Ahora, ya tocamos el terreno de lo concreto. Ahora, nuestra ilusión es roca firme, pues ¿cómo llamar al rostro de nuestras dos usuarias?
El programa de piso supervisado de Acefep ya tiene soplo de vida, y el propósito mayor de nuestro colectivo, que es llegar a tener una vida independiente y autónoma, tiene sus primeras personas beneficiarias.
Sirvan estas palabras como sello de gratitud y de agradecimiento a todos los que han hecho posible este recurso. A los poderes públicos, por supuesto, quienes han de sentirse satisfechos; pero, sobre todo, al equipo de trabajo de la Asociación Salud Mental Ceuta, que ha sabido llevar a buen término esta difícil misión.
Mari Carmen Barranco, mi predecesora en el cargo, me dejó como legado el mensaje de que no hay que dejarse vencer por la dificultad, si es que la razón que nos asiste es la justicia.
Este programa nos remite a la idea de que la aparición de un problema de salud mental no es el fin de algo; más bien el comienzo de una bonita historia de superación.
En un primer momento, hemos puesto a prueba la capacidad de respuesta de las personas candidatas, con el entrenamiento de habilidades sociales y de la vida diaria. A nadie se le escapa que el desarrollo en sociedad requiere orden y eficacia en la resolución de problemas. Cuán importante es la organización de las tareas domésticas: ir a la compra, el cuadrante de las comidas, los turnos de limpieza, o las trabajosas coladas y posterior planchado. Cuántas gestiones.
Este recurso está diseñado para cuatro huéspedes, más una cama suplementaria si es que surge una necesidad habitacional urgente. Ahora Ceuta está preparada, y nuestras técnicas encargadas de la supervisión siguen estimulando y perfeccionando el perfil de los usuarios que puedan cumplir con los requisitos para una convivencia exitosa y enriquecedora. Un lugar para la amistad.
Cuán importante es también la administración de los dineros propios, por eso la compra en el mercado o el súper ha de ser precedida de una comprobación de los precios y las calidades, hasta dar con la opción más responsable. Aquí, me ha llamado la atención la preocupación de las supervisoras por el ahorro; todo perfectamente calculado.
Por lo demás, el piso es magnífico, está dotado y todo es cercano y práctico. Es una especie de universidad programada para el lanzamiento al entorno social de personas, que como yo, tenemos la dificultad añadida de la presencia de un problema de salud mental.
El principal desvelo de familiares y afectados, como es el “qué será de nosotros el día que falten mis padres”, encuentra aquí respiro. El piso supervisado es la comprobación de que, con un punto de apoyo, las limitaciones empequeñecen; y también un recordatorio de que todos tenemos derecho a un lugar en la sociedad donde nacimos.
Hoy por ti, mañana por mí. Toda inversión que se haga para el fomento de oportunidades redundará en la paz social, el principal indicador de lo que nos deparará el futuro. La esperanza está servida.
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