Categorías: Sucesos y Seguridad

“Podría haber sido mucho peor y esto debe servir para que no vuelva a suceder”

Algunos hablaban de un choque, otros de que había encallado el buque y no faltaron los comentarios de un ataque terrorista. Fueron los primeros momentos de confusión y pánico tras un impacto “tremendo” que lanzó a algunos de los pasajeros que iban sentados en la zona donde se produjo el choque  por los aires y a otros les obligó a levantarse inmediatamente atónitos y expectantes en medio de un desasosiego en que comenzaron a oirse gritos, llantos y peticiones de información a un personal que tampoco sabía lo que estaba ocurriendo.
En las casi nueve horas que duró la travesía hubo tiempo para todo. Incluso para hacer amigos. Así lo recuerda, un día después, uno de los pasajeros que supo mantener la calma desde el primer momento en que un fuerte golpe al otro lado de la parte donde se encontraba su butaca, le despertó. “Quedaban unos quince minutos para llegar y la primera impresión que tuve tras el impacto fue que habíamos pasado por encima de algo, como si se nos hubiera metido debajo del casco”, explica Francisco Javier Rodríguez, que a medida que pasaba el tiempo iba conociendo de primera mano lo que estaba sucediendo. Nadie informaba. Mª Ángeles Aguilera recuerda que las primeras palabras de la tripulación se produjeron pasados unos veinte minutos. “Entonces nos dijeron que habíamos chocado con un barquito. Menudo barquito”, comenta sarcástica cuando los pasajeros pudieron ver realmente que el barquito era un mercante llamado New Glory de 49.000 toneladas y 189 metros de eslora. “A medida que se desgarraba el buque se producían frenazos y el barco se movía. Hasta ese momento en que nos avisaron del choque había mucha incertidumbre entre el pasaje que de motu propio comenzó a ponerse los chalecos salvavidas”. Francisco Javier se acercó entonces al ventanal y observó “que el barco estaba ya dentro del costado del buque y que no era tan pequeño”. En ese momento prohíben bajar a los garajes y piden personal sanitario “y una enfermera se acerca e inmoviliza la pierna de un herido que sangraba en las escaleras y la gente comienza a ponerse más nerviosa”. El helicóptero trasladó al herido al hospital, mientras algunos pasajeros pedían que les sacaran, que les evacuaran o que viniera otro barco a rescatarlos. “Había crisis de ansiedad, gente desencajada, desorientada e incluso personas que se desmayaban, entonces algunos nos dedicamos a ayudar en lo que podíamos a aplacar los nervios de los demás”. Los mismos pasajeros reconocían al  llegar a tierra ocho horas después que habían “rezado mucho y la gente lloraba...nosotros que traíamos un bebé que no paró de llorar durante dos horas... pasamos muchos nervios”, apuntaba Mª Ángeles.
Las mismas azafatas se encontraban en la situación del pasaje, sin saber qué hacer, dando agua a los que parecían estar peor y comida a todo el que la necesitara. El pasaje aseguraba que la única información que les llegaba era del exterior, que ellos mismos tenían que tranquilizar a sus familias que desde el puerto o desde sus casas se enteraban de lo sucedido. Jesús Moreno, otro de los pasajeros, explica que “cuando nos dejaron salir a cubierta, pudimos observar mejor el impacto donde se veía la raja de los dos barcos y el mercante era tres veces más grande que el nuestro y ya le dije a mi madre por teléfono que estaba viendo los delfines que no se preocupara y hubo que mantener la calma, mucha tranquilidad y nada más”. Al comenzar a separar los barcos con los remolcadores “no había manera porque los barcos daban vueltas sobre sí mismos”, comentan. Posteriormente en los intentos de desenganche “optaron por hundir la proa y tras comprobar que no había agua en los garajes lo intentaron con los mismos motores del barco, crujía y se movía”, comenta Francisco Javier que realmente fue consciente de la situación cuando lo que todos pensaban e incluso decían en alto de si se iría o no a pique el buque, podrían salir por algún lado. “Mientras estábamos enganchados al otro sabíamos que no nos hundiríamos, pero después uno ya se plantea si con las cuatro puertas de emergencia, que debían permanecer cerradas habría posibilidad o no de salir y piensas que realmente estás en una ratonera... así que lo único que tienes que pensar es que no se va a hundir y seguir manteniendo relativamente la calma”. Algunos comprendían que no se podía informar sin que los responsables tuvieran las cosas claras pero otros no podían soportar la tensión. Aún así, en esas casi nueve horas, el pasaje seguía las instrucciones de irse hacia uno y otro lado “y nos iban avisando de que sentiríamos sacudidas porque estaban intentando separarlo. Todas esas horas se hicieron interminables”, apunta Isabel Vega una vez en el puerto.
Allí hubo alegría, abrazos, llantos y pocas ganas de coger el barco de vuelta los que lo tienen que hacer hoy. Hubo también “barra libre en el bar”, comentaban anecdóticamente, solidaridad y  papeleo por parte de los que sufrieron algún golpe en los vehículos. “Pero ha sido un susto que debe servir para que no vuelva a suceder porque todos sabemos que podría haber sido mucho peor”.

