La ciudad de Ceuta no sería la misma sin las meriendas protagonizadas por ‘La Africana’; sin sus típicos pasteles, sin sus milhojas ni sus merengues, sin sus tartas, panes o pastas que llevan acompañando a los ceutíes más de 88 años.
La pastelería ha estado regentada por tres sociedades. Todo comenzó con Carlos Guillén en el año 1928, quien llegó a las costas ceutíes desde Tánger, y compró el local fundando de esta forma la confitería. Diversas razones entre las que se encuentran la avanzada edad del dueño y la escasa rentabilidad de la ya mencionada pastelería, llevarón a Guillén a dejar el negocio que pasaría a manos de los hermanos Vinuesa, Rafael y Paco.
Los Vinuesa se separaron, uno se marchó a Málaga mientras el otro aguantó unos años más al cargo del local hasta que, finalmente, vendió su parte al no encontrar suficientes beneficios en el negocio y marchó a Barcelona.
Tras varios giros e inconvenientes la pastelería acabó siendo dirigida por Rafael de Lima, figura sobre la que se concentra toda la esencia de ‘La Africana’. Esto se debe a la admiración que levanta por su dedicación innegable al negocio.
Para de Lima sus andaduras en este mundillo comenzaron tras trece años ejerciendo de maestro y fue un gran acierto no solo para la pastelería, a la que supo propulsar, sino también a nivel personal.
El deseo de innovación constante llevó a de Lima a numerosas convenciones de confitería, viajó incesablemente en busca de los mejores productos, estudiaba las revistas de repostería, mientras que a su vez mejoraba las recetas tradicionales dotándolas de mejor materia prima y organizando todas las recetas perdidas. Es más, este deseo continúa con ese espíritu a día de hoy. “Estamos mejorando muchísimos productos para que el cliente vea que hay cambio”.
‘La Africana’, gracias a Rafael de Lima, se ha convertido en ejemplo de innovación y esfuerzo
La situación actual tras el COVID-19 está siendo complicada, durante la cuarentena realizaban pedidos a domicilio e incluso en algunos casos “tuvimos que transportarnos hasta Benzú para llevar tan solo una barra de pan”, a esto hay que sumarle que durante el verano “la venta de pasteles sufre un notable descenso” y que les están “acribillando a impuestos”. “Hay obreros dados de baja y empleadas que llevan en ERTE cerca de tres meses”, explicó.
De Lima da gracias a su clientela habitual manifestando que “contamos con un público que ya nos conoce. Hay algunos pasteles típicos de aquí que captan público” y espera que cuando “haya un poco de fluidez consigan volver a su sitio”.
Con vistas al futuro Rafael espera que “mis hijos continúen el negocio, les estoy recomendando que vayan acercándose cada vez más a la pastelería y así también poder quedarme tranquilo e ir quitándome poco a poco”
Uno de los momentos más emotivos fue la fusión que acontenció entre pasado y presente que tuvo lugar con la visita a la pastelería por parte de la hija del antiguo dueño, que vino desde Copenhague. Rafael no puede evitar emocionarse al releer las líneas que esta le escribió al regresar a Dinamarca. En ellas le daba las gracias por mantener la esencia de la pastería, mencionó que los pasteles eran tal y como los recordaba y que no había unos más buenos en ninguna parte.
Cuando se pone dedicación, corazón y empeño a un negocio esto hace que los clientes lo vean como un sitio especial, que forma parte de ellos, de su ciudad y al que tienen gran cariño y eso es lo que ha sucedido con ‘La Africana’.
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