Categorías: Tribunales y justicia

Policía versus jueces, ¿qué falla?

Los que mandan, los que investigan y los que juzgan conforman un triángulo de poder que no pasa por sus mejores momentos. La voz de la calle, reflejada en algunos medios de comunicación, se revuelve contra el sistema porque considera que no es capaz de garantizar la seguridad. Y el punto de mira se dirige hacia el trío que dispone de la batuta para frenar una escalada de tiroteos que ha hecho saltar todas las alarmas. Dos muertos en dos meses y una serie de detenidos que no ha llegado a la pirámide de mando y que, en algunos casos, ya están en la calle después de haber cumplido condenas que, en ocasiones, rozan los seis meses. ¿Qué está fallando? El ejercicio de reflexión lo hacen todos. El delegado del Gobierno y el presidente de la Ciudad aparecen con semblante serio en los actos institucionales posteriores a la muerte de Tarek. Una incomodidad que viene de atrás: de la quema continuada de coches, del repunte de la inseguridad y de la acumulación de disparos que están terminando en muertes violentas. La última, la de Tarek, digna de un profesional de las armas: al estilo del tiro en la nuca de los mercenarios.
La Policía arrastra sus críticas por los pasillos. La UDYCO aparece en el punto de mira y hasta provoca un rechazo entre un sector concreto que se ha materializado en la quema de vehículos. El de un agente fue calcinado en el Recinto la semana pasada. Y otro policía se salvó de milagro, ya que el vehículo particular de un vecino se parecía demasiado al suyo y eso hizo que el encargado de quemar su coche se equivocara. Y al final pagó el vecino.  Les queda una cosa clara, a la par que evidente, son una unidad señalada porque a alguien no les gusta su trabajo.
Las quejas policiales chocan con el funcionamiento de la justicia. Autorizaciones de escuchas telefónicas, mandamientos para entradas y registros, órdenes de detención... la Policía quiere celeridad y la justicia quiere pisar sobre seguro. Dos puntos de vista que chocan. Y que, además, reabren viejas heridas del pasado. Todavía escuece el fallo de determinadas sentencias. La ‘Transpor’ es la oveja negra. Miles de kilos de hachís decomisados y varios supuestos narcos detenidos, lo que dio lugar a las medallas oportunas sobre los policías. ¿Y al final?, absolución judicial, las escuchas invalidadas y los presuntos culpables no sólo inocentes sino que con capacidad de interponer denuncias por daños y perjuicios por el tiempo en prisión.
Todo esto forma un círculo vicioso del que no se escapa la crítica judicial. Fiscales y jueces quieren que se les aporte investigaciones de peso, que escapen de los rumores de barra de bar, de las conclusiones basadas en sospechas y faltas de indicios. Y aquí también resuena otra pesadilla, el ‘caso Kimbi’. Una ristra de presuntos pistoleros en el banquillo y un crimen por resolver. ¿Al final?, absolución judicial por falta de pruebas y el mismo crimen sin culpable, además de una polvareda política que terminó con intromisiones deshonestas en el poder judicial que hoy, todavía, escuecen y se recuerdan.
Más críticas: falta unidad en los casos. Los juzgados se reparten los hechos delictivos según la guardia mientras que la Policía reclama que todos los casos estén unidos en un mismo juzgado, ya que considera que esto facilitaría las investigaciones. ¿La propuesta? Tener un juez que lleve las riendas del caso y no varios jueces para tramas que podrían estar relacionadas. Pero esto no sólo lo pide la Policía, también lo piden algunos abogados que consideran que así podrían avanzarse más en las investigaciones y proceder a obtener más resultados policiales efectivos. Y mientras, en la calle, los ánimos revueltos. Demasiado. Algo que incide en el desarrollo laboral y que termina salpicando a las administraciones.
La muerte de Karim en julio y la de Tarek esta semana han provocado el pánico entre los familiares y vecinos, pero también entre los trabajadores de las brigadas sociales y de Procesa que trabajan en el Polifuncional. Tienen miedo y ayer se negaban a subir a trabajar hasta mantener una reunión con sus responsables políticos y pedirles las atenciones que, consideran, faltan en su trabajo. Ellos también vivieron en primera persona lo ocurrido. Cuando el pistolero asesinó a Tarek, la gente escapó temerosa y acudió al Polifuncional. En el aire queda un pregunta, ¿qué habría pasado si el pistolero continúa su acción y persigue a los vecinos hacia el edificio? De ahí el temor y de ahí la oportuna queja.
El triángulo no consigue unir sus vértices para cerrarse y encontrar la solución que llegue con celeridad. Y en la calle hay miedo real, no subjetivo.

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