Categorías: Opinión

Pérez Serrano, gran jurista ceutí

Siempre he sentido admiración hacia las personas que son estudiosas del Derecho y también hacia las que imparten justicia, porque tener la oportunidad de defender al justiciable o de administrar justicia, a mi modesta forma de ver, son de las funciones más serias, más cabales y más reconfortantes que se pueden realizar en la vida, siempre que se ejerzan con juicio ponderado

con absoluta independencia y con la honestidad y tenacidad que toda causa justa merece, consagrándose a la ley y al derecho, a modo de como entendía tan noble función Ulpiano, uno de los más grandes juristas romanos del siglo III, que concebía el derecho como el “conjunto de normas dadas por la comunidad para la ordenación de la razón y encaminadas al bien común”. Y la justicia, como “la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo suyo”; o también con el decoro que preconizaba Kant en su Ética del entendimiento y la razón: “cumpliendo con el deber por el deber”, es decir, sin buscar el propio interés personal, sino por obligación y anteponiendo siempre la especial responsabilidad que se desempeña en esa digna y noble función de procurar “dar a cada uno lo suyo”.
Y es por ello, que hoy me satisface plenamente poder traer aquí a colación a un jurista ceutí de reconocido prestigio; sin duda, de los más relevantes que tuviera España en la primera mitad del siglo XX, a pesar de lo extraño que luego resulte que en la Ceuta que le vio nacer, en su propia tierra, sea tan poco conocido. Y es que, he encontrado una biografía del eximio personaje que nos ocupa, D. Nicolás Pérez Serrano, presentada por su hijo, D. Nicolás Pérez-Serrano Jáuregui, que es Letrado de las Cortes Generales (al igual que lo fuera su padre), en la que se refiere con gran cariño filial a la vida y obra de su progenitor; porque otra de las cosas que me llaman poderosamente la atención y también me merecen el mayor respeto y consideración - como signo enorgullecedor del amor paterno-filial - es la de aquellos hijos que todavía se preocupan de honrar a sus padres, defendiendo su honor y reivindicando su dignidad y buen nombre incluso después de haber fallecido, porque, haciéndolo así, aunque sea de forma indirecta, se están honrando y haciendo más dignos a sí mismo y a su propia estirpe, hoy que tan en decadencia están los valores familiares.
Don Nicolás Pérez Serrano nació en Ceuta el 21-05-1890, en el número 14 de la que a la sazón fuera la calle Soberanía Nacional, donde su padre explotaba un comercio y él permaneció hasta la temprana edad de seis años, que si bien fue corta su infancia aquí vivida, según asevera su propio hijo, Ceuta le marcaría luego profundamente, hasta el punto de que a una de sus hijas le impuso el nombre de África, y una de sus mejores obras escrita que ya de mayor escribiera la tituló “Reparto de África”, signo bien elocuente de la huella indeleble que le dejara el hecho de haber nacido y vivido parte de su niñez en este precioso rincón de España en África, en Ceuta. Luego, sus padres se trasladaron a Cádiz, y poco después a Granada, donde cursó sus estudios primarios y también los universitarios licenciándose a la vez en Derecho y en Filosofía y Letras, habiendo obtenido en todas las asignaturas de ambas carreras Matrícula de Honor. Fue Premio Extraordinario tanto en la Licenciatura como en el Doctorado. Tenía una memoria prodigiosa y una facilidad inigualable para aprender idiomas, habiendo llegado a dominar hasta diez de ellos; más también era aficionado a la poesía, a la música, a la botánica, a la historia y, en fin, a todo lo que conllevara cultura y saber.
En 1912 ganó la primera oposición a Oficial Letrado de las Cortes Generales, en la Secretaría del Congreso de los Diputados en Madrid. Ese mismo año falleció su padre; y como quiera que él tenía sólo 22 años y entonces la mayoría de edad no se alcanzaba hasta los 23, pues tuvieron que nombrarle un defensor judicial. Ya en Madrid, en 1917 se colegió como abogado en ejercicio, siendo el colegiado número 222 del  Colegio de aquella capital. En 1937 desempeñó el cargo de Secretario de dicho Colegio de Abogados de Madrid, habiendo hecho una encendida defensa de los abogados que fueron detenidos y represaliados durante la Guerra Civil, a los que en muchos casos salvó vidas y haciendas. Pronto comenzó a destacar por su práctica forense seria y rigurosa, habiendo llegado a ser por aquella época uno de los mejores letrados del Colegio de Abogados de Madrid, hasta el punto de que se le encomendó nada más y nada menos que la testamentaría de la reina Dª María Cristina, viuda del rey Alfonso XII; también llevó las testamentarías de Valle-Inclán, Cambó y otros; ganó el célebre pleito de la coca-cola, e intervino en complicados y muy complejos arbitrajes, laudos y litigios jurídicos. Tuvo su despacho en su casa familiar de calle Génova nº 17 en Madrid.
