Es el negocio del verano: la presión constante ejercida por los pilotos de motos de agua cuya única misión es colar inmigrantes en Ceuta. Y a veces lo consiguen, bordeando en cuestión de minutos el espigón de Benzú o del Tarajal para arrojar al agua a personas a las que llevan de carga. Les cobran unos 600 euros por pase. Y ahora los argelinos y los asiáticos constituyen la demanda preferida por las pequeñas redes.
En la tarde de este lunes consiguieron pasar, en cuestión de minutos, a cinco personas. Y lo más llamativo: en uno de los pases cruzaron a una argelina con dos menores, supuestamente sus hijos. A esta unidad familiar la dejaron en la playa del Algarrobo: adulta y dos adolescentes de 13 y 15 años. Los tres de Argelia y los tres ‘colados’ en la misma moto. Poco más tarde otro piloto dejó a una pareja de varones, adultos, también argelinos, en la misma playa.
En ambos casos se actuó de la misma manera, e igual que lo hicieron la semana pasada, dejaron argelinos o asiáticos a pie de las playas más fronterizas para después escapar a toda velocidad.
Los cinco inmigrantes abandonados ayer fueron trasladados a las dependencias de la Jefatura Superior de la Policía Nacional en donde, tras su filiación, emprendieron camino por sus propios medios hacia el CETI. A las cámaras de FAROTV contaron que eran de Argelia, de las zonas más alejadas y que les habían pasado en moto de agua sin aclarar más detalles sobre el modus operandi de las pequeñas redes que, como cada verano, hacen su agosto.
El goteo es constante y la Guardia Civil ejemplifica cada jornada una auténtica persecución a quienes buscan aprovechar el momento para hacer negocio.
Las motos de agua son el vehículo idóneo, el que menos riesgo supone para unos pilotos que escapan con rapidez ante la presión ejercida por el Instituto Armado y que no hacen sino invertir todas las horas del día en intentar continuos pases. Así hasta el hartazgo.
A las patrullas de la Benemérita, tanto marítimas como de tierra, solo les queda el hacer controles de presión por ambos puntos para hacer más complicado que alcancen su propósito. A pie de campo la batalla, por llamarlo de alguna manera, no tiene descanso. Salen con total impunidad de las costas marroquíes aprovechando las embarcaciones que hay en la zona entre las que se cuelan algunas que colaboran en labores de ‘despiste’. Una vez tienen preparado el pase, cruzan el espigón con rapidez para dejar en la playa a los inmigrantes que han cargado y con los que previamente han agenciado el pase.
Es un auténtico filón para obtener dinero rápido pero un problema serio, como cada verano, para las fuerzas de seguridad que no pueden permanecer de manera fija en todos los puntos de frontera marítima para evitar estas acciones.
Pero no solo las motos se dedican a colar inmigrantes. En estos casos suelen ser personas que pueden pasar más desapercibidas; cuando se trata de subsaharianos se eligen los dobles fondos de vehículos. Así han sido abandonados en menos de una semana cuatro personas que fueron localizadas en puntos del extrarradio o llegaron por sus propios medios hasta las dependencias de la Jefatura Superior de Policía.
Tras estas formas de pase se esconde la tragedia que ha llevado a la acumulación de muertos y desaparecidos por la acción de unos pilotos que, de verse sorprendidos, no dudan en arrojar a personas que ni saben nadar ni llevan las protecciones debidas. Después huyen, porque deben hacer los trayectos en el mínimo tiempo posible para que sea un éxito. Para estos pilotos el negocio no viene marcado por la humanidad sino por la rentabilidad ceñida a los meses de verano.
Junto al tráfico de personas aflora el de estupefacientes, también llevado a cabo a través de motos de agua con las que se puede pasar hasta cien kilos de hachís en un único pase o se puede intentar despistar a las fuerzas de seguridad para que no se centren en persecuciones a las embarcaciones que llevan la mayor carga de la droga.