Opinión

Periodismo y otras cosas

El periodismo está en horas bajas. Nos lo hemos cargado nosotros mismos, los periodistas. Lo hemos hecho poco poco, la combinación de varios factores ha provocado que hoy muchos profesionales sintamos vergüenza por lo que ensombrece y afea una digna profesión. La poca inversión en investigaciones, en profesionales y el considerar que ‘todo vale’ ha hecho que cualquier bosquejo sea considerado un medio de comunicación, hasta el punto de que ya ‘crecen como setas’ esos pequeños cajones en los que se mete de todo, se mezcla, se le coloca un disfraz y se presenta como medio sin serlo.
¿Qué es lo fácil? Hacer periodismo sin ir a los sitios. Y así te topas con crónicas judiciales publicadas sobre juicios a los que no han asistido periodistas y en las que se confunden acusados con testigos, las penas solicitadas y hasta órganos juzgadores. Se han ahorrado tener un periodista más de diez horas chupando banquillo y han ofrecido al lector un apaño que no es más que un engaño, una mentira. Pero ya todo vale, parece.
El periodista ha confundido el contenido publicado en redes sociales con noticias, cayendo en la locura de transformar cualquier valoración subjetiva de una persona en una información que, de manera vergonzosa, la atribuye a esas ‘fuentes’ con las que buscan amparar una falsedad (disfraz cobarde: ‘me lo dicen mis fuentes’ para no decir que se copia de un muro de Facebook). El radio patio, lo que antes era un encuentro de vecinas en un portal tomando la fresca, se eleva a noticia y encuentra hueco en un medio de comunicación. Lo hacen incluso las fotografías colgadas de las que no se sabe si son actuales o no, si son montajes o reales... pero todo se permite y ese contenido que nació de un post publicado en un grupo se ha transformado mediante el copiar/pegar en una información con un altavoz mayor. ¿Es eso periodismo? No, pero les sirve. A esa degradación se ha llegado.
Ya no existen las entrevistas, ni el desplazarse a las barriadas, ni el acudir al origen de la información... Vale el comentario vertido por no se sabe quién en un grupo de Facebook y la fotografía sacada por un desconocido que a su vez la reenvió a no se sabe cuántas personas y así llegó a una redacción. ¿Será falsa esa imagen, será falso ese montaje y ese vídeo viral? No se plantean esas cuestiones, se copia y se pega y en ese senda de locura se provocan incluso reacciones en cadena de partidos políticos, entidades y autoridades.
Ya no hay firmas, ya no hay opiniones, no hay inversión en mejoras... ¡Si incluso se ponen nombres a los muertos sin que estos estén identificados porque así se asegure en una red social! A esto se ha llegado. Nosotros mismos estamos matando la profesión si no somos capaces de marcar diferencias y de recuperar una dignidad que algunos se empeñan en mancillar. No todo vale, nunca debió valer. Dudo que aprendamos alguna vez.

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