Se cumple un mes de su desaparición. Un mes prácticamente desde que cogieron una embarcación sin motor y partieron de Ceuta dirección a la Península. Ahmed El Mehdi, Alae Akka, Tarik Rbati, Brahim Abughar y Yahya Laroussi habían emprendido una ruta que para nada se antojaba sencilla ante el fuerte temporal reinante esa noche del 30 de noviembre. Una ruta que ha quedado marcada por las incógnitas. Después de protagonizar incluso espacios en medios nacionales, hoy, un mes después de su desaparición, las vidas de estos adolescentes marroquíes parecen condenadas al olvido.
Las oenegés No Name Kitchen, Ex-menas Madrid, Maakum y Elín siguen visibilizando sus rostros, confiando en que algo se sepa al respecto. “Es incongruente tener que esperar a que pase algo tan terrible como esto para comunicar una violencia que no cesa y que mata. ¿Por qué esperar a dar voz a todas estas realidades? Todas estas vidas que se echan al mar o debajo del motor de un camión o se agarran al cabo de un ferry, sin ninguna garantía de tener un futuro certero, tan solo los testimonios de personas que han pasado por lo mismo. ¿Cómo esto no es sino denigrar al máximo a una persona, su cuerpo, su mente y su espíritu? ¿Cómo se puede no poner freno a que las personas se jueguen la vida? ¿Por qué no se ofrecen vías seguras para todo el mundo que quiera migrar? Vías seguras para poder moverse en libertad. ¿Acaso existe libertad sin movimiento?”, exponen en uno de sus últimos comunicados de denuncia.
La desaparición de estos cinco adolescentes viene marcada por el misterio que la rodea. No hay una sola pista de su paradero, no hay constancia de que hayan llegado a la Península o su ruta se hubiera desviado a Gibraltar. Tampoco se ha encontrado la embarcación que ocupaban. Incluso mediáticamente se les ha olvidado también, como si fuera algo normal que 5 menores desaparecieran.
“¿Dónde queda nuestra responsabilidad individual y colectiva ante estas desigualdades? ¿Por qué no empatizamos con aquello que se sale de nuestra norma, de nuestra normalidad? En contraposición al flujo natural de la vida existen fronteras. Fronteras inventadas a la tierra, hechas de metal y concertinas, pintadas con sangre. Fronteras que no son naturales y que matan. Fronteras construidas con el fin de proteger: ¿a quiénes protegen realmente? ¿De qué protegen?”, se cuestionan.
“Son niños de catorce, dieciséis y diecisiete años, que llevan buscándose la vida desde los doce, sino antes. Debería dar igual su lugar de nacimiento, porque lo importante es que son personas que han desaparecido. Sin embargo, y desafortunadamente, su nacionalidad sí que importa. ¿Qué habría pasado si los cinco chicos menores de edad fueran europeos y hubieran desaparecido mientras se bañaban en el mar durante sus vacaciones de verano? ¿Cuál hubiera sido la dedicación de las autoridades nacionales e internacionales a este caso? ¿Hasta dónde hubiera llegado la noticia?”, se preguntan. “¿Dónde se han quedado los recursos que tienen las autoridades para intervenir eficientemente ante estas situaciones? ¿Por qué es recurrente que sea la sociedad civil la que actúe y denuncie estas realidades a pesar de no tener los mismos medios que ostentan las autoridades y otras instituciones cuyo supuesto deber es proteger a toda persona? La pasividad con la que asumimos estas noticias nos hace cómplices de todas estas muertes”, denuncian.
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