Colaboró con la república tomando parte muy activa en la redacción de la Constitución de 1931, habiendo sido el Reglamento Parlamentario de aquella época obra muy directa de su inspiración. Fue nombrado experto del Comité de Estudios de la Universidad Internacional de Verano de Santander; fue Director de la Revista de Derecho Público; en 1932 obtuvo por oposición la cátedra de Derecho Público Comparado de la entonces Universidad Central, simultaneando su labor docente con la de Letrado de las Cortes Generales; y fue también Asesor del Monopolio de Tabacos, llegando a Secretario del Consejo de Administración de Tabacalera. Fue el pionero del Derecho Constitucional en España y también uno de sus mejores abogados en el período de 1940 a 1961. Y fue, asimismo, preceptor de Derecho Político de nuestro rey D. Juan Carlos de Borbón en la época en que sólo era Príncipe de España. En 1947 fue nombrado Académico de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, y en 1948, también de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación y Vocal de la Comisión General de Codificación.
En 1934 contrajo matrimonio con Dª Natividad Jáuregui Martínez, farmacéutica, de cuyo matrimonio nacieron 5 hijos, Mabel, Ana María, África, Juan y Nicolás (autor de la biografía de su padre). Aunque durante la Guerra Civil española era afecto a la República, él tenía gran independencia de criterio político, hasta el punto de que se le llegaron a incoar varios procesos (de los que salió indemne) por ambos bandos, siendo sometido a represalias políticas. Así, el Gobierno republicano lo cesó por no haberse querido marchar primero a Valencia y después a Barcelona, como le sugirió; y, por parte del bando nacional, de 1936 a 1945 fue suspendido en la Cátedra de Derecho Político de la Universidad Central, aunque se le asignó el Departamento de Altos Estudios de Derecho Privado, con sueldo. Su pensamiento intelectual era próximo al krausismo, o pensamiento de Friéderich Krause, que defiende la tolerancia académica y la libertad de cátedra frente al dogmatismo, que en España estaba representado por Francisco Giner de los Ríos y Federico Castro, haciendo especial hincapié en la ética y el derecho, más que en la metafísica.
En el libro titulado Documentos Inéditos para la Historia del Generalísimo Franco, de Federico Sopena, se recoge: “1943. Informe sobre firmantes de apoyo a D. Juan. D. Nicolás Pérez Serrano: Este señor es un viejo republicano. Catedrático de Derecho Político. No se le ha expulsado como catedrático pero se le ha prohibido desempeñar su cátedra, sin perjuicio de abonarle el sueldo. Hombre inteligente y de gran habilidad. Es contrario al Movimiento Nacional y últimamente se jacta de su amistad con D. Juan, de quien tiene en su despacho una fotografía con cariñosas dedicatorias, agradeciéndole el buen fin de la testamentaría de la reina Dª María Cristina”. Falleció el 17-02-1961, y el 18 siguiente, otro jurista de renombre, Yanguas Mesias decía de él en su nota necrológica: “Hablaba con ordenada y elocuente palabra. Describía con objetividad. Argumentaba con rigor. Exponía con lucidez. Enseñaba con amenidad. Razonaba con persuasión. Poseía un perfecto dominio de la ciencia y de la técnica jurídica. Más con ser tanto lo que de derecho sabía, era aun más lo que sentía y amaba la justicia”.  El jurista Pérez Serrano, en fin, llevó a cabo una incansable lucha por el Derecho y la Justicia; era célebre conferenciante; fue condecorado con la Legión de Honor francesa, con la Gran Cruz de Isabel la Católica. Entre sus obras figuran: El poder constituyente, Las sucesiones en el Derecho Internacional Privado y El problema de las casas baratas. En 1976, quince años después de su muerte, se publicó su Tratado de Derecho Político que él no quiso publicar en vida.
Este insigne ceutí, de tanto renombre en círculos jurídicos e intelectuales, llegó a adquirir una cultura enciclopédica en todas las ramas del saber. Su prolija y extensa obra incluye la autoría de numerosos libros, artículos en revistas, conferencias y discursos sobre los más variados temas que siguen revelando el sentido crítico de modernidad con que se enfrentaron los problemas del Derecho Constitucional y de la teoría del Estado en los años treinta. Entre todos ellos cabe citar su Memoria sobre el Concepto, métodos y fuentes de la disciplina del Derecho Político, su Revisión del concepto de soberanía como algo polisémico pero vinculado a la idea de Estado; también el Concepto de poder constituyente, la evolución de las declaraciones de derechos, Estudio de revisión sobre la naturalidad constitucional de su época que incluye el proyecto de Constitución portuguesa, la Constitución de Bonn de 1949, la Reforma constitucional argentina de 1949 y la Constitución francesa de 1958, Constitucionalismo norteamericano,  Justicia constitucional y su monografía sobre Derecho parlamentario, y otras muchas contribuciones al Derecho Político contemporáneo. El Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, tiene instituido en su recuerdo el premio “Nicolás Pérez Serrano” para tesis doctorales. Gran constitucionalista y maestro de juristas en España. Creo que tan relevante jurista, bien que  merece que las nuevas generaciones de ceutíes conozcan estos breves datos biográficos de su vida y su obra.

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