil temen uno de los peores veranos en presión migratoria

Las fuerzas de seguridad no ocultan sus previsiones para este verano: se espera una presión migratoria que no dudan en compararla con los peores tiempos que vivió Canarias. En las islas eran los cayucos, en Ceuta es una técnica que, dice la Policía, se concibe como un auténtico “chollo” para los subsaharianos: las entradas a nado y en grupo.

Ya el pasado mayo, cuando se registró la primera de estas entradas ‘El Faro’ trasladaba el temor de que volvieran a repetirse. Ahora, con cuatro entradas exitosas y una frustrada (tres de ellas en este mes), las fuerzas de seguridad sustituyen el temor por la aseveración de un hecho que, aseguran, será la pesadilla durante los próximos meses de verano. ¿La solución? Política. Todos coinciden en que es Madrid quien debe mover ficha para que Marruecos actúe y evite lo que se ha convertido ya en una ruta importante en el periplo clandestino seguido por cientos de subsaharianos.
“Ahora han sido cuarenta, otros días 20, 14... pero quién no nos dice que mañana puedan ser cien los que lo intenten”, apunta la Policía Nacional que confirma, sin género alguno de duda, que se trata de una técnica de entrada perfectamente estudiada, coordinada y preparada.
“Las entradas se están produciendo en momentos horarios concretos, cuando alguien informa de que la vigilancia en Marruecos está más relajada. Hay quien coordina que se produzca la marcha de un grupo de inmigrantes para lanzarse todos unidos al mar y esa misma persona sabe del momento en que debe producirse”, apunta.
Los precedentes exitosos se están produciendo siempre a la misma hora: a partir de las cuatro de la madrugada o, como el pasado lunes, cuando las agujas del reloj sobrepasan las doce de la noche. ¿Cuál es el papel de la Guardia Civil, encargada de mantener la vigilancia en el mar? El ordenado por Madrid que no es otro que auxiliar al inmigrante que alcanza las aguas españolas. Se les prohíbe rechazar, se les prohíbe adentrarse como en otras épocas en aguas marroquíes para ejercer la vigilancia que los vecinos no desarrollan y se les prohíbe cualquier otra labor que no sea la de recoger en el mar a los inmigrantes que se encuentren.
La situación ha llegado a un punto en el que los agentes de guardia en las torretas de vigilancia han presenciado cómo se producen las marchas de inmigrantes desde los montes cercanos hacia la playa y cómo después éstos se lanzan al mar. Todo ello sin que desde el otro lado se produzca intervención alguna de las fuerzas de seguridad marroquíes.
Las conexiones entre los grupos de subsaharianos que están en Ceuta y los que esperan el pase en Marruecos es evidente. Los mensajes de facilidad de pases se trasladan y sirven para reforzar esa vía de entrada. Hay comunicaciones entre ambos puntos, aproximaciones de subsaharianos a las cercanías de la frontera para ‘rastrear’ el terreno y auténticos estudios de las zonas más permeables.
Colocarle una cifra a los inmigrantes que esperan al otro lado es un ejercicio temerario. La propia Guardia Civil reconoce que hay una presión no sólo en los montes (tanto el pequeño, situado en Castillejos, como el grande, en Beliones), también en las pensiones y en los barrios de Tetuán y Tánger. Lo saben y lo han advertido y trasladado por los canales oficiales a las instancias de Madrid, conocedoras, también a través de la Delegación del Gobierno, de la situación que se produce al lado de la ciudad autónoma y que dibuja el panorama de los próximos meses.

 

La inmigración más dramática se cuela entre las rocas del Tarajal

Pasaban las doce y media de la noche y la patrullera de la Guardia Civil enfilaba rumbo al puerto deportivo con nueve subsaharianos, procedentes de Burkina Fasso, recién rescatados del agua. Todos ellos habían entrado en grupo, ayudados de flotadores. Hasta que la embarcación ‘La Pilarica’ llegó a la zona, los gritos de los inmigrantes en el agua provocaban una auténtica reacción social, de la que fue testigo este medio. Decenas de ceutíes que se encontraban en la frontera se acercaban hasta el espigón para increpar a las fuerzas de seguridad marroquíes por no actuar. Se vivían momentos dramáticos aunque el peor estaba por llegar. Y es que cuando la Benemérita marchaba a puerto, en donde esperaban las ambulancias de Cruz Roja, seguían escuchándose los gritos de un décimo subsahariano que se lamentaba en el mar, tras quedar atrapado en el espigón sin poder salir. Fue un periodista, Tomás Partida, el que se acercó hasta la zona recibiendo las advertencias del agente de la Guardia Civil destinado en la torre, para llamar la atención de la lancha de Cruz Roja que todavía estaba en el lugar señalándole la existencia de este subsahariano, cuya vida corría peligro.
Los gritos del sin papeles se escuchaban en una noche cerrada en la que la inmigración mostraba su cara más dramática. Tras las advertencias de Partida, que terminó en la torreta de la Benemérita, Cruz Roja rescató al subsahariano a pesar de encontrarse en aguas vecinas, lo que produjo que los ceutíes allí presentes comenzaran a aplaudir a la par que denunciaban la situación. Ya en el puerto deportivo se le prestaban las atenciones por parte de las ambulancias de la entidad humanitaria al presentar un cuadro de hipotermia. Durante el tiempo que estuvo gritando y lamentándose ningún agente marroquí acudió ni a rescatarlo ni tan siquiera a interesarse por lo que sucedía en el espigón.
A salvo en el puerto los subsaharianos recibían las mantas y ropa que da Cruz Roja, sacaban sus pertenencias y descubrían sus teléfonos móviles con los que ya, ante las miradas de los guardias civiles adscritos al Servicio Marítimo, efectuaban sus primeras llamadas en suelo español. “Se esperan más noches como ésta”, se lamentaba un agente de la Guardia Civil. En el CETI los compatriotas que tomaron la delantera recibían la llegada de los ya nuevos residentes.

 

¿Y el protocolo?

Los participantes en los dispositivos de rescate de los inmigrantes reclaman ya, vista la situación, que exista un protocolo en condiciones que deje claro el papel de cada uno. Se trata de evitar vacíos y, también, que no haya una sola entidad que se vea sola ante el peligro. En algunos rescates el 061 ha estado solo para atender, con un único médico, a todos los sin papeles rescatados. La Guardia Civil se ha visto sola también en varios rescates.

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