Pésima gestión de un riesgo mortal

Por supuesto no somos perfectos, por lo que entiendo que debemos aceptar ciertos errores políticos en diversas cuestiones que afectan directa o indirectamente a la ciudadanía.

Tal vez, el problema surja cuando dichos errores se reiteran, más aún cuando atañen a asuntos de delicados para la integridad de los ciudadanos. El caso del ébola en este país parece haber reunido estos tres puntos: se han detectado errores así como reiteraciones en algunos de los mismos, y, sin duda, se trata de un tema frágil y extremadamente peligroso. Lógicamente, predecir que algo parecido pudiera ocurrir en España era difícil, ni siquiera la Organización Mundial de la Salud podía imaginarse no hace tanto que algo así acaeciera en tierras europeas, pese a que ahora admita que pueden aparecer nuevos contagios en Europa. Sin embargo, los gobiernos han de estar a la altura de los retos de su contemporaneidad, por lo que era obligatorio poseer expertos en riesgos biológicos y seguir sus indicaciones para futuras actuaciones, especialmente en enfermedades que no poseen soluciones asentadas.
En este caso, todo o la mayor parte ha sido un auténtico desastre. Los protocolos no se han aplicado correctamente, el material utilizado no ofrecía la seguridad necesaria y el escaso equipamiento válido para operaciones de este tipo había sido prácticamente desmantelado. Los trabajadores de los hospitales han denunciado en repetidas ocasiones que no tenían ni idea de cómo actuar ante una situación así, ni siquiera tras los acelerados cursillos de menos de una hora que, según estos, se impartieron difusamente. El equipo de limpieza y desinfección, clave en estos casos, tampoco sabía cómo llevar a cabo su trabajo ante la falta de indicaciones.
Esto parece señalar que no sólo no se ha dispuesto de las infraestructuras y herramientas adecuadas sino que, además, la información ha escaseado, digno retrato de un país que no se ha molestado en prepararse ante riesgos biológicos en un mundo tan extraordinariamente interconectado entre sus distintas regiones, por lejanas que parezcan. Ante este plantel, creo que lo ocurrido hasta ahora tendría que parecernos poco en comparación con lo que podría haber acontecido ante un despliegue sanitario tan paupérrimo.
A pesar de que la situación parece controlada tras aislar a la infectada (una de las auxiliares que atendió al misionero Manuel García Viejo, muerto por la acción del ébola) y a los que potencialmente pueden estarlo, a lo que se une el control de otros tantos, el hecho de que sobre todo aquella haya podido moverse libremente por una ciudad de las características de Madrid supone un auténtico peligro por la extensión que se haya podido producir del virus. Además, los métodos de control utilizados hasta ahora han resultado ser inútiles, ya que la tan repetida fiebre que es considerada como uno de los principales síntomas no fue el detonante de la sospechas en la auxiliar. Dicho método ha entorpecido la celeridad en el ingreso de esta mujer con la reducción del riesgo que ello hubiera significado. A todo esto se añade la problemática del posible can infectado y su también posible contagio a perros del área con los que ha entrado en contacto, lo cual podría producir un efecto en cadena severo.
Las circunstancias son muy complicadas y, me temo, Sanidad ha demostrado desde el principio hasta hoy que no ha sabido capaz de gestionarlo adecuadamente. No obstante, ya puede ser desolado el planeta por una pandemia que aquí, en nuestro país, parece que únicamente estás obligado a dimitir si te cortan la cabeza, reservándose la renuncia por decisión propia como una opción auténticamente excepcional, pase lo que pase. En definitiva, no nos queda más que rezar a las vírgenes y santos que tanto gustan en Génova para que se resuelva este destrozo provocado por la ignorancia de unaministra que jamás debió haber sido titular de una cartera para la que no está preparada en ninguno de los sentidos.