Opinión

Poemario a Araceli: 100 poemas de amor (y III)

Lo siento, pero las palabras son palabras y siempre se las lleva el tiempo... El amor no es un poema donde las palabras se juntan para decir: «Te amo más que a mi vida». El amor, no sólo son deseos, caricias, cariño, pasión y entrega...

El amor, para hablar claro y a bocajarro, y para que lo entendamos tú y yo y los demás, es «necesitar» a la persona que amas para caminar con ella, cada mañana, cada tarde y cada noche... Y, necesitar dormir en tus mismas sábanas y hacer el amor mientras alumbre la luna...

Sí; el amor no son palabras que rimen en los versos de un bonito poema. El amor es sentir que tu mujer te pertenece y, ella comprenda, que es tuya como tuyo son los astros azules en la noche...

¡Ah, el amor!... El amor son los besos y el roce con la mujer que amas hasta la locura... Y, eso, amigos, es sentir la "necesidad" de la mujer que amas más allá de las palabras e incluso del mismo sentimiento del amor...

Sí; el amor vertido en esto 100 poemas de amor dedicados a ti, Araceli, 100 poemas errantes cargados de la tristeza de tu ausencia. 100 poemas de amor escritos a golpes de soledad y de sentimientos… No; no puedo regresarte, ni tocar tu cuerpo exultante con mis manos y sentir el fuego del erotismo de tus ojos y de tu boca.

No; es verdad, no puedo regresarte; sin embargo, si puedo sumergirte como un pájaro de alas infinitas en lo más profundo de tu alma y viajar eternamente en el cosmos detrás de tu estela hasta que consiga alcanzarte ante la presencia inalcanzable de Dios… Y, él tendrá que unirnos para siempre en un nuevo ser, en un nuevo tiempo, más allá de la distancia y las horas y de la misma vida…

Aquí os dejo algunos de los poemas que hemos escrito en su memoria y en su recuerdo:

39 La mujer muerta y tú...

. «Mi corazón será siempre tuyo;

. mi alma también te pertenecerá…»

Se allega tu imagen atávica desde las azules

aguas del Estrecho en la cubierta de botes

del transbordador Victoria rumbo a Ceuta…

El timón siempre señala el Sur en buena mar,

y dando bordadas ora al Este, ora al Oeste,

cuando la «Sudesta» del Levante encrespa

al oleaje y convierta la bella cenefa de agua

entre Tarifa y punta Almina en un desfiladero

terrible donde las almenadas olas descargan

sus feroces ímpetus contra las férreas amuras

de los buques que, atrevidos, cruzan valientes

este surco agigantado entre Europa y África…

Y, subiste a la cantera de Benzú -yo te lleve-,

porque deseaba que contemplaras a la mujer

de piedra que dormida yace a las dos orillas

de dos continentes que marcaron la historia

desde que principiaron las horas en los siglos…

¡Ay, mujer amada!, yo te amé desde siempre,

desde que mis ojos al nacer te contemplaron

por primera vez en la lejanía del horizonte…

Sí, Mujer Muerta -la llamamos- yo me atreví

a mostrarte a tus pies, a la deseante mujer

que provocó nuestro desamor en que ahora

se hallan nuestras almas, rotas en el olvido…

Y, fuiste, Araceli, mi nuevo amor, confesado

ante ella, la mujer de jóvenes adolescentes

y de poetas que alumbraban sus perfectos

versos describiendo su inalcanzable belleza…

¡Oh, Amada!, la distancia traza su demora

en la carta infinita de los silenciosos astros

que destellan a lo lejos respondiendo raudos

a tu viaje iniciático camino del jardín de Dios…

Nada termina y nada acaba, es cierto, amor,

porque mi alma será siempre tuya en cada

triste otoñó en que el viento arrastre las hojas,

y en cada alegre primavera en que florezcan

las corolas de los campos teñidos en flores…

Y, permanecerá en cada verde valle, en cada

cerro y en cada sierra cubierta de luz y yerba;

en cada nube prisionera de tus ojos y tu boca,

en cada fuente y en cada torrente que fluya

indómito y baje prisionero a tu encuentro…

Adiós, mariposa y pájaro de alas extendidas

al paisaje inalcanzable de nuestros sueños,

conmigo vas, ¡oh, en tu corazón me llevas…!

