La Pascua Militar, máxima expresión del protocolo castrense

Una escuadra franco-española se midió al ejército británico

Sin lugar a dudas, Su Majestad el Rey Carlos III, queriendo servir a la milicia con una prueba magna de su singular estima, dispuso que en la Solemnidad de la Adoración de los Reyes Magos, los Virreyes, Capitanes Generales, Gobernadores y Comandantes Militares, congregasen en Su Real Persona a los Jefes y Oficiales de los Ejércitos de España, para que en lo sucesivo dicha festividad se reconociese como la Pascua Militar.

Un legado instaurado en la remota Epifanía del Señor en 1782, que desde entonces, prosigue intacto entre la más elogiada usanza castrense, aunando nobles tradiciones, implícitos simbolismos e historias memorables.

Integridad y condescendencia consabida, para dar cumplimiento a una solicitud en réplica al Saludo de S.M. el Rey Felipe VI con la nuestra, ratificando la lealtad incondicional ante el Jefe Supremo del Estado, como la fuerza de los valores que configura la forma de ser y proceder.

Precisamente, en respuesta al año finalizado y al recientemente inaugurado, surge la inspiración de emitir empeños de paz y prosperidad para los tiempos venideros, encauzando nuevas tareas, enfoques o cambios y por qué no, aquellos propósitos que quedaron pospuestos.

Una efeméride como la conmemorada en esta mañana, que nos remonta a los primeros destellos de un día 6 de enero.

Aquella víspera una escuadra franco-española constituida por cincuenta y dos navíos y unos ocho mil Infantes de Marina, comenzaron a batirse en las inmediaciones sur de la bocana del puerto de Mahón, cañoneando el Castillo de San Felipe, donde guarecido se atinaba el ejército británico.

Una fortificación conformada por cuatro baluartes, unidos con cuatro cortinas y rodeada por un estrecho y profundo foso excavado en piedra, provocaría que tanto españoles como franceses asediaran esta posición.

Acometidas que persistieron sin pausa, hasta que finalmente el 5 de febrero, los ingleses hicieron ondear la bandera blanca y se entregaron a las fuerzas franco-españolas, dispuestas por el Duque de Crillón. De lo acontecido que ha quedado rememorado en páginas gloriosas, serían apresados más de tres mil hombres entre Soldados y Oficiales, como un Mariscal de Campo.

Preámbulo inédito de casi dos siglos y medio de agitada historia, con los que S.M. Carlos III, aleccionó y disciplinó a conciencia la ceremonia de la Pascua Militar.

Para ello, S.M. condecoró la audacia alcanzada en la línea de combate, confiriendo numerosos ascensos en el empleo, como la admisión en Órdenes Militares. Sin desmerecer, la revelación que hizo saber en reconocimiento a quiénes ofrendaron honrosamente su vida por la causa.

Acto que en nuestros días se contrasta retornando con sus rasgos distintivos, en cuyo formalismo S.M. el Rey felicita y a su vez recibe la enhorabuena de la familia castrense, para desencadenarse la concatenación de principios y virtudes que se enaltecen para orgullo de los españoles.

Pascua Militar que ha quedado ataviada de originalidad y primor, donde se divulgan códigos de conducta y se expanden conceptos de honor, acordes a la esencia de la carrera de las armas que es intrínseca a la fe de los valores que defiende.

Celebración fortalecida con el aliento del empeño democrático, adherida a la disponibilidad ilimitada de la Defensa Nacional.

Oportunidad de peso para interpretar reflexivamente el entorno geopolítico que nos acecha, o la valoración de la alta representación de fuerzas españolas en operaciones humanitarias, o las innovaciones organizativas o de otra índole en el paradigma de los Ejércitos, o el alcance de la industria de defensa, entre otros.

Pero también, es una fecha crucial en la que irremediablemente se paran las agujas del tiempo, ponderando con conocimiento de causa el periodo ya expirado en el que afrontamos con ambición un nuevo ciclo.

Al hacerlo, es inevitable obviar las emociones vividas, como los intervalos espinosos que nos han acompañado en estas últimas etapas. No olvidando ni mucho menos, el tratamiento preceptivo o el punto de vista de las muchas misiones emprendidas.

Toda vez, que con la brillantez que caracteriza la praxis de la Pascua Militar, SS.MM. los Reyes presiden este ceremonioso ofrecimiento, dándose inicio en el Palacio Real con una recepción oficial, con el que se pretende rememorar el aniversario previamente relatado.

Por tal motivo, esta solemnidad congrega a ilustres personalidades del Estado como el Presidente del Gobierno, la Ministra de Defensa, el Ministro del Interior y los Jefes del Estado Mayor de la Defensa, de los Tres Ejércitos y la Guardia Civil, así como los máximos representantes de las Reales y Militares Órdenes de San Fernando y San Hermenegildo y de la Real Hermandad de Veteranos de las Fuerzas Armadas y Guardia Civil y Caballeros Mutilados de Guerra por la Patria.

