Pasión polígama en el Gobierno del islamista Benkirane

La primicia la dio el diario casablanqués Akhbar Al Yaoum. Dos miembros del gobierno marroquí pertenecientes al partido del jefe del ejecutivo, el islamista Abdelilah Benkirane, se habían comprometido oficialmente, siguiendo los usos que establece la tradición en Marruecos.

Se trataba del ministro encargado de Relaciones con el Parlamento y la Sociedad Civil, Lahbib Choubani, y su colega Soumia Benkhaldoun, ministra delegada de Enseñanza Superior. Una situación que podría parecer banal, sin importancia, o incluso una inaceptable injerencia en la vida privada de dos personajes públicos, fue el detonante de una encendida polémica habida cuenta que Choubani es un hombre casado. Benkhaldoun se iba a convertir en la segunda esposa de Choubani, quien pasaría a integrar el club de ese 0,8% de marroquíes polígamos. Durante la ceremonia de petición de mano el ministro islamista se encontraba acompañado por su primera mujer, sin cuyo beneplácito éste no podría establecer un contrato matrimonial con una segunda, tercera o incluso cuarta cónyuge, tal y como establece el más reciente código de la familia, en vigor desde 2004.

Ninguna ilegalidad, por tanto. Todo conforme a la ley. No obstante, la noticia del compromiso ministerial ha servido para reabrir el debate sobre la conveniencia de cambiar, o no, el marco legal que autoriza que en pleno siglo XXI un hombre pueda disponer de varias esposas. Hace meses que circula el rumor sobre la relación entre los dos ministros del Partido para la Justicia y el Desarrollo (PJD). Los cuchicheos adquirieron dimensión pública tras las declaraciones de un adversario político, Hamid Chabat, secretario general del Partido del Istiqlal. El histriónico líder del partido nacionalista, durante un mitin en Errachidía, circunscripción electoral de Choubani, en el sudeste del país, no cesó de multiplicar las alusiones a la pareja, insinuando que el ministro islamista, a quien tildó de “mujeriego”, había sido el principal motivo del divorcio de su colega de Gobierno. Soumia Benkhaldoun, una de las mujeres con mayor proyección y visibilidad dentro de la formación islamista, recogió el guante tendido por Chabat y saltó a la palestra mediática para negar rotundamente la versión aportada por el líder nacionalista, enfatizando, no sin vehemencia, que su divorcio únicamente concernía a ella y a su ex marido. Lejos de cerrar tan personal dossier, las declaraciones de Benkhaldoun sirvieron de aliciente para que la prensa siguiera indagando y durante las semanas ulteriores fueron vertidos nuevos datos sobre la relación entre los dos ministros islamistas, quedando de manifiesto que son dos viejos conocidos, que pertenecen a la misma generación y que, antes de ser promovida a ministra delegada, Benkhaldoun había formado parte del gabinete de Choubani, entre 2012 y 2013. La conclusión de los principales soportes mediáticos del país es que el compromiso de Choubani y Benkhaldoun confirmaría las murmuraciones sobre su idilio. Un partido como el PJD, que se pretende un ejemplo de virtud moral, no podía permitirse una relación “no legal” entre dos de sus más destacados militantes. Al arreciar los rumores sobre su ‘affaire’, Choubani y Benkhaldoun se habrían visto impelidos a legalizar su situación, en un país donde el código penal sanciona con penas de prisión las relaciones extramaritales. A través de su página personal en Facebook, Lahbib Choubani trató de frenar la nueva ola de críticas. Y si bien no negó en ningún momento su compromiso con Benkhaldoun, el titular de Relaciones con el Parlamento tuvo a bien precisar que su demanda de matrimonio “no es una respuesta a los rumores vehiculados por la prensa”. Sea como fuere, el malestar por la situación generada por los dos ministros es patente en el seno del PJD. Varios altos responsables del partido de la lámpara se habrían dirigido a Benkirane con el objeto de tomar medidas al respecto. En un momento en que se habla de una inminente recomposición gubernamental, todo apunta a que ni Choubani ni su prometida formarán parte del próximo ejecutivo. Una decisión injusta si se encuentra justificada por la simple petición de mano, sobre todo porque en el Gobierno hay otros ministros polígamos, todos ellos del PJD. El titular de Justicia y Libertades Públicas, Mustapha Ramid, tiene dos esposas, al igual que el difunto ministro de Estado y hombre de confianza de Benkirane, Abdellah Baha. Además, la titular de Familia y Juventud, Bassima Hakaoui, es ella misma la segunda esposa de un hombre polígamo. Cada año unos mil marroquíes se convierten en polígamos. La ley lo autoriza, siempre y cuando la primera esposa dé su beneplácito y el marido disponga de medios materiales suficientes para mantener a sus cónyuges. En este caso el polígamo es un ministro, al igual que la nueva esposa. Es un mal ejemplo, al igual que el de los otros ministros polígamos en el Gobierno, pero no se trata de un fenómeno aislado, sino de un fenómeno de sociedad. En Marruecos, la reforma de la Mudawana (código de la familia) en 2004 pretendió acabar con algunos arcaísmos, aunque en el tema de la poligamia se quedó a medias, imponiendo ciertos límites pero no abrogándola. Que Mohamed VI sea el único soberano monógamo de la historia de Marruecos denota per se una opción de sociedad, el reconocimiento implícito de la injusticia de la poligamia y su violencia simbólica al encuentro de las mujeres. Pero mientras el legislador no lo prohíba siempre habrá polígamos. ¿Cómo vedar aquello que Alá autoriza? La única excepción es Túnez, donde tras la independencia Bourguiba proscribió la poligamia. El dossier Choubani-Benkhaldoun ha dejado en evidencia una gran hipocresía. El PJD es únicamente un partido, que ni mucho menos dispone de mayoría absoluta para gobernar y aprobar leyes a su antojo. Si los críticos con la pareja ministerial no quieren que perviva este arcaísmo no tienen más que acabar con él. Pero, ¿está Marruecos preparado para abolir la poligamia?