41 Más allá del amor

«…dices, mientras clavas

en mi pupila tu pupila azul.»

Gustavo Adolfo Bécquer

Sí… Más allá del amor…

Más allá de todo y de Dios…

Más allá de la cordillera

morada de tu cuerpo…

Más allá del mar de tu boca

y del deseo de mis besos…

Más allá de tus negros ojos

clavados como duras púas

en la metáfora de los míos…

Más allá de la constelada

noche donde titilan y brillan

los astros en el cosmos…

Más allá de tus palabras

cuando recitabas a Neruda

y sus XX poemas de amor…

Más allá de tus eróticos

versos añadidos al rumor

de las rosas en tu lecho…

Más allá de la hoguera

en llamas de tu pasión

que nos consumía al alba…

Más allá de tu ávido amor

desesperante y desolado

que deshacía las últimas

horas en esta residencia

inalcanzable de la Alameda…

Más allá de las Buganvillas

rojas, de sangre en el final

de tu último aliento postrero,

cuando la "dama de negro"

sigilosa se allegó a buscarte

tras los ventanales de luz...

Si; más allá del amor…

Más allá de todo y de Dios…

48 Solo existes tú

«Dios creó al hombre, y del mismo barro,

más tarde, hizo lo más perfecto, a Eva...»

Dicen que vas en la brisa de la tarde

entre las hojas caída de los árboles,

arrebatadas y en un silencio nuevo

como anunciando tu leve presencia...

Dicen que te allegas a mis sueños

y paseas de mi mano en la alameda

Apodaca junto a los azulejos añiles

y amarillos que adornan cada banco.

Dicen que quieres recordar los besos

primeros que tu deseada boca dejaba

en mis labios como una huella firme

que jamás pudiera olvidar su roce...

Dicen, tantas cosas de ti, Amada mía,

que ya no sé si vivo en tus sueños

pretéritos y adolescentes, o tal vez,

sea sólo un sueño que cada mañana

tú hilas y tejes en tu alma enamorada

para que yo exista en tu pensamiento...

¡Ay, amor!, sí, es verdad, nada existe,

sólo existes tú y tu amante corazón

en un sueño donde en un leve soplo,

en el instante mágico de un beso, tú

me diste, como un dios, la vida...

61 ¿Por qué me has abandonado?

«Nunca sabré, ¿por qué te allegaste

un alegre día de carnaval? Y elegiste

una tarde aciaga del estío para alejarte…»

¿Por qué, Tely, me has abandonado?

¿Por qué te has ido tan lejos de mí?

¿Por qué designio del tenebroso Dios

has abandonado mi cama y ahora vas

cruzando la infinitud del cosmos…?

¿Acaso no te amé? ¿Acaso no fui tuyo?

¿Acaso no te busqué en cada crepúsculo

cuando las cordilleras se incendian

de fuego hasta volverse moradas, allá

donde el horizonte se quiebra en llamas?

Dime, ¿por qué me has abandonado?

¿Yo no te entregué todo mi amor, más

allá de la palabra y la vida enamorada?

¿Más allá de cada beso que yo te diera

en cada mañana que el alba rompía

sobre los cristales azules reflejado

en las claras aguas de la bahía de Cádiz

que pintaban la desnudez de tu cuerpo…

¿Acaso no te amé? ¿Acaso no fui tuyo?

¿Acaso no te buscaba cada crepúsculo?

¡Oh, Tely, no sé qué pasó en tu alma

para que me abandonases sin que yo

supiera que, en tu sonrisa postrera, ya

se dibujaba la ausencia de tu adiós...?

¿Por qué, Tely, me has abandonado?

¿Por qué te has ido tan lejos de mí?

¿Acaso no sabes que sin ti mi vida

no vale nada ni alcanza en las horas?

