Policía Nacional echa el cierre al paso del Tarajal

Cerrada a cal y canto. La Policía Nacional echó el cierre en la mañana de ayer a la frontera del Tarajal durante algo más de media hora, quedando bloqueado el tráfico de personas y vehículos entre ambos lados. Y como suele ser habitual en estos casos -ya demasiado repetidos- volvieron a enfrentarse dos versiones.

La oficial, la de la Delegación del Gobierno, que insiste en que el origen de lo que llaman “bloqueo” y no cierre (dicen duró “diez minutos”), está en Marruecos. Desde la administración central se indicó que existe un acuerdo entre ambos lados por el que en sábado no se permite la entrada de porteadores. Un acuerdo que siempre se respeta pero que ayer no se hizo, al presentarse, desde primera hora de la mañana, un importante número de porteadores que querían entrar en Ceuta y que, según Delegación, terminaron por bloquear ellos mismos los carriles de los vehículos y los de las demás personas, provocando que nadie pudiera entrar. “La frontera quedó bloqueada 10 minutos”, insiste Delegación, recalcando que la Policía Nacional no provocó esto, sino que fue la elevada presencia de porteadores lo que condujo a dejar inutilizado el paso porque, sencillamente, resultaba inviable circular sin que se pusiera en peligro a las personas, dada la cantidad que se había concentrado.
Frente a la respuesta oficial está la de los ciudadanos que, ayer, rodeaban a ‘El Faro’ para protestar por el cierre y dar así sus explicaciones. Mujeres dedicadas al tráfico de mercancía denunciaban que a varias de ellas la Policía les había puesto “la marca roja” en sus pasaportes por intentar entrar, ‘marca’ (un sello) que les impide ahora volver a entrar en Ceuta durante un tiempo. Protestaban porque querían acceder a las naves para comprar y se toparon con que no se les permitía entrar en la ciudad. Lo mismo ocurrió con mujeres que venían a trabajar en los hogares y que o no llegaron o lo hicieron con mucho retraso. Las que no tenían documentación que demuestra su regularización no pudieron cruzar a Ceuta, y las que lo tenían, aun mostrándola, tardaron mucho en pasar  debido a estas retenciones.
Hubo hombres que querían pasar a Ceuta y que manifestaron a los agentes que iban a trabajar en una obra, y se les impidió el tránsito. Era el caso de Mohamed, quien se quedó al otro lado porque “me ha dicho la Policía que a qué obra voy a trabajar un sábado... Y yo voy al Príncipe, trabajo allí”, explicaba. Su amigo, más avispado, conectaba con él a través de su móvil desde Ceuta. “Yo les dije que iba al Hospital que tenía un familiar enfermo y he pasado, pero en realidad voy a la obra como Mohamed”, apuntaba.
Y como ellos más personas que no pudieron pasar, todas con la misma ‘cantinela’. Fatima Zoora trabaja en una casa de la calle Real. Ella pasó enseñando su tarjeta, pero señala que muchas mujeres que venían a comprar a Ceuta se quedaron atrás. También familias en vehículos, que vieron imposibilitada su entrada. “La Policía les pregunta... tú qué... a qué vas a pasar... tú a comprar no... tú no vienes a comprar...”, indica. Quiere explicar, en sus palabras, el filtro tan férreo que, señala, se dispuso en el paso fronterizo.
La Policía señala que ayer era imposible poder controlar a la cantidad de porteadores que llegaron a la frontera.
¿Y en el lado español? La historia la dibuja la interminable cola de vehículos que no podía ya no sólo acceder al Tarajal para marchar a Marruecos, sino llegar a sus puntos de destino tales como el Hospital, el Príncipe, la Almadraba... Hasta una ambulancia quedaba atrapada en la cola, también los autobuses, los taxis... ¿Y en las calles, y en los comercios que se aferran a esta campaña de Navidad porque es su último salvavidas? Pues caras largas. El comprador marroquí no llegaba, ese comprador que esperan como ‘agua de mayo’ en fines de semana no visitaba sus tiendas porque se había quedado bloqueado o no se le había permitido la entrada. Delegación del Gobierno insiste en sus dos máximas preferidas: se llevan muy bien con Marruecos y estos conflictos se producen por tensiones al otro lado o por controles de seguridad inesperados. Pero los comerciantes no entienden de ésto, entienden de lo que supone para ellos la campaña de Navidad, el conseguir ventas en un mes, el de diciembre, en el que han puesto todas las expectativas para evitar la sangría que puede avecinarse después de enero. Rogaron, incluso en una carta publicada hace unas semanas en este medio, la implicación de las administraciones para buscar las fórmulas que eviten este tipo de situaciones. La realidad es que mientras los comercios ponen en marcha fórmulas para intentar enganchar al cliente, mirando también hacia el marroquí, ayer la presencia de éstos en los comercios pasaba prácticamente desapercibida. El boicot fue evidente hasta, al menos, las doce del mediodía, cuando todo volvió a su normalidad. A pie de campo se hablaba de que el origen de este paro había sido una “huelga de brazos caídos” por parte de la Nacional, molesta por los recortes y las condiciones laborales en que están trabajando. Curiosamente el último bloqueo de este tipo, el 17 de noviembre, coincidió con la manifestación más importante celebrada en Madrid de policías nacionales que protestaban por su situación y hacían así un plante al Gobierno. Ayer volvió a suceder. Oficialmente la Delegación niega que exista esa huelga.
Entre unos y otros se lanzan la pelota pero nadie pone freno a estos bloqueos que, a la vista está, terminan provocando un auténtico caos en la ciudad y vienen a reflejar que las relaciones fronterizas no son tan buenas como se alardea mediáticamente. El caos, en una frontera que arquitectónicamente es un lastre, convierte en una ratonera un espacio en el que exceso de personas, vehículos y porteadores se ahoga en un punto en el que marroquíes y españoles se lanzan la pelota de un lado a otro. En medio queda el ciudadano marroquí y español y un comercio que padece una herida cada vez más sangrante.