Agoreros según algunos, visionarios según otros, expertos en el ámbito del cine todos ellos, se ponen de acuerdo en pontificar sin que le tiemble la voz que el cine tal y como lo conocemos está condenado a morir y no se puede hacer otra cosa que retrasar lo inevitable. Los exhibidores son especialmente los que se quejan con mayor amargura y también los que se niegan a que la cadena de este arte centenario se rompa precisamente por su eslabón, pero lo cierto es que salvo monstruosas excepciones de diseño y bestiales presupuestos invertidos en publicidad que maquillan las cifras en todos los sentidos, el espectador pasa cada vez más olímpicamente de la concepción de cine para otra cosa que no sea engullir palomitas y matar un rato de aburrimiento combatiendo el clima de la calle. Pero casi mejor no buscar culpables de la falta de respeto a una palabra que ha sido y siempre será sinónimo de Ciudadano Kane, Bogart, Hitchcock, La diligencia o Tarantino, porque se trata de un círculo vicioso en el que creadores y público han acabado alimentando las actuales tendencias de mercado casi por igual.
El caso es que la poderosa irrupción de Internet en su uso doméstico y la comodidad de ver en casa un producto de reducido metraje antes de irte a dormir porque el día siguiente madrugas han propiciado que nos hallemos de lleno inmersos en la era de las series, el mayor competidor del largometraje hoy por hoy. No es por ello de extrañar que los presupuestos de proyectos para televisión sea cada vez mayores, alcanzando cifras inimaginables hace poco y con cadenas como HBO, FOX, CBS o BBC en encarnizada pugna por la hegemonía de la parrilla. Ni que decir tiene que ahora en las listas de actores y actrices mejor pagadas del mundo en las que hay nombres habituales como Johnny Depp ("Piratas power"), Daniel "Harry Potter" Radcliffe o Robert Downey Jr. con golpes de suerte como Sherlock Holmes o Iron Man (ya ven con ejemplos tangibles el rumbo que toma el trasatlántico y que los efectos mandan, que es lo único que de momento no puede igualar un televisor), ahora se unen sin rubor los de profesionales que nunca han llegado a mucho en la gran pantalla y han sabido conectar con el que los sigue desde casa. Charlie Sheen, Hugh Laurie, Kyra Sedgwick, David Caruso, Eva Longoria o Gary Sinise se rebozan con dólares demostrando que si el cine no te concedió la oportunidad (o sí, pero prefieres pasarte al otro bando en algunos casos), ahora tienes una mayor y mejor, porque ganas cifras tan escandalosas como un millón de dórales por cada capítulo de media hora. Así ha sucedido durante años con el citado Sheen, que no será inmortalizado en los libros de texto de las escuelas de interpretación precisamente…
No quisiera ponerme apocalíptico y sumarme a los que aseguran que se acabó lo que se daba, aunque reconozco mi preocupación ante tanta imagen por ordenador (que está muy bien usar la tecnología en tu favor) y sin criterio (ahí reside el problema) o remakes de remakes de reborns por pura falta de imaginación y ansia de exprimir lo que ya tiene poco zumo, pero lo que sí creo es que habría que plantearse seriamente que el origen del incendio en las salas comerciales reside, además de en las ventajas mencionadas del formato a pequeña escala y por entregas, en mantenernos enganchados a una historia (aunque sea de usar y tirar), que nos haga apuntar en la agenda que tenemos que ver lo que ocurre en el siguiente capítulo e incluso comentarlo en el trabajo o buscar opiniones e información en blogs especializados. En pocas palabras: el corazón de una historia es su guión, y este debe ser la fuente de su éxito o fracaso. Los atajos son cuentos chinos y los guionistas de talento, viendo como anda el patio, se profesionalizan directamente en televisión. Ya pueden seguir empecinados en implantar el 3D toque o no (empieza a flojear la novedad del invento) y en llamar al rescate exclusivamente a los superhéroes o robots que se convierten en tostadoras, que no va a ser suficiente y mientras no haya qué contar, el cómo va sobrando más y más, y a los datos hay que remitirse.
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