Todos dicen que debo rehacer la vida;

sin embargo, la vida sin tu presencia,

solo es vacío, penumbra, flor y corola

marchitada en la cumbre de la nada…

¡Ay, Tely!, la vida sin ti es desolación

y tiempo inacabado de desesperanza

donde la desesperación se hace herida,

más herida sin retorno en el corazón…

¿Por qué, Tely, me has abandonado?

¿Por qué te has ido tan lejos de mí

72 Mujer deseante y deseada

«Me sumergiré en tu mar infinito,

y en mi naufragio sentiré tu aliento…»

Tu cuerpo es una cordillera morada

que eleva tus blancos pechos

al mundo del deseo más allá

de las nubes que cruzan erráticas

los cielos azules hacia levante…

No hay lugar de tu exultante piel

que a golpe de deseo no conozca…

No existe lugar de tu generosa alma,

que a golpes de sentimientos no haya

rozado alguna vez en el silencio

profundo y erótico de la noche…

Yo no soy un poeta espiritual:

pertenezco a la maltratada tierra,

y a las besanas de sal del mar.

No, no lo soy; sino un amante lírico

que se sumergía cada crepúsculo

en llamas en la ávida sensualidad

de tu vientre y en el de tus ingles…

No digo que tu deseante cuerpo

es de nácar y pareciera de ninfa,

náyade o sílfide; sino el de mujer

morena que golpeaba mi instinto

rozando fiel tus caderas y tu sexo…

como el mar, siempre luchando

contra los inaccesibles acantilados.

que rompe y los deshace en arena.

Todo era pasión, incendio; fuego

de mi boca contra la tuya, y atadura

de mis manos al árbol de tu cuerpo.

No; no quiero versos espirituales,

donde sólo pervive el pensamiento;

porque yo deseo adentrarme en ti,

y sumergirme en tus aguas oceánicas

hasta que olvide mi nombre de pila…

No; no deseo vagar en las sombras

de la tristeza sintiendo tu ausencia;

sino sentirte en cada acto amoroso

y en cada beso que yo bien te diera,

tocando con mis dedos tu exultante

cuerpo que me hacía arder de pasión…

No; no, yo no soy un poeta espiritual;

no puedo serlo, porque deseo la vida

y soy un amante deseante de tu cuerpo…

90 El poema desesperado...

«Y, yo me iré, llevándote en mi recuerdo

y bordado tu nombre en mi blusa marinera…»

Tu recuerdo, ¡Oh, Araceli!, nos alcanza

en la llegada del aniversario de tu partida...

¡Oh, el dolor de tu partida me golpea

las sienes como un manotazo invisible

que la vida -ya desterrada- me diera

por no haberte amado lo que tú siempre

me amaras. Por todas las infidelidades

que alcanzaron a otras mujeres y siempre

tú supiste perdonarme... Por aquel día

que te despedí en el alba que sangraban

las primeras nubes rojas llenas de espanto...

¡Oh, mi amor!, qué triste fue la partida

en el muelle de la farola verde que señala

la entrada a estribor de los barcos...

Yo te besé hasta dejar de sentir mis labios

en la hoguera en llamas de tu boca...

Y, yo te miraba ausente de tu alma, que ya

no te pertenecía, porque habitaba en mí…

¡Oh, mi amor! Sí, recuerdo tus lágrimas

llenas de desesperación cuando te dije

en el café de la calle Beato, que había

terminado Náutica y eran mis últimas

horas contigo… Y, ausente, no atendí

que más de mil lágrimas se agolparon

y bajaban en tropel desde tus cerrados

ojos hasta la ingratitud de mi corazón...

Me impresionó tu rostro, y tu silencio

callado, y tus arrebatadas lágrimas…

Y, yo, arrasado por tu desesperación,

puse mis manos sobre tu negro pelo,

me acerqué a ti, y besándote, te dije:

Cesa ya tus lágrimas, Araceli, porque

si bien me voy a la mar océana, tienes

que saber que nunca te abandonaré,

así pasen mil años, que me llevarás

siempre en el pliegue de tu enagua

-lo dice Joan Manuel en su canción-

y yo volveré una noche de luna crecida

para volver a besarte y, con mis dedos,

rozar la luz de tus pechos adolescentes…

92 ¡Ay, mi amor...!

