Era una mañana muy fría en París. Estábamos en la zona de Opera y teníamos prisa para coger el tren que nos llevaría a la Universidad Gustave Eiffel. Allí era donde se celebraba la 32 Conferencia Internacional de la European Association for Research on Services (RESER). El título de la misma era muy sugestivo. “The urban services challenge: towards a more inclusive society, A European path for service research”. En estas circunstancias no nos dimos cuenta de que justo en el semáforo había un joven mendigo, sentado en el suelo, con ropas bastante ligeras para la temperatura que hacía, y un pequeño vaso de plástico en el que tenía unas monedas. La patada que dimos al vaso, que no habíamos visto, fue tremenda. Las monedas se esparcieron por todos los lados.
Fue una situación bastante comprometida. Para el pobre chaval, que, indignado, vio cómo en un segundo había perdido todo lo que era su sustento del día. Para nosotros, que nos sentimos abochornados por lo que habíamos hecho, a causa de las prisas y de nuestro despiste. Para los demás viandantes, que se quedaron perplejos. Pero la reacción fue unánime y rápida. Todos, incluso gentes del lugar que no eran del grupo, nos pusimos a buscar las monedas por todos los rincones. La cara de agradecimiento de esta persona era digna de contemplar. Seguramente no se esperaba una respuesta tan solidaria en una Francia que, desgraciadamente, se dirige hacia peligrosas posiciones xenófobas y racistas, de la mano de la ultraderecha. Aunque, en todo momento se mantuvo con su rostro serio y digno. Era como una protesta por lo que no debería de haber sucedido. Como si reivindicara su derecho a estar en la calle pidiendo ayuda, a la vez que se quejara de la indiferencia hacia su necesidad, con la que habíamos pasado por allí. Para nosotros supuso un pequeño rayo de esperanza lo sucedido. Aún no todo está perdido. Sigue habiendo algo de bondad en el mundo. Rousseau tenía razón.
Pese a todo, llegamos a tiempo al Congreso. Pudimos escuchar magníficas ponencias dedicadas a temas muy diversos. Desde la función de la industria cinematográfica local en Portugal para fomentar el desarrollo económico y sostenible en el país, hasta el desarrollo de proyectos de aplicación de la Inteligencia Artificial a la gestión eficiente de las empresas en Alemania; o el desarrollo de proyectos educativos inclusivos entre las personas más desfavorecidas y en riesgo de exclusión en Finlandia. Nosotros presentamos dos estudios. Uno, que analizaba el impacto en el incremento de la vida de las mujeres enfermas de cáncer en Andalucía, al aplicar los protocolos asistenciales integrados que se iniciaron por el Gobierno andaluz en 2011. Hasta 350 días de vida se había incrementado la supervivencia en estas enfermas. Otro, que mostraba la situación de desempleo en España y las predicciones que habíamos estado realizando durante la pandemia un grupo de investigadores de la Universidad Complutense de Madrid y de la Universidad de Granada. En una situación sin precedentes, España se situaba en niveles de desempleo anteriores a 2007 y con una tasa de inflación muy por debajo de la media de la zona Euro.
Pero también nos dio tiempo para recorrer algunos de los lugares más bellos de París. Pese al intenso frio, los artistas callejeros seguían pintando sus cuadros en la plaza de Montmartre, cerca de la monumental Basílica del Sacré Coeur. Y los visitantes se seguían sentando en las terrazas de los cafetines de la zona, aunque abrigados hasta la cabeza. Conforme íbamos bajando, comenzaron a aparecer ante nosotros antiguos molinos. Cerca estaba el famoso Moulin Rouge. Pese al elevado precio de sus actuaciones, no nos fue posible encontrar una entrada para esos días.
Uno de los lugares obligados fue el museo del Louvre. Decepcionante. Los visitantes se agolpaban por cientos. Vagaban por sus largos pasillos, sin apenas detenerse a contemplar las riquezas artísticas que allí están depositadas. La Gioconda se mostraba en medio de una gran sala, colgada de un expositor para ella sola, y con pasillos artificiales para la cola de visitantes, como si de un aeropuerto se tratara. Acabamos agotados y sin haber podido contemplar con tranquilidad aquello que nos hubiese gustado.
Cuando ya se acercaba el final de nuestro viaje, el sábado, decidimos hacer una ruta nocturna en autobús turístico. Para ello, nos dirigimos por los Campos Elíseos hasta el Arco de Triunfo. Conforme andábamos observábamos que se iban acumulando furgonetas de la policía. Nunca habíamos visto tanta policía junta. Las calles estaban llenas de gente, que aumentaba, conforme nos acercábamos a nuestro destino. Pensábamos que quizás sería alguna manifestación. Sin embargo, pronto nos dimos cuenta de que era el futbol.
Mientras esperábamos a que se despejaran las calles, entramos en un coqueto café restaurante, en el que había música en directo muy agradable. Allí estuvimos tomando unos vinos y cenando. El ambiente era muy agradable y relajado. La comida muy buena. De pronto, comenzaron a entrar policías antidisturbios que se dirigieron a los servicios. La cara de miedo de algunas de las camareras les delataba. Un señor con un móvil hablaba con otros agentes en la puerta del bar, haciendo señales para el “toilette”. Salieron esos dos policías, pertrechados con chalecos antibalas y cascos, y rápidamente entraron otros dos. Y así unos cuantos más. El ambiente se enrarecía. El nerviosismo se podía casi masticar. Llegamos a temer por nuestra seguridad. Y si habían colocado algún artefacto explosivo en los lavabos. Sin embargo, pronto vimos que el personal de la barra se relajaba. También algunos de los clientes. No era ninguna bomba, ni nada parecido. Simplemente eran policías antidisturbios que después de unas horas de tensión, tenían que mear. Y pensar que estuvimos a punto de irnos corriendo.
Volvimos andando al hotel, pues el tráfico estaba cortado y las bocas de metro cercanas cerradas. Había decenas de coches que pitaban y mostraban la bandera de Marruecos. Y grupos de marroquíes de todas las edades por las calles, celebrando la victoria de su selección frente a Portugal. Lo del bus turístico fue imposible. Sin embargo, la cena con nuestros amigos mientras esperábamos que amainara la “revuelta”, muy agradable. Y aún nos dio tiempo de ver el partido de Francia en un bar cercano a nuestro hotel. Dos victorias, la marroquí y la francesa, muy celebradas en París. Y una magnífica experiencia para nosotros. Al día siguiente volvíamos. Pero nos dio tiempo para grabar algunos videos cortos en los artísticos y vistosos escaparates de las galerías Lafayette.
En resumen, unos días magníficos, provechosos desde el punto de vista académico y también desde el punto de vista cultural y gastronómico, en compañía de unos buenos amigos. Muy importante es que te sirve para desconectar de la rutina diaria. Algo que, de vez en cuando, es muy saludable.
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