"Una efeméride como la conmemorada en esta mañana, que nos remonta a los primeros destellos de un 6 de enero”

Quedando engrandecido en gesto protocolario, donde Sus Majestades tras los saludos de rigor en la Plaza de la Armería, recibir los honores de ordenanza, interpretarse el Himno Nacional y la salva de 21 cañonazos, S.M. el Rey Felipe VI pasa revista a las fuerzas en formación de la Guardia Real.

Una vez consumados los honores regios, SS.MM se encaminan a la Saleta de Gasparini, recibiendo la reverencia soberana de las comisiones presentes, para posteriormente trasladarse al Salón del Trono y quedar envueltos de la majestuosidad que define este simbólico lugar, que instantes después, será testigo de la imposición de recompensas militares, como de las alocuciones de la Ministra de Defensa y de S.M. el Rey Felipe VI.

Es de subrayar, que la ornamentación de este emblemático rincón, perdura incólume desde el reinado de Carlos III.

Así, en la bóveda del techo en la que Tiepolo describió magistralmente la Alegoría de la Monarquía Española, se refunde el dosel de terciopelo que arropa a dos tronos de talla esplendorosa, custodiados por dos leones de bronce que Velázquez trasladó desde la capital de Italia en el año 1650.

Un conjunto decorativo que encarna con minuciosidad el recorrido histórico de la Casa Real. Amén, de lo dispuesto para que en este día SS.MM. no ocupen el trono, como asimismo, lo concretó durante su reinado el Rey emérito Juan Carlos I. Aspecto admirado e íntegro por parte de la Monarquía Española, que no se enaltece por encima del pueblo, sino que se manifiesta sencillamente al servicio de todos.

Paralelamente a lo que acontece en la Capital del Reino, como en otros tantos lugares de la geografía española, se reproduce al detalle en la estampa que con encanto aguarda a la Ciudad Autónoma de Ceuta.

"Es de subrayar, que la ornamentación de este emblemático rincón, perdura incólme desde Carlos III”

Una Imagen sinónima de un territorio abocado a ser parte tradicional del ethos militar, que trasciende a los intereses individuales de sus miembros, bajo cuya coraza se promueven virtudes como la disciplina, el espíritu de sacrificio o el honor.

Una superficie en el que hoy como ayer se honran mandatos modélicos, decálogos ejemplares, credos virtuosos e idearios intachables, puestos en común para acrecentarse con orden y sin tregua en el dietario de los Ejércitos de España.

Espíritu castrense puramente refinado, hoy escenificado en Su Excelencia el Comandante General y Comandante Militar de Ceuta don Javier Sancho Sifre, en representación de S.M. el Rey, a quién le acompaña los Jefes y comisiones de la Unidades, Centros y Organismos, como las primeras autoridades civiles y de otras instituciones locales, quiénes con su asistencia dan lucimiento y notabilidad, como legitimación al aliento y atención reconocidas, en el deber incondicional de las responsabilidades diarias de los efectivos de las Fuerzas Armadas.

Pero ahora, es el Salón del Trono del Cuartel General de la Comandancia General de Ceuta, quién hospeda la tradicional recepción de la Pascua Militar, al igual que lo hace la Casa Real, para portar la consigna protocolaria con el rigor que le caracteriza.

Tradición que persiste intacta en nombre de la primera autoridad militar de esta Guarnición, transmitiendo a los integrantes de sus Fuerzas, los saludos y felicidades más sinceros, con virtuoso espíritu de adhesión y consagración.

Itinerario encomiable que inicialmente nos apresta a una parada frente a la fachada del Cuartel General de esta Comandancia, donde las Unidades desfilan con la marcialidad y la cadencia que les caracteriza, para hacer liturgia de una historia que se sublima ante la aclamación del público que le acoge.

Evidencia de tributo, honestidad y puros sentimientos de los que con desvelo se consagran a España, como muestra del deber inquebrantable.

Todo ello, a pesar de las innumerables amenazas globales concadenada a múltiples laberintos regionales, como el terrorismo mundial, el tránsito de personas que surcan desesperadamente el Mar Mediterráneo, las irrupciones cibernéticas, la delincuencia o el crimen organizado entre otros, esparcen la devastación de escenarios ciertamente escabrosos a los que debe hacer frente el Ejército.

Un planeta desangrado a toda costa por las contiendas o catástrofes humanitarias, o las disputas por la paz y la estabilización, irremisiblemente se extenúa al otro lado de nuestros límites fronterizos. Siendo consecuente, que la evaluación en el análisis y gestión de los riesgos reales, forman parte de la seguridad de nuestros aliados y que si se induce a la paz, se debe potenciar la consabida estabilidad.

Obligatoriamente, ante la disposición de fortalecer esta estabilidad, se hace necesario la contribución internacional en el aspecto de la seguridad.