«Ay, mi amor, sin ti no entiendo el despertar.

Ay, mi amor, sin ti mi cama es ancha.

Ay, mi amor que me desvela la verdad.

Entre tú y yo, la soledad y

un manojillo de escarcha».

Joan Manuel Serrat

Que podría yo decirte, que tú no sepas ya…

Que podría yo decirte que tú no adivines

desde el lejano jardín en el que habitas…

Cada mañana al despertar pregunto por ti,

y todos responden que te has ido a un lugar

donde yo no puedo buscarte ni encontrarte…

Y, el corazón se rompe en mil pedazos sin

que pueda luego recomponerse a mi pesar.

Qué locura es ésta que yo no pueda buscarte,

ni saber en qué jardín de Dios ocupas todo

tu tiempo que antes me entregabas sonriendo…

¿Acaso ya no existes, o acaso ya no habita

en ti los mismos sueños que antes viajaban

enamorados y deseantes de tu corazón al mío?

¡Ay, mi amor!, sin ti -como dice Joan Manuel-

ya no entiendo las mañanas al despertar, y mi

cama es un mar de anchos horizontes sin fin

que no acaban nunca tras los crepúsculos…

Recuerdo el roce de tus besos apasionados

sentados en los bancos policromados añiles

y amarillos vidriados en cerámica andaluza

de la Alameda donde el silencio de la tarde

tejía en nuestras almas los primitivos deseos.

¡Ay, mi amor!, nada parece lo que acontece

y yo ya no sé si he de guardar tu ausencia,

o acaso sea mejor terminar con esta hoguera

de vanidades en que la vida se ha convertido…

Entre tú y yo, Araceli, queda un manojillo

de escarcha de la canción que tanto te gustara

y la yerba que sube del valle de Benamahoma

en el Pinsapar de la sierra alta y feraz de Cádiz…

Ya no nos pertenecemos, porque te has alejado

buscando el sosiego de las cumbres en calma

donde Dios elige a las muchachas que han

de acompañarle en la eternidad de las horas

donde giran los astros dejándonos su luz…

Y yo, amor, no pude encontrar el camino,

aún, que serpentea las laderas del bosque

de cerezos en flor y de corolas de toronjil

en la cercana primavera donde te refugias.

Qué podría yo decirte, que tú no sepas ya…

Qué podría yo decirte que tú no adivines

desde el lejano jardín en el que habitas…

95 Te recuerdo en París

«Boina verde y alma de roja amapola

que incendió siempre mis crepúsculos…»

Te recuerdo como eras en el París otoñal.

Eras la boina ceñida y el chaquetón verde.

Y, en tus ojos se reflejaba la torre Eiffel

como el mástil de una nave evanescente.

Llevabas como siempre de carmín la boca

para dejar en mis labios el fuego del deseo.

¡Ay!, tu huella de lápiz rojo en la sequedad

de mi boca sedienta de tus eróticos besos.

Y desde el océano tu amor imperecedero

trazó el rumbo desde Cádiz a los andenes

en silencio y grises del puerto del Havre

dejando tu sonrisa en los noráis del muelle.

La mañana nos trajo los extensos campos

de Francia que exultantes en cada ventana

se abrían a los ojos cautivos y prisioneros

del paisaje que el veloz tren nos mostraba,

Y regresamos en el atardecer cuando la luz

se extinguía tras los horizontes en una llama

malva. Y entonces, Tely, reflejada tu imagen

en los cristales, te amé más que a mi alma…

NOTA: París, y tras la torre Eiffel la bella imagen de Araceli ceñida de su característica boina verde, que siempre le acompañaba en sus viajes…Dejamos el B/T Quimiquero “Eloísa”-Araceli me acompañaba en las navegaciones-, en el puerto del Havre, y marchamos en tren a visitar Paris…

98 Amanece...

«Araceli, amaneciste otra vez entre mis

brazos y despertaste llorando de alegría...»

