Planes de empleo en el aire

Arrastramos polémica para rato. Si nos paramos a pensar, desde que en enero la Ciudad anunciara su intención de asumir los planes de empleo y la Delegación viera, con dicha propuesta, el cielo abierto todo lo que ha rodeado este ámbito ha venido cargado de incertidumbre. La guinda ha llegado esta semana con las dudas, más que reales, de que los planes puedan no salir adelante porque no dé tiempo a tener todo preparado cumpliendo los plazos legales. Y claro, la respuesta que se da no es que ayude a tranquilizar al personal. Y es que, que me digan que los planes están garantizados y se van a firmar pronto porque el Gobierno de la Nación siempre se ha mostrado favorable a Ceuta y nos demuestra su sensibilidad... no es que aporte muchas garantías. La sensibilidad es variable, y las querencias de un Gobierno duran lo que duran. Miren si no el halo de misterio que pesa, ahora, sobre las bonificaciones al transporte. ¿Cuándo se habían puesto en duda esas ayudas? Nunca, hasta ahora. La crisis y el fraude se han dado la mano para que ya se nos pongan límites en las tarifas. La sensibilidad, en este caso, ha durado lo mismo que el tiempo tardado en detectar que no se podía seguir desembolsando tanto dinero para viajes, aunque sea un derecho que algunos han explotado. Entendiendo lo que ha pasado, ¿quién no nos dice que Madrid da el toque porque durante años y años el plan de empleo se ha estado utilizando de mala manera?, ¿quién no nos dice que Madrid pide explicaciones sobre la rentabilidad y funcionalidad de dichos planes o del uso perverso que se les ha dado?, ¿hasta dónde llegaría esa sensibilidad, que es la única garantía que hoy por hoy se nos pone encima de la mesa?
Llega un momento en que todo explota, en que la bolsa que ha servido para sustentar muchas historias ya no aguanta más. Lo malo de los planes de empleo es que fueron instrumento inteligente, bien estudiado, pero al que las administraciones pronto quisieron hincar el diente para satisfacer resultados que les eran afines. Ahora solo pensar en que no puedan salir adelante hace tambalear los endebles cimientos sociales. 1.200 personas pendientes de una lista... es como para provocar un problema. Nos queda la sensibilidad.