Opinión

El pastorcito mentiroso

Hemos llegado a un punto en el que se ha dejado de legislar para ofrecer respuesta a las demandas sociales que necesariamente se han de regular. En su lugar, impera el onanismo de quienes se dedican a promulgar normas y leyes, entendiendo este concepto en el sentido de complacerse a sí mismo, oyendo y leyendo las repercusiones de lo publicado en los medios de comunicación como única finalidad. No se busca la solución del problema, sino la difusión oportunista de lo que se hace y olvidando con demasiada frecuencia, que la finalidad de la norma promulgada debe pretender solucionar el problema que se plantea en el colectivo regulado y no cargar sobre parte del mismo, la solución concebida de forma poco meditada.

De esta manera llegamos al momento actual, donde se gobierna a base de decretos en lo nacional e ignorando al ciudadano en lo local. El constante engaño y mentira de quienes nos representan, nos permite diferenciar al líder de la izquierda del de la derecha. El primero se permite decir una cosa y hacer la contraria, el segundo, prometerla y no cumplirla. Los ciudadanos nos sentimos impotentes ante estos hechos y ante una “forma de dictadura” que consiste en impedir al ciudadano pensar por sí mismo, bombardeándolo permanentemente con una “realidad virtual”.

Esta forma de autocracia es la peor que puede existir. Contra las demás dictaduras, los ciudadanos nos podemos defender, pero con la existente del voto cada cuatro años, se antoja insuficiente si los políticos siguen controlando los medios de comunicación y manejan las subvenciones con las que callar voces discordantes que hacen desaparecer el incordio constante a quién ejerce el poder. Es por ello por lo que todas las instituciones que tienen la obligación de ser las garantes del “buen gobierno” deben impedir el uso y abuso de todo aquello que está corrompiendo el desarrollo y prosperidad de esta ciudad.

No debemos seguir tolerando las legislaciones a la carta, ni aquellas que no obedecen a necesidades reales de los gobernados y sí de quienes gobiernan. No debemos tolerar organismos que teniendo como cometido principal evitar los abusos del ejecutivo no hacen su trabajo. Si existe corrupción, es la prueba palpable de que los controles no funcionan y olvidamos que ignorarla es una forma participativa de mantenerla. Quién vigilaba el redil resultó ser un lobo disfrazado de perro ovejero que llegado el momento exigió su oveja como parte del botín.

No debemos tolerar el incumplimiento constante de las promesas electorales. Estamos depositando nuestro presente y el futuro de nuestros hijos en manos de charlatanes cuyo objetivo es el bien personal y no el bien común, sin que nadie los denuncie ni se cuestione acciones injustificables.

Si se produce tal situación, deberíamos pensar que tal vez sea porque los ciudadanos la toleramos y no hemos hecho lo suficiente por evitarla. No he visto un solo programa o entrevista en la que se ponga en aprietos a nuestros dirigentes en plena campaña electoral. Nadie le ha preguntado al Alcalde-Presidente por la lista de los 500 puestos de trabajo del juego on line; ni el motivo por el que no se ha construido ni una sola vivienda; ni el motivo por el que el escaso suelo industrial se sigue cediendo a amiguetes o entidades que pueden perfectamente tenerlo en otros espacios no tan críticos; ni el motivo por el que no aceptó cooperativas en suelo municipal; ni la entrega de terrenos para fines sociales a través del derecho de superficie; ni por el control de las enormes sumas de dinero en subvenciones; ni el motivo por el que anuncia diez líneas de actuación para esta legislatura de las que nueve son de competencia estatal; ni por el caos organizativo del Ayuntamiento; ni por la adquisición de “necesidades-innecesarias” que lo que hacen es certificar la ausencia total de mantenimiento de lo comprado con el dinero del contribuyente, como farolas, maceteros, semáforos, bolaños,….; ni la pasividad ante las construcciones ilegales a la vista de todos en pleno centro; ni un solo debate televisivo; ni las “oposiciones” de la propia corporación, AMGEVICESA, Autoridad Portuaria, y un largo, larguísimo, larguísimo etc.

Nuestra sociedad ha de terminar con los intereses particulares de unos, la desidia de quienes asisten impávidos a las corruptelas; a la inacción de otros; a la atonía de otros tantos y sobre todo a la hipocresía de quienes tienen el deber de controlar y ponderar los excesos de los políticos y no solo no lo hacen, sino que persiguen y atacan a quien puede resultar un estorbo a los intereses inconfesables de este “conjunto vacío intelectual y moral de quiénes ni saben, ni quieren saber, aunque pueden”, es mejor seguir tapando los problemas y seguir recibiendo las ingentes cantidades de dinero estatal sin que se consiga con él, ni un solo puesto de trabajo que no sea el de camarero. Destapar esos problemas, hace que quién trata de solucionarlos se convierta en el verdadero PROBLEMA de quién quiere permanecer inmóvil ante tanta desidia e inoperancia, sin aceptar la responsabilidad de GOBERNAR, porque esto significaría tener que tomar decisiones.

La falta de información ha sido escandalosa, pero he de reconocer que la publicación de algunos artículos hace que tenga esperanza de que más allá de la licita orientación política de una línea editorial, todavía hay personas comprometidas que luchan por el más elemental derecho a obtener una información plural.

El ciudadano necesita confiar en sus instituciones, pero quienes las ocupan, lo pone francamente difícil. No puede ni debe ser garante del buen funcionamiento de una administración si quién la dirige no tiene quien la fiscalice, porque el primero nunca admitirá sus errores. Son acciones contrapuestas que no deben recaer en una misma persona o entidad. Si es posible la acción fiscalizadora individual sobre un ciudadano a través de la agencia tributaria, con mayor motivo lo debe ser sobre la administración que lo gobierna, bien a través de la Ley, la fiscalía, el Tribunal de Cuentas o cualquier organismo con capacidad de evitar el derroche y el gasto que luego hereda el ciudadano.

Cada vez que se anuncia una operación de envergadura el ciudadano se echa a temblar recordando las precedentes. Esta ciudad necesita abrir sus ventanas para que entre aire fresco, el ambiente se encuentra viciado y los ambientadores existentes se me antojan insuficientes y a veces contaminantes. Pero en Ceuta se sigue designando como pastor a Manolito el mentiroso a la voz de ¡QUE VIENE EL LOBO!

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