Amanece mi boca con tu boca

y mis manos se enredan atávicas

entre las palabras y tu pelo negro...

Viaja mi corazón en el tuyo,

y mis palabras se desvanecen

cuando mis ojos transmutan

la geometría curva de tu cuerpo

en una cordillera de deseos

desde los cerros de tus pechos

a la frontera suave de tus ingles...

¡Ay, mujer, nunca despiertes

del sueño eterno del amor!

No, no desees despertar nunca

-mujer carnal de pasión y fuego-,

porque la vida es el acto de amor

que se halla preso en tu memoria

desde, tal vez, antes de nacer...

La existencia abandona su dolor

en las noches largas de zozobra,

cuando el roce de tu respiración

se siente lejano entre las paredes

y las sábanas de luz de tu alcoba...

¡Ay, mujer -mariposa en arrullo-,

no despiertes del sueño eterno

donde fluye la fuente del amor!

Porque ya sabes que aún habito

en tu misma presencia de ayer,

cuando apenas eras un susurro

en la mente distante de Dios...

Amanece mi boca con tu boca

y la noche se apaga en silencio

con los últimos luceros del cielo.

Y entre mis manos dejas tu pelo,

y tu cuerpo enciende mi deseo

más allá del verso y la palabra...

C 100 poemas de amor

«Araceli, las horas y el tiempo ya no exiten;

porque sólo tú existes en la ausencia, amor…»

Cien poemas de amor a golpe de verso

en cada hora de cada día, recordando

tus alegres ojos, tu boca grande llena

de pasión, tus sonámbulos pechos, y

tu erótico cuerpo de mujer abandonada

a la lujuria de mi pasión inalcanzable...

Oh, sí, Araceli, 100 poemas de amor

que hemos escrito cada mañana al alba

cuando la luz rompe el horizonte malva

allá en la cordillera de los sentimientos

encontrados como un mar embravecido

que rompe contra tus muslos y tu sexo.

Oh, sí, Araceli, 100 poemas de amor

que hemos ido tejiendo con cada hilo

a cada golpe de sentimiento y pasión,

como un bosque de altas araucarias

que en la verde hojarasca de sus ramas

guardasen el secreto de tu corazón…

Oh, sí, Araceli, 100 poemas de amor.

que la vida en sus labradas besanas

han ido surcando nuestros caminos

más allá de ti y de mí, de nosotros…

Oh, sí, Araceli, 100 poemas de amor.

cien poemas que fuera lo acordado

que yo te escribiera en aquella tarde

aciaga cuando comenzabas el viaje

a través de los imperturbables astros

más allá del límite de la existencia…

Oh, sí, Araceli, 100 poemas de amor

como si fueran golpes de campana

que sus ecos se oyeran en cada calle,

en cada plaza, en cada jardín de mil

corolas que tú y yo pisamos un día…

Oh, sí, Araceli, 100 poemas de amor

que te he dejado al profundo dolor

de tu nostálgica memoria, que más

que dolor, amor, es una herida abierta

a tu ausencia, a la misma vida, a todo…

Oh, sí, Araceli, 100 poemas de amor,

que podría yo decirte es este adiós

definitivo que alcanza la azul tristeza

de mi alma enamorada de tu alma;

es verdad, yo no sé qué podría decirte,

tal vez es mejor no decir nada y dejar

que el viento azotara a mis palabras

como a una vela en la soledad del mar…

Adiós, Araceli, mi corazón te llevas,

adiós, adiós…Te esperaré al alba junto

a un lucero de luz encendido, donde

habitas y sueñas anhelando mi llegada,

y cuando me llamen al fin de mi tiempo

habitaré en tu alma en mi postrero aliento…

NOTA: Hemos dado término al último poema de este poemario dedicado a ti, Araceli, y escribimos la última palabra de la última estrofa; sin embargo, nada podrá evitar que mis versos continúen recordándote cada hora.

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