Los paseos de otoño por la céntrica Plaza de los Reyes de Ceuta tienen, estos días, acompañamiento musical. El ritmo en cuestión lo pone el joven Luis Fernández-Palacios Pardo, quien cada tarde muestra su arte a quien guste en acercarse a conocerlo.
Una forma de sonido vocal denominada Beat Box (caja de ritmos en inglés) basada en la capacidad de producir ritmos de cualquier tipo, compases y sonidos musicales utilizando solamente los labios, la lengua y la boca como instrumentos.
Una disciplina que este joven conoció a través de su hermano y que, poco a poco, fue haciendo suya, descubriendo, de manera autodidacta, que era lo que más le gustaba y que, además, se le daba muy bien, por lo que no dudó en seguir aprendiendo y profundizando en el tema hasta llegar a crear su propia música.
Aunque pueda parecer sencillo, este talento es mucho más complejo que soplar con ritmo. Se requiere una gran cantidad de práctica, técnica, control de la respiración, ritmo natural, coordinación y conocimiento, por lo que el merito está más que demostrado.
Una manera de generar ritmos que tiene sus orígenes en América en la década de los años ochenta, en los barrios más bajos de Nueva York, donde no había recursos económicos para adquirir radiocassetes, que además de ser caros en aquella época, eran muy pesados, razón por la cuál surgió este movimiento denominado beat box, como alternativa que permitía a cualquier persona de la calle crear una base musical en cualquier sitio, sin necesidad de más instrumentos que su boca.
Una forma de expresión artística, que este cordobés considera como un hobby y que lleva cultivando desde hace más de diez años. Algo que, según confiesa, necesita hacer cada día, y que le sale de manera natural, sin casi darse cuenta.
Ceuta tiene la suerte de poder disfrutar del virtuosismo de Sound B3 (nombre artístico que se atribuye Luis Fernández-Palacios Pardo), que se ha instalado en la ciudad para cursar sus estudios de Educación Social en la Universidad y, cuando tiene un rato libre, entre clase y clase, no duda en subirse a la Plaza de los Reyes a crear en directo y con un altavoz y un micrófono como únicos compañeros, un estilo de música que, según explica el artista, gusta mucho a los espectadores de Ceuta, que se quedan sorprendidos al comprobar que esos platillos, esa caja de ritmos, esa batería, trompeta o bombo que escuchaban a lo lejos no son más que sonidos que brotan de la boca de un chaval de 25 años con el arte metido en las venas.
No lo hace por dinero, es pura devoción, pero, si los que lo contemplan le dan una propina, confiesa que le viene estupendamente porque, como muchos estudiantes universitarios que viven en la ciudad de Ceuta durante los meses que dura el curso universitario, no anda muy sobrado de fondos con los que afrontar el día a día y disfrutar de las opciones de ocio que ofrece la ciudad.
Por eso, discretamente, sin hacer ruido, coloca un cuenco de plástico en el suelo, cerca de su improvisado escenario de la Plaza, por si la generosidad de los paseantes aflora al escuchar su música y puede regresar a su piso compartido con unas monedas en la cartera que le alivien la semana.
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