Algo ha fallado en el Gobierno para que no hayan sabido estar a la altura en la gestión llevada a cabo en torno al dispositivo de la Pascua del Sacrificio. Al margen de que el asunto, desgraciadamente, ha terminado politizado por intereses que nada tienen que ver con la pureza y el respeto por esta festividad, algo ha fallado para que la institución no haya sabido afrontar este asunto con la seriedad debida y se haya topado con el malestar de la comunidad musulmana en bloque. La primera sorpresa nos la llevamos durante la celebración del Consejo de Gobierno del pasado viernes: ¿cómo puede ser que días antes el consejero de Sanidad indicara que la decisión se tomaría tras una reunión con la Comisión Islámica y, por sorpresa, se nos dijera que ya estaba todo decidido? Esa reunión iba a ser este martes pero el viernes previo nos comunicaron que naranjas de la china, que no se iba a autorizar la organización del dispositivo para la Pascua tal cual lo hemos conocido otros años. La Ciudad no pudo ser más torpe, lo fue en ese gesto y lo ha sido cuando ni siquiera ha ido de la mano de la ciudad hermana de Melilla, que nos ha dado una bofetada sin manos anunciando que, teniendo los mismos informes de técnicos y veterinarios, sí puede celebrarse.
En río revuelto hay quienes han querido sacar tajada buscando la polémica. Eso, en mi pueblo, se llama enmierdar por enmierdar, pero no tiene nada, absolutamente nada que ver, con el sentir de una población musulmana a la que no le convencen no ya las respuestas, sino las formas.
Insisto. Hay personas próximas a la Ciudad que habrían sabido gestionar este asunto de la manera más adecuada y acertada, que habrían sabido buscar la forma de poder celebrar la festividad respetando a su vez los criterios sanitarios trabajando desde el inicio en fórmulas alternativas incluso al sacrificio. Siempre hay tiempo para sentarse y reflexionar sobre lo que está pasando con la seriedad que merece y con la altura de miras que urge.