Elementos en los que habría que incidir en el pulso que se contrae tras los cambios producidos. Especialmente, los afines a las estructuras orgánicas que exigen voluntades de adaptabilidad.

Una lectura de extremas dificultades a los que habría que acogerse a la herencia que promulga valores cívicos indestructibles y virtudes de amor a la Patria, fidelidad, templanza, compromiso y espíritu de abnegación.

De manera, que ya pocos sospechan que la efectividad, preservación e innovación de los Ejércitos, forman parte de una tarea inexcusable en aras de las sociedades democráticas.

Así lo pronunció S.M. el Rey Felipe VI en el discurso de la Pascua Militar del año 2017: “Las armas tienen por objeto y fin la paz, esa paz por la que vosotros veláis en silencio”.

Matiz con el que Su Majestad no sólo hacía referencia a la paz en áreas de combate en las que concurrían fuerzas españolas, sino que ponía el acento a la paz proveniente de la efectividad de un régimen político en el que se salvaguardan los derechos y libertades de la ciudadanía.

Literalmente expresó: “Todos los días del año y sin bajar la guardia, proporcionáis y garantizáis esa seguridad en nuestros espacios de soberanía”. Territorios que no se topan más allá de los límites de España, sino del mismo modo, entre ellos.

De ahí, que el Monarca hiciera hincapié en la excelente labor que libran las Fuerzas Armadas ante las embestidas terroristas. Una lucha cuya superación real supedita tanto la opresión como el castigo allegado por el menoscabo de las libertades básicas.

Ése es hoy por hoy el encargo crucial y me atrevería a declarar crítico de los pueblos demócratas, “la protección de la libertad”. Un valor que no queda garantizado con falacias, sino inexcusablemente, con la pesquisa de enormes renuncias de quién lo entrega todo en beneficio de la causa.

Por eso al conmemorar la festividad de la Pascua Militar, se aviva la trascendencia que resulta para toda una nación el afianzamiento de sus Fuerzas Armadas. Hombres y mujeres herradores de valores democráticos, defensores de los derechos humanos que están bajo la amenaza inminente de la violencia, hoy postulados a la preservación de la pacificación, a donde quiera que se les mande.

Institución Castrense como cuestión consustancial a sus raíces, siempre desbordada de labores encaminadas al aprendizaje, doctrina e instrucción, como regla capital para ser solícita ante el servicio minucioso y delicado que se le requiere. Con indudables inquietudes en el campo profesional, porque su razón de ser le confiere un alto precio, como es la vida por la defensa de nuestro territorio.

Trabajadores infatigables afanados sin descanso en el reconocimiento de la seguridad, tanto en las aguas recónditas de los océanos y los mares, como en los cielos indefinibles y en la tierra inabarcable.

A la par, celosos ante el deber de estar incesantemente facultados y en condiciones de aportar respuestas comedidas, como comprometidos con la encomienda de encarar junto a las herramientas del Estado, la atención que merece el País cuándo y dónde sea preciso.

Sin embargo, ante las complejidades que discurren y que avanzan en el devenir de los acontecimientos, el Ejército se adecua esmeradamente a un riguroso proceso de optimización y empuje proporcionado. Por eso, no dejan de mirar ni un solo instante a los Soldados de todos los tiempos, que los dignifica con su buen hacer.

Soldados de España que testimonialmente ofrecen cada momento aquel juramento inextinguible a la Corona y a la Nación, propagándose más allá de los años servidos en activo, de lo que taxativamente, doy fe.

Tampoco puede quedar en el olvido, la evocación afectuosa dirigida a los que se atinan ejerciendo misiones en operaciones internacionales, contando con una amplia participación expedicionaria española que contribuye al mantenimiento de la paz y la seguridad.

"Institución castrense como cuestión consustancial a sus raíces, siempre desbordada de labores encaminadas al aprendizaje”

¡Nuestro más efusivo cariño y admiración, por el esfuerzo realizado que es ilimitado!

Y cómo no, esta jornada nos traslada al hilo conductor de inmensos sentimientos patrióticos, con un afectuoso reconocimiento de gratitud a los compañeros fallecidos en ese ejercicio callado y reservado, rubricado con el respeto vocacional.

¡Reposen en paz y resplandezca para todos la luz eterna que no tiene fin!

En definitiva, tras cumplirse 236 años desde que Su Majestad el Rey Carlos III estableciera la Pascua Militar, incorporamos el concepto de amor y servicio renovado, hoy redoblados con el espíritu de cuerpo, fruto de la solidaridad que predomina en la gran familia de los Ejércitos de España.

Pues, como vehementemente indica las Reales Ordenanzas de las Fuerzas Armadas, dentro del privilegio que hemos de otorgar a los valores morales arraigados en sanas costumbres, hoy confiado en el precepto que hemos de aceptar como norma de vida en el servicio y defensa de la justicia, la reconciliación y la libertad.

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