En los últimos años, la práctica totalidad de la población española, entre ellas la de Ceuta, y la europea viene respirando aire contaminado, que incumple los estándares recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), actualizados en 2021.
Esta situación ha sido puesta de manifiesto por la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) y, en nuestro país, por los informes sobre la calidad del aire en el Estado español que desde hace casi dos décadas viene publicando anualmente Ecologistas en Acción.
Las últimas estimaciones globales de la AEMA y la OMS sobre la repercusión sanitaria de la contaminación atmosférica son muy preocupantes. Elevan en el año 2020 hasta en torno a 300.000 las muertes prematuras en los países europeos por la mala calidad del aire.
En España, las víctimas de la contaminación fueron ese año hasta 24.000, 17.000 por partículas inferiores a 2,5 micras de diámetro (PM 2,5 ), 4.800 por dióxido de nitrógeno (NO 2 ) y 2.400 por exposición a ozono troposférico.
La exposición a altos niveles de ozono provoca también importantes problemas a la vegetación y disminuye el rendimiento de los cultivos. En su informe de 2014, la AEMA destaca a Italia y España como los dos países europeos con mayores daños sobre la agricultura, afectando en nuestro país a 122.000 kilómetros cuadrados, dos terceras partes de la superficie cultivada.
Siguiendo una tendencia iniciada en 2007, se viene observando la reducción de los niveles de los contaminantes “clásicos” (partículas, NO 2 y dióxido de azufre SO 2), aunque sigan afectando a la práctica totalidad de la población española, obedeciendo tanto a razones coyunturales relacionadas con la crisis económica de 2008, que provocó una menor movilidad motorizada, la disminución de la actividad industrial y el desplazamiento de la generación eléctrica en centrales térmicas por la energía eólica y solar, como a factores “tecnológicos” como la evolución del parque automovilístico hacia vehículos más pequeños y eficientes y, por tanto, en principio menos contaminantes (pese al dieselgate y los SUV), o la progresiva implantación de las mejores técnicas disponibles en el sector industrial.
Sin embargo, esta reducción general de la contaminación atmosférica tradicional no se estaba produciendo en el caso del ozono troposférico, el contaminante que en España presenta actualmente una mayor extensión y afección a la población, y cuyos niveles se mantenían en los últimos años estacionarios o en muchas zonas incluso al alza.
Se trata de un problema específico de la Europa mediterránea, dado que el ozono “malo”, llamado así por contraste con el de la estratosfera, que nos protege de la radiación ultravioleta, se forma en verano cerca de la superficie terrestre, por efecto combinado de la radiación solar y las emisiones de óxidos de nitrógeno (NO x ) y compuestos orgánicos volátiles (COV) a partir de la combustión de carbón, petróleo o gas en centrales eléctricas, vehículos a motor y calderas urbanas e industriales.
Otra característica particular de la química del ozono es que éste se acumula a una cierta distancia de las fuentes de sus contaminantes precursores, por lo que paradójicamente afecta mucho más a las zonas rurales y periurbanas que a los centros de las ciudades.
Por todo ello, la evolución al alza de la contaminación por ozono parecía ser consecuencia en primer término de la tendencia al incremento en verano de las temperaturas medias y de las situaciones meteorológicas extremas (olas de calor), resultado del cambio climático.
Estando mediatizada también por el descenso global de las emisiones de precursores o por la variación reciente de la relación dentro de los NO x entre monóxido de carbono (NO) y NO 2 , a favor del último, que eleva los niveles de ozono en áreas antes “libres” de este contaminante como los centros peatonalizados de las ciudades.
Un último factor que contribuye a complicar el comportamiento de este contaminante son los desplazamientos de masas de aire contaminado, por ejemplo entre la Comunidad de Madrid y ambas Castillas, o de carácter transfronterizo entre Francia e Italia y las Illes Balears.
No obstante, la crisis de la COVID-19 ocasionó durante 2020 y 2021 no sólo una drástica reducción del principal contaminante urbano, el NO 2 , por efecto de las medidas de restricción de la movilidad adoptadas por las autoridades para limitar el contagio del virus, sino también una caída general de los niveles de ozono, que en esta ocasión sí siguió la tendencia de su principal precursor, probando que reducir de forma decidida las emisiones de NO x y COV sin duda también reduce el ozono.
De hecho, tras finalizar las restricciones de la movilidad y la actividad económica derivadas de la lucha contra la pandemia, este contaminante ha vuelto a repuntar en buena parte del territorio español durante los veranos de 2022 y 2023, los más cálidos desde 1961, coincidiendo con las intensas y prolongadas olas de calor que han caracterizado los meses estivales de junio, julio y agosto, lo que confirma la estrecha relación entre cambio climático, contaminación por ozono y exceso de mortalidad.
De esta forma, el Gobierno español y las Comunidades Autónomas (CC.AA.) ya no tienen excusa ni para seguir incumpliendo sus obligaciones legales en materia de información, control y prevención de la contaminación por ozono, incluso omitiendo a veces los avisos preceptivos a la población en caso de superación del umbral de información, ni para retrasar las medidas necesarias para combatir de manera efectiva el cambio climático, reduciendo las emisiones contaminantes de la agricultura, el transporte y la industria, en el marco de unos planes de mejora de la calidad del aire obligados que siguen sin elaborar.
En este contexto, por octavo año consecutivo desde que en 2005 Ecologistas en Acción comenzó la publicación de sus informes anuales sobre la calidad del aire en el Estado español, se elabora un informe específico sobre la contaminación por ozono, que pretende dibujar una primera imagen amplia y fiel de la situación en nuestro país durante el año 2023, en relación a la protección de la salud humana.
Con datos actualizados a 30 de septiembre, el presente informe se configura como un Avance de la realidad de este contaminante estival, que será completado en el Informe sobre la calidad del aire en el Estado español durante 2023, a publicar ya en la primavera de 2024.
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