La vida, en ocasiones, te da una segunda oportunidad. Si lo hace es cuando, realmente, uno se da cuenta de lo que importa y por lo que merece la pena luchar. Al integrante de la Policía Portuaria de Ceuta, Alejandro Romero, la vida le tendió la mano y él la agarró con fuerza para salir adelante después de sufrir un accidente en la piscina del pabellón deportivo Guillermo Molina mientras realizaba un entrenamiento. Fueron momentos críticos, mucho. Momentos que dieron paso a jornadas de auténtica lucha.
Hoy, días después de recibir el alta médica tras estar ingresado tanto en la UCI como en planta del Hospital Universitario de Loma Colmenar, Romero recuerda para FaroTV lo sucedido y agradece las muestras de cariño recibidas, en especial las de todos sus compañeros y responsables de la Policía Portuaria.
“Hay cosas que no recuerdo” de ese día, cuenta. “Haciendo una de las series” en la piscina del ‘Molina’ “me noté más cansado de la cuenta. Es normal un cansancio, pero este era mayor. Me apoyé en el bordillo y la verdad que ya no recuerdo más. Se supone que alguien me vio hundido y me ahogué”, explica a este periódico, rememorando esa jornada fatídica que le pudo costar la vida cuando además de las series de entreno que llevaba a cabo, decidió practicar apnea, lo que supone llevar el cuerpo al límite. “Por lo visto, un bombero que estaba allí se dio cuenta de que me había desplomado en el fondo de la piscina. Había dos socorristas, me sacaron y me hicieron la RCP. Pude sacar el agua de los pulmones y así comencé a respirar. Ya después vino la ambulancia y me llevaron directamente a la UCI”.
La coordinación de los socorristas que estaban prestando servicio en el pabellón deportivo y la rapidez de reflejos de este bombero, del que Romero desconoce la identidad, fueron determinantes para una evacuación pronta, la exigida sin duda ante la gravedad del episodio que se acababa de producir. “Me salvaron la vida”, confirma emocionado.
En la UCI estuvo 21 días, “16 completamente dormido”, detalla. “Tenía sueños, pesadillas... además cogí el covid. Mis padres y mi mujer lo pasaron fatal”, recuerda, confesando que, en su caso, dada la extrema situación que estaba viviendo y que nunca hubiera imaginado, “casi todos los días lloraba”.
“Los enfermeros de la UCI se han portado muy bien. Allí no te puedes mover apenas. De estar tumbado me salieron costras y heridas”, explica. Ya en su hogar desde hace diez días, tras permanecer 30 en el hospital, Romero sabe que tiene un gran reto por delante: recuperar fuerzas y volver a su trabajo en la Policía Portuaria. Cuando se ha estado al borde de la muerte se valoran lo que son más que meros detalles. Romero muestra en su cuello la marca de la traqueotomía que le hicieron, recordando aquellos momentos en los que ni siquiera podía hablar y en los que se encontró con una familia que “se ha volcado conmigo”. No pudo asistir a la comunión de una de sus dos hijas, lo que le genera un gran pesar. Las emociones no eran recomendadas por el neurólogo. Ahora tampoco lo son pero poco a poco tiene que ir recuperando la normalidad de una vida que estuvo a punto de quebrarse. “El día que pude hablar, el día en el que me devolvieron la voz fue alucinante, me puse a llorar. Muchas veces tenemos cosas y no las valoramos lo suficiente. El hecho de poder hablar... no hay palabras”, explica.
Mucho más delgado, “he perdido 8 kilos”, apunta, tiene que recuperar ahora masa muscular y fuerza. Es consciente de lo que ha pasado, de cómo los médicos le comunicaron a su mujer que se encontraba crítico y de cómo salió adelante, en parte apoyado en su gran fuerza física debido a una práctica de todo tipo de deportes que siempre ha marcado su vida. “El único que no he hecho ha sido el baloncesto”, sonríe sentado en el sofá de un salón lleno de recuerdos fotográficos de su familia y de imágenes de competiciones deportivas en las que ha participado, desde natación hasta triatlón y carreras de todo tipo. Una fuerza física que le ayudó en esos días de UCI en los que recuerda que “lo pasé mal, lloraba, tenía pesadillas... Fue una locura. Estuve 16 días dormido”.
“He nacido otra vez, una amiga me dice que tengo que tatuarme el ave Fénix porque he renacido. Si no llego a estar tan fuerte, me muero. Mi familia lo pasó fatal pero yo, aunque estuviera dormido, confiaba en mí, sabía que me iba a levantar. Ha sido una experiencia que jamás en la vida pensaba que me iba a ocurrir, el deporte es un vicio, quieres ir a más y es como una droga” detalla. Cuando Romero llegó al hospital entró con un déficit de oxígeno que lo llevó directamente a la UCI y que estuvo a punto de provocar que esta historia hoy no se pudiera estar narrando de esta manera. Agradecido, insiste en recordar a los que cooperaron, con sus distintos roles, en sacarle de la piscina para literalmente salvar su vida. Ya en casa, valora cada detalle, cada paso que es capaz de dar en ese reto por volver a ser el que era, regresar a su trabajo de policía portuario e intentar recuperar una vida normal en la que recuerde lo ocurrido como un susto.
“Nos vemos normales al hacer determinadas cosas que haces todos los días, pero no son tan normales como creemos”, reconoce tras haber recuperado la voz y tener fuerzas para caminar, aunque debe estar siempre acompañado. Ha pasado de ser una persona que no tomaba ni una pastilla, con gran fortaleza física, a tener que tomar 7 al día y requerir siempre de alguien cerca por si necesita que se le administre medicación. “Confío en mí, poco a poco... Lo único es que no duermo mucho, es lo que llevo peor”, matiza. Con la cruz al cuello, que no se la quita desde lo ocurrido, y la compañía de quienes le han demostrado su cariño, el reto que tiene por delante está bien encaminado.
Los compañeros de la Policía portuaria han querido trasladar a Romero un mensaje de apoyo, deseándole una pronta recuperación para que, de nuevo, lo vean en los servicios que durante tantos años ha estado prestando en los terrenos dependientes de la Autoridad. Una plantilla que, de forma unánime, desea una pronta recuperación a su compañero. Ese cariño también ha sido canalizado en redes sociales, donde se han multiplicado los mensajes de ánimo y de pronta recuperación desde distintos ámbitos, ya que por su vinculación con el deporte y participación en eventos de todo tipo, Romero es muy conocido.
“Se han volcado conmigo todos los compañeros. En Semana Santa incluso me dedicaron una levantá con mi nombre”, explica emocionado, mientras no deja de nombrar a sus pilares: a los miembros de una familia que ha compartido la dureza de unos días de sentimientos enfrentados, lucha y situaciones críticas.
Volver a nacer no es un regalo hecho para todos. Es más bien una lotería que no acostumbra a dejar demasiados acertantes en el camino. Como le trasladó una amiga a Romero, él sí ha renacido.
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