Sonaban las campanadas del reloj de la catedral. Era media noche y podía ocurrir cualquier cosa. Las carnes de gallina se me pusieron y fue cuando algo raro ocurrió.
Me encontré en un pasillo, completamente a oscuras, escuché claramente unas palabras:
- Ven, te recibiré.
Se me abrieron aún más los ojos. Tenía las pulsaciones al máximo: ¿Dónde estaba? ¿Quién había hablado? ¿Qué era aquel sitio?.
Eran muchas interrogantes que mi cerebro no podía asimilar. Andaba despacio hacia aquella luz tenue que provenía de aquel lugar.Desconfiaba, pero un impulso interior me indicaba que continuara.
Sé que en circunstancias similares hubiera dado media vuelta y hubiera salido corriendo en dirección contraria, pero no podía. Algo me daba esas alas de moverme hacia esa luz que se observaba al fondo.
Intenté dar media vuelta, pero algo o alguien me empujó. Me quedé de piedra. ¿Qué había sido aquello?.
Volvieron mis dudas existenciales pero podía más el miedo que otra cosa. Decidí lo mejor para mí y seguir hacia adelante. Os confieso que tenía miedo no, sino pánico.
No podía gritar y estaba completamente helado pero quería pensar en positivo. Ya lo negativo lo llevaba encima.
Reduje los pasos: Eran más cortos, pero para mí, más seguros. Y así me vino un poco de valentía. Quise pensar en algo bonito y lo único que se me vino a la cabeza fue mi hijo.
Esa imagen tan agradable me dieron ganas de vivir. Y por ahí venían los tiros: necesidad de tener algo donde agarrarme. Oli a un perfume conocido.
Tuve que pensar un largo rato. Yo sabía que no me iba a dejar solo en esta senda de desconcierto. Era la colonia de mi querida abuela. Me relajo aún más. Ya volvió la idea primaria. Saber qué había en aquel lugar.
Reconozco que a cada paso que daba, agudizaba mi vista; miraba para todos los lugares e intentaba que mi otro sentido, el oído, me diera una pequeña pista, un algo que yo sabía que me faltaba.
Valor, desde luego había que tener para estar allí. Me mordía los labios intentando que mis respiraciones, casi jadeantes, no se escucharan. Pero aquello parecía una cueva insonorizada, no se apreciaba ni el más mínimo ruido.
Todos mis sentidos permanecían alertas, e incluso cerré los puños en prevención de que alguien me pudiera atacar y poder responder lo antes posible.
Sudaba y aunque yo no percibí ningún tipo de calor, sería por los propios nervios. La luz se veía más cerca y fue cuando distinguí una sombra. Yo quise relacionar la luz con algo que estaba entre medias y que podría prolongar unas sombras.
Era muy raro. Parecía un palo. Me hizo ralentizar mis pisadas e intentar ver un poco más, aunque naturalmente solo apreciaba una sombra, pero muy rara.
Llegué a escasos centímetros de una puerta abierta donde ya podía confirmar que algo había. No se movía la sombra y por eso me hizo ir hacia mi izquierda, dejando la puerta a la derecha e intentar tener un mayor grado de observación, pero no pude distinguir a nadie.
Pero esta vez escuché nuevamente una voz que me dijo:
- Bienvenido al hotel sin nombre. Aquí a todo el mundo le gusta quedarse. Solo debo de decir que a los que se les da habitación nunca salen de ella. Tu número es....
Aquí me desperté de una forma rápida.
Me reincorporé e incluso puse los pies en el suelo. Estaba sudoroso, tenía las pulsaciones al máximo. Encendí la luz y solo en ese momento comprendí que había sido un sueño. Vaya sueñito el que me había regalado mi imaginación.
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