Detalles

Desconcierto
Tras el impacto, que levantó el suelo de la parte del pasaje que iba de ese lado y lanzó a algunos por el aire, los viajeros comenzaron a ponerse los chalecos entre un gran desasosiego por no recibir indicaciones del capitán. La información llegaba más bien del exterior a través de los móviles de familiares y amigos y hubo colaboración entre el pasaje y la tripulación en todo lo posible pero la carencia de información
Lo peor
El desconocimiento de si finalmente el buque se hundiría o no es lo que ponía a la gente más nerviosa y la falta de información porque aunque el personal se mostraba atento, también estaba atemorizado “y los de arriba no dieron la cara para nada”. Algunos se preguntaban por dónde podrían salir si se fuera a pique porque “en ese momento sientes que estás en una ratonera sin salida y lo mejor es mantener la calma y pensar en positivo”.
Coches
Todos los coches se habían trasladado y las motos también. “Si el impacto mueve así los coches, ¿cómo no va a mover a una persona que se encontrara en ese lado?”, se preguntaban.

“Se quedó inconsciente en el suelo y ahora permanece en observación”

El tío de un joven de 29 años manifiesta la indignación de una familia que lleva un día entero sin dormir a la espera de que los facultativos diagnostiquen las proporciones que el impacto provocó en el cuerpo de su sobrino. “Él iba sentado en el lugar más cercano al impacto. Salió despedido y no se acuerda de nada más que de despertarse, volver a sentarse en una butaca y ver las azafatas ayudaban a otros pasajeros entre lágrimas que también reflejaban su angustia”. El joven permanece ingresado en observación desde que el ambulancia, tras “un viaje horrible en el que sentía un dolor muy fuerte en un costado”, le trasladó al hospital Universitario pasadas las cuatro de la madrugada. “Hasta las ocho y a pesar de ir como preferente, no le hicieron las primeras pruebas en las que detectaron que orinaba sangre y había problemas en al menos uno de sus riñones. No sabemos nada más. Nadie ha preguntado por el estado del herido. Estamos todos preocupados. Tanto por la pasividad de la naviera e incluso por la del Hospital, que es muy grande pero no tiene medios y seguimos sin saber realmente las dimensiones del golpe tras muchas horas esperando”. Quieren que haya transparencia, que se sepa “que no ha sido un simple accidente, que no hubo muertos de milagro, que ha sido grave y que no se debe echar tierra sobre un asunto que afecta a toda la ciudadanía. Hay que lamentar un accidente, pero los medios que encuentras cuando llegas a la ciudad para que te atiendan son deficitarios y eso lo dice el propio personal del centro”. Tras poner una queja por escrito, la familia del joven espera su evolución y pide “que se sepa toda la verdad de lo que ha ocurrido”.

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