Pemán

José María Pemán y Pemartín, el infatigable cantor del paraíso franquista, con la llegada de la democracia, había caído en un olvido total. Ahora, gracias al airado insulto de la concejala de I.U., Ana Fernández de la Cosa, que, al tratar en un pleno el tema de la retirada de una escultura de Pemán de la entrada del teatro de Villamarta de Jerez, llamó al escritor “fascista, misógino y asesino”,  el infatigable cantor del franquismo ha recobrado, si no toda, al menos una parte de su perdida popularidad y de nuevo se ha comenzado a hablar de su persona y su obra.

Los cinco hijos del fallecido escritor, en bloque, han presentado denuncia y ahora a doña Ana Fernández de la Cosa sólo le quedan dos opciones: desdecirse de lo dicho o aguantar la tormenta que, con querella incluida, le viene encima.
Parece que lo que más le ha molestado a la familia de Pemán no es la retirada de la escultura –es algo que aceptan sin rechistar-, sino el hecho de que doña Ana haya empleado las tres mencionadas palabras para definir al escritor. Alguien después ha añadido en la red que doña Ana se ha dejado en el tintero otra muy importante: antisemita. Inmediatamente surge la pregunta: ¿Son ciertas estas acusaciones? Se impone hurgar en la vida y la obra del escritor gaditano para responder a esta pregunta.
La primera de estas palabras es fascista. Doña Ana la ha lanzado como un insulto, y sin duda ahora lo es; pero, en la época de esplendor del fascismo, era todo un elogio. Ironías de la vida, siempre cambiante. En el caso concreto de Pemán es indudable que hasta 1945 fue fascista y su visita de vasallaje, en compañía de Millán Astray, (“Dime con quién te juntas y…” etc.), a Roma en 1938, para dar las gracias a Mussolini por su intervención en la guerra de España, así lo evidencia. Él, lleno de emoción, rememora orgulloso aquella inolvidable visita con estas palabras:
"El Duce, Benito Mussolini, nos hizo el altísimo honor a la misión de Franco, de invitarnos a presidir, con él, la fiesta de la XII Levo fascista. [...] Yo, con mis ojos ilusionados de poeta, el general con su ojo único de héroe devorábamos, nos bebíamos materialmente aquella figura que lleva en sí el secreto del Destino..."
Cuando Pemán escribió estos ditirambos no podía imaginar que los secretos del destino le guardasen un final tan trágico a su admirado semidiós: morir acribillado de balazos en compañía de su amante Clara Petacci.
En su extensa producción poética Pemán vuelve a derrochar incienso a los dioses y semidioses del fascismo de entonces. Así se desprende de su obra magna de aquellos años, “El poema de la Bestia y el Ángel”, y también de otros poemas sueltos. Valgan de ejemplo estos dos últimos versos de su poema a José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange, que Pemán califica de hondo misterio de Dios:
La obra tuya ¡qué clásica y serena!
La obra de Dios en ti... ¡qué hondo misterio!
O este otro poema al semidiós –para él- Benito Musolini:
“Un César, claro y semidivino,
con un cráneo redondo como un casco de acero
y un labio prominente que arremete al Destino”.
Este ramillete de alabanzas al fascismo llegó hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Derrotadas Alemania e Italia José María Pemán, como tantos otros políticos españoles, se olvidó de sus ardores fascistas y se limitó a formar parte de la elite del nacional-catolicismo en que había derivado la dictadura de Franco. Así que, al tildarlo de fascista, doña Ana Fernández de la Cosa ha lanzado una indiscutible verdad, pero sólo a medias: Pemán fue fascista tan sólo durante el tiempo en que la moda para la derecha española era el fascismo. Después, aunque le quedara cierto poso fascista en lo más íntimo de su ser, supo disimularlo muy bien.
La segunda palabra insultante de doña Ana es misógino. Pero ocurre que la definición que nos da el diccionario, “hombre que odia profundamente a las mujeres”, no cuadra ni con la vida ni con la obra de Pemán. Él no odiaba a las mujeres, solamente las consideraba inferiores a los hombres. Una visión del mundo femenino que coincide en líneas generales con las de la Iglesia católica de la época. Su argumentación tenía además una base teológica.
“Cuando Dios quiso sancionar el pecado original, impuso a la mujer un doble castigo: el dolor de la maternidad y la sujeción al varón, que la dominaría”.  
Incluso, durante la República, se sacó de la manga una revista femenina –“Ellas”-, cuya finalidad principal era llevar a la derecha el voto de la mujer. Por si no era bastante el consejo de los curas y frailes en el púlpito y el confesionario. En uno de los editoriales de la revista –el de marzo del 33-, Pemán pide ayuda a las mujeres para la implantación del fascismo en España “porque en él encontrará su asiento el feminismo”, les dice.
La tercera palabra, la más dura de todas, es asesino. El diccionario, nos dice que asesino, a, es la persona que comete asesinato, el cual lo define así:
El asesinato es un tipo de homicidio cualificado, que consiste en matar a una persona incurriendo en ciertas circunstancias agravantes, tales como la alevosía, la premeditación, el precio, la recompensa o promesa remuneratoria y el ensañamiento, aumentando deliberada e inhumanamente el dolor del ofendido.
Es indudable que don José María Pemán no cometió tal delito. Atribuírselo sería una gran falsedad. Si vamos al Código Penal ocurre exactamente igual: Pemán no ha cometido ningún asesinato. Doña Ana, en su odio al escritor, se ha pasado. Pero hay otro delito, más o menos próximo, que sí cometió: la incitación al exterminio. Basta hurgar en sus textos para encontrar la confirmación:
“la idea de turno o juego político, ha sido sustituida para siempre, por la idea de exterminio y expulsión, única válida frente a un enemigo que está haciendo en España un destrozo como jamás en la Historia nos lo causó ninguna nación invasora”.
Ahí está la palabra clave -exterminio- pronunciada por don José María en sus repetidos discursos y arengas. Esta petición de exterminio era especialmente incisiva cuando se trataba de intelectuales de izquierdas o defensores del mundo judío. “El Oriente, rojo y semítico”, dice en el “Poema de la Bestia y el Ángel”. Su discurso no puede ser más contundente:
“El Estado reservará toda su dureza depurativa a todos los intelectuales que optaron claramente por lo antinacional, lo masónico, lo judío o lo marxista. Para ellos, la salvación es imposible”.
Justo es reconocer que esta petición de exterminio del enemigo no cayó en saco roto. Sus amigos militares -Queipo de Llano, Yagüe, Mola, Varela…- la llevaron a cabo con toda meticulosidad y esmero. Una vez terminada la guerra Franco la perfeccionó hasta límites insospechados.
Este es el personaje Pemán que doña Ana Fernández de la Cosa, concejala de I.U. en Jerez, ha estigmatizado treinta y cuatro años después de su muerte y cuando ya casi nadie se acordaba de él. Es verdad que su vida tiene más sombras que luces. Sin embargo, a pesar de todo, su figura no se nos hace hoy más insoportable que la de otros personajes de la época. Valgan de ejemplo Ernesto Giménez Caballero, Agustín de Foxá o Antonio Vallejo-Nájera. Quizás su veta andaluza y su formación clásica hizo que, a pesar de todo su fanatismo fascista, siempre le quedara una gota de humanidad y sabiduría, totalmente ausente en los otros gerifaltes del régimen.