Invidente total, Bilal Lahasen (Ceuta, 1985) sigue observando las cosas con sentido del humor: “Yo no le veo la transparencia a los Planes de Empleo”, ironiza tras conocer el primer listado provisional de seleccionados para la edición 2022-2023.
Otra vez, como durante la última década, no aparece. “He sido seleccionado dos veces, en 2008 y en 2011, para trabajar 6 meses, pero desde entonces nada a pesar de que he terminado un Ciclo Formativo de Grado Medio y he hecho todos los cursos que me ha propuesto el SEPE o cualquier otra entidad siempre que estuviesen adaptados para ciegos”, señala el titulado en Sistemas Microinformáticos y Redes con un 9,2 de media.
Lahasen, que en 2019 fue contratado unos meses a través de la Escuela de la Construcción (se pasó siete “como un mueble” que aceptó “por necesidad económica” porque le habían certificado como pintor, pero en realidad “no estaba capacitado” para ejercer de verdad), también ha intentado encontrar alguna oportunidad laboral en el sector privado.
Una empresa catalana llamó a su puerta, pero no tenía experiencia con JAVA, así que es en lo que se está centrando ahora de la mano de Inserta y la Fundación ONCE.
“Yo no espero que me llamen cada año del Plan de Empleo, aunque hay gente que lo consigue, pero sí reivindico mi derecho a saber cómo se gestiona ese cupo del 7% de las plazas para personas con discapacidad, así como de qué manera se pondera la de cada uno”, explica el joven, que con un 79% fue excluido, por ejemplo, de las VPO de Loma Colmenar.
“No es lo mismo tener una discapacidad del 33% que otra superior al 66%, ni una diabetes a ser invidente, que tampoco es lo peor que te pude pasar”, relativiza Lahasen, que asegura que “no tengo enchufes ni los usaría para quitarle el puesto a otra persona”.
“Durante muchos años ni me quejé porque no tenía más titulación que la equivalente a FP Básica, pero ahora que he avanzado no me parece justo lo que sucede, ni que sólo se den cinco días naturales para alegar a las listas provisionales con tres festivos por el medio”, lamenta.
A sus 37 años también ha ejercido como telefonista (el envío de su currículum a través de la Cámara a las empresas que dicen que sacarán del paro a decenas de personas no han sido contestadas con ninguna llamada), pero solamente suma cotizados “dos años y 7 meses”.
“Lo único que me ofrecen es vender el cupón, que ya lo he hecho y me he sentido muy maltratado”, repasa Lahasen, que tampoco tuvo apoyo en forma de transporte de ninguna entidad social cuando intentó seguir el Curso de Acceso a la Universidad para mayores de 25.
“Mi padre tenía que bajarme cada día hasta el Campus y esperarme hasta las 22.00 horas en la puerta, así que lo terminé dejando”, repasa el chico, a quien también se le disuadió de estudiar Electrónica porque podía ser “peligroso”.
“Quiero probar para intentar abrir otra puerta, porque en las que he tenido hasta ahora solamente me han enseñado lo bonito que es el paisaje y me las han cerrado”, lamenta. “El mundo laboral puede ser un mar de tiburones, pero no es justo que donde cualquiera tiene que hacer equis, a mí se me pida el doble: lo que quiero es partir del mismo punto que los demás”, resume su legítima